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CAPÍTULO CUATRO ' No le tengo miedo a la muerte, Le tengo miedo a los hombres '
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LE DOLIAN LOS PIES, QUERIA HACER PIPI Y TENÍA HAMBRE; esos eran motivos suficiente para estar de mal humor, según Meredith. Además, el ambiente estaba tensó, claro que lo notaba. Ella caminaba a un lado de Percy, ignorando cada vez que este intentaba iniciar una conversación, pero se callaba al no tener terma de conversación.
— Dime cuando mía serás—todos se giraron a mirar a Meredith aun caminando—. Dime cuándo mía serás, dime cuándo, cuándo, cuándo.
— ¿Y si jugamos al que guarde más tiempo callado gana?—preguntó Annabeth.
— Graciosa.
— Más adelante esto se convierte en una vereda de sátiro—habló Grover
— ¿Y eso qué es?—preguntó Percy.
— Es un camino atreves de la naturaleza. Los sátiros exploradores los usan. Son difíciles de rastrear.
— Que bien, pero si permanecemos en la naturaleza, ¿Cómo encontraremos un teléfono?
— ¿Un teléfono para qué?—preguntó Annabeth.
— Para llamar al campamento Pedir ayuda.—explicó.
— No la necesitamos. Estamos bien.
— ¿Estamos bien? Ni siquiera llegamos a Trenton, estamos vagando por el bosque y Meredith casi se come a una ardilla hace una hora.
— No me la iba a comer, solo quería saber si cantaba—la miraron raro—. ¿Alvin y las ardillas?—sus amigos fruncieron el ceño—, ¿No? Bueno.
Genial, nadie entendió su chiste.
— No sabia que había bosques en Nueva Jersey, pero encontramos uno. Diría que estamos lo opuesto a bien.
— El oráculo nos envió a una misión, y los Dioses. ¿Crees que seria fácil? Debe ser difícil. Por eso solo pocos son elegidos. Si llamamos al campamento, es básicamente decirnos que fue un error elegirnos. —habló Annabeth.
