Único.

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Yuji Itadori levantó la mirada de la mesa de su escritorio, agotado. No quería seguir estudiando, quería una distracción que le ayudara a combatir su aburrimiento.

Megumi Fushiguro estaba sentado a lado suyo, concentrado en sus estudios, opuesto a él. Itadori no podía dejar de preguntarse cómo era capaz de estudiar con tanta vehemencia, y entender todo. Era tan genial que...

—Me dan ganas de besarte —Soltó Itadori, completando su pensamiento en voz alta, sin tener esa intención, realmente. Fushiguro levantó la mirada del escritorio y miró al chico junto a él con sorpresa. Llevaban unas semanas saliendo y, aunque Itadori solía ser bastante directo con sus sentimientos, el comentario lo había tomado por sorpresa.

Fushiguro se aclaró la garganta, ordenando con ese gesto sus pensamientos. No entendía por qué se avergonzaba, si eran una pareja que ya se había besado con anterioridad. Sin embargo, la honestidad tan directa de Itadori a veces era demasiado para él...

—Puedes hacerlo —Respondió Fushiguro, aunque el comentario había sido soltado al aire, sin esperar una respuesta. Sintió cómo su estómago hormigueaba al ver los ojos castaños brillar con una emoción casi infantil, como si no fueran novios ya. Pero no se quejaba de la vista. Después de todo, esos detalles fueron los que lo llevaron a enamorarse del chico, en primer lugar.

—Entonces... —Susurró Itadori, acercándose con lentitud, dándole espacio a Fushiguro en caso de que se arrepintiera. Decidieron salir a estudiar al aire libre para romper con la rutina de sus habitaciones, pero, aunque alguien los viera besándose, probablemente a nadie le importaría su relación -tal vez sólo al profesor Gojo, para poder molestarlos-. Sin embargo, eso no quitaba que la exposición fuera vergonzosa para dos adolescentes, por lo que quería guardar las precauciones necesarias.

Como si eso le importara a Fushiguro. Se inclinó hacia los labios de Itadori con rapidez, incapaz de soportar la lentitud con la que el otro actuaba. A pesar de ser impulsivo por naturaleza, pensaba muy bien cómo comportarse cuando se trataba de sus interacciones románticas, siempre siendo considerado con su novio, aunque no fuera necesario.

Movió sus labios con lentitud, en un beso que pudiera disfrutar pero que no escalara a nada más. No dejaban de estar en público, después de todo. Y, aunque sus labios simplemente acariciaban los otros, se sentía bien. La calidez de los labios de Itadori era algo que encontraba fascinante, así como el otro chico estaba encantado con la suavidad de los labios de Fushiguro.

Su beso duró un buen rato, típico de las parejas que todavía son nuevas y siguen en la fase de luna de miel. Pero ninguno de los dos creía que alguna vez fueran a superar las mariposas en el estómago, el nervioso hormigueo de sus extremidades, y el calor que inevitablemente subía a sus rostros cada vez que se besaban. Lo habían hecho una y otra vez, pero no cabía en su mente la posibilidad de alguna vez cansarse de esto.

Una vez se separaron del beso, Itadori se lanzó hacia sus labios una vez más, aunque ahora el contacto duró menos tiempo. Y, después de eso, lo volvió a besar. Y otra vez. Y otra. A pesar de que eran pequeños besos, cuyo roce duraba apenas unos pocos segundos, eran suficiente para volver loco a Fushiguro.

—¿Te molesto? —Preguntó Itadori, deteniéndose de repente. Se había dejado llevar y ya había perdido la cuenta de cuántos pequeños besos le había plantado a Fushiguro. Aunque no dudaba del amor que el chico sentía por él, quería ser cauteloso. Su relación seguía siendo reciente, después de todo.

—Por supuesto que no —Respondió Fushiguro, como si fuera la respuesta más obvia del mundo. Y lo era, puesto que acercó su rostro al de Itadori para besarlo una vez más y demostrarle que nunca le molestaría recibir sus besos.

Peck. (ItaFushi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora