Náuseas

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Emily

Dos meses después

Estaba aterrizando en Barcelona, había estado dos meses en Londres y fue todo increíble. Había trabajado la mayoría de los días y los días que no lo hacía descansaba porque mis nuevos síntomas me estaban matando, no solamente a mi también a Pedri. Náuseas, las malditas náuseas no me dejaban comer mucho.

Hace un mes me hicieron una ecografía y la doctora me dijo que ya era posible saber el sexo del bebé, pero me negué en saberlo y le dije que si me lo podía anotar en algún papel. Quedamos con Pedri en hacer una pequeña revelación solos, así que apenas llegara a Barcelona teníamos que ir a buscar un pastel que pedimos.

Decidimos en que tendríamos el embarazo en privado, que no publicaríamos nada hasta que nosotros quisiéramos y les pedimos a nuestros amigos que no dijeran nada. Al igual que a nuestras familias.

En el trabajo; por las sesiones de fotos muchos se dieron cuanta que estaba embarazada y que ya se notaba mi embarazo. Les comenté que me gustaría que mis fotos no se publicaran de inmediato, aceptaron. Yo debía avisarles, aunque mi campaña y mis fotos tampoco eran tan urgentes.

Estaba bajando del avión cuando veo a Pedri apoyado en el capó del auto esperándome con un ramo de girasoles. Tomé mi maleta y caminé hacia el.

—por fin-me lanzo a sus brazos y él me levanta-te extrañé mucho.

—yo mucho más-me besa y baja su mano junto a su vista-veo que creció esa panza, se nota mucho más.

—nuestro bichito se quiere hacer notar. No quiere ser oculto.

Bichito era el apodo que le pusimos una noche con Pedri, una noche cuando ambos estábamos con náuseas y con dolores. Era nuestro bichito especial.

Manejó hasta la pastelería que habíamos encargado el pastel que tanto esperábamos y ambos nos bajamos.

Muchos pidieron fotos y autógrafos de Pedri, pero ninguno notó a mi bichito que está oculto gracias a una sudadera de mi novio.

Nos entregaron la caja del pastel y salimos de la pastelería que es mi favorita, hacía pasteles increíbles.

Se supone que íbamos a ir a la casa de Pedri, pero se desvió de ese camino. Llegamos a un camino donde antes de pasar Pedri tuvo que marcar una tarjeta y un conserje lo saludó como si lo conociera hace mucho.

—¿dónde estamos?-le pregunté con el ceño fruncido-

—ya verás.

Manejó unos pocos segundos y vi como de apoco fue doblando a la derecha para entrar a un estación.

—Pedri-lo miré negando-

—vamos-pasa por delante y me abre la puerta-

Vi la casa, era blanca de segundo piso con el tejado negro y a su entrada tenía una escalera que daba a la puerta. Había un ventanal en una esquina, la casa era hermosa.

Entramos en ella y no había nada, ni una silla.

—bienvenida a nuestra nueva casa, nuestro hogar.

Dear pedri/Pedri gonzález Donde viven las historias. Descúbrelo ahora