♥PRÓLOGO♥

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{Hace 11 años}

Metatrón no podía entenderlo.

Por más que quería preguntarle a su creadora, la Todopoderosa, sobre el porqué de la existencia de esta criatura como una "bendición" para el nacimiento de una pareja antinatural como lo eran un ángel con un demonio. Simplemente no le veía nada de sentido.

Y más aún cuando eran, de hecho, un par de traidores. No, corrección, DOS PARES.

Sí, para desgracia de él, uno de sus mejores arcángeles había decidido "caer" por culpa de un príncipe del infierno. Rezaba todos los días porque ese arcángel no cruzara la línea y cayera al infierno por gigantesco pecado.

Ahora, absolutamente confundido por la orden encomendada de su señora, se encuentra en el elevador acompañando a un joven ángel de menor rango, quien sostenía con mucha emoción dos extrañas urnas de vidrio con mango que contenían en su interior dos almas primerizas. Aquel par de almas que aún no habían sido seleccionadas para ser enviadas a la Tierra.

—Cumpliendo con una orden directa de la Todopoderosa, ¡que emoción! —exclamó Muriel, sosteniendo las urnas, muy orgullosa. — ¿Para qué cree que serán estas almas?

—Es una muy buena pregunta, Muriel. —le responde con una sonrisa suave, misma que se desvanece apenas se abren las puertas del elevador, indicando que ya estaban en su destino.

La oficina de la Todopoderosa.

Muriel sale primero, radiando de alegría, sin darse cuenta de la mirada reprobatoria que le está lanzando su jefe, quien la guía a las puertas de la Gran oficina.

No necesita tocar para entrar. Apenas se acercan, ambas puertas se abren de par en par, dándoles el paso inmediato a la oficina.

Ambos se sorprenden cuando ven que su creadora, la Todopoderosa, tiene vistas. Visitas endemoniadamente desagradables. Tanto era la sorpresa que Muriel tenía que poner las urnas en el suelo con cuidado.

Junto a la Diosa, estaba Satanás, el temible Rey del Infierno y antiguo ángel más bello que alguna vez fue creado; estaba en compañía de uno de sus demonios sirvientes.

—Mi... señora. —habló nervioso la mano derecha de la Diosa. Muriel estaba sin palabras, casi congelada.

—Metatrón, Muriel. Les agradezco su asistencia aquí. —habló tranquilamente la Todopoderosa. —Veo que trajiste las almas que encargué. Gracias, Muriel.

Muriel sonríe, sonrojándose por el reconocimiento de su señora. Toma ambas urnas, decidida a recibir la siguiente orden. No tardó mucho en darse cuenta de que el asistente de Satanás la estaba mirando de una manera extraña, haciéndola confundirse si preocuparse o no.

Satanás se gira a ver a su demonio y no pudo evitar rodar los ojos. Eric, como se llamaba el demonio, la miraba todo embobado como si fuera un auténtico tarado. Procede a darle un zape en la nuca, haciéndolo reaccionar.

— ¡Deja de actuar como un pervertido y ayúdala! —le regaña el Rey del Infierno.

— ¿Eh? ¡Ah! ¡Sí, mi señor! —responde alterado y va directamente hacia Muriel y la ayuda sosteniendo las urnas, mientras la mira tono avergonzado. —Perdón por mi comportamiento. Yo no soy así, lo juro.

—Está bien, no pasa nada. —habla el ángel, sonriéndole.

Eric, sonrojado, lleva las urnas a la mesa donde las coloca encima para llevar a cabo el plan que sus jefes llevarían a cabo.

— ¿Tienes lo que te pedí, hijo? —le preguntó la Diosa al Rey del Infierno.

Satanás asiente, mostrando sus dientes afilados con vanidad y orgullo. Acto seguido saca de su largo saco negro de cuero unas esferas de cristal que contenían una potente luz roja mezclada con negro, que parecía más bien un posible hoyo negro a punto de tragarse toda la materia del Cielo. Aquello aterró a Metatrón.

😇The Little Hybrid: Between Heaven, Earth and Hell😈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora