Dhavek, señor de la oscuridad.

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Dhavek.


La niebla había comenzado a llegar. La noche, oscura como siempre, inspiraba pavor a los civiles. La luna había desaparecido, las estrellas se encontraban cubiertas por nubes tormentosas.
Las puertas comenzaron a ser trancadas, los alambrados electrificados fueron encendidos entre chisporroteos, protegiendo a las personas en las instalaciones de los Sobrevivientes.
Hacía solo dos años que los dhavekaes habían llegado. Criaturas nocturnas que llegaban con la niebla. La humedad y la oscuridad les encantaba y los incitaba a cazar. Ellos habían nacido de la oscuridad del mundo, y en ella se sentían cómodos.

Poco sabían los sobrevivientes sobre ellos, estaban conscientes de que habían perdido a familiares y amigos, y que gran parte de la humanidad fue cazada por esos monstruos.

Cuando la niebla llegaba y las oscuridad los cubría era mejor encerrarse en la base, encender los reflectores y electrificar las alambradas. Nadie debía ni quería salir.

Los pocos que sobrevivieron a un encuentro con un dhavek los describía como criaturas humanoides, de ojos rasgados dorados y piel grisácea, su cabello era alborotado como ramas rebeldes de un tono blanco. Algunos aseguraban que ciertos dhavekaes tenían marcas doradas en su piel, como bellos grabados en arabescos. No sabían por qué solo unos pocos de ellos las lucían.

Nadie debía salir, eso era seguro, pero había ciertas circunstancias donde dos personas debían salir de las instalaciones, esos momentos eran para sacar la basura. No podían permitir que ratas o gusanos invadieran la base, suficiente tenían con los monstruos de afuera.
Una gran zanja había sido cavada a cien metros de la base, donde los valientes arrojaban la basura. Siempre iban de a parejas, uno que arrojaba la basura y otro armado que se encargaba de protegerlo.

Esa noche solo una persona se había animado a recorrer los cien metros con cajas llenas de basura, y esa persona era Shannon, la estratega y directora de seguridad de los Sobrevivientes. Marco la acompañaba, pero a solo cincuenta metros se detuvo, apuntando con su M16 en varias direcciones.

—Deberíamos regresar, hay más niebla que de costumbre y deben haber bastantes de esas mierdas —escupió Marco con desprecio.

—Nadie te obligó a acompañarme, tú solito te ofreciste. Prefiero recorrer veinte metros en la niebla que vivir con ratas recorriendo mi cuerpo.

—Suertudas las ratas...

Shannon ignoró ese comentario y despacio se adentró en la niebla. Sabía que Marco la deseaba pero ella no tenía interés en establecer romances en medio de la vida de superviviente. No importaba "cuán atractivo era" según las mujeres del lugar, a ella solo le parecía una masa de músculos incapaz de pronunciar dos palabras juntas.

Se detuvo de golpe al sentir un viento frío rozándole la nuca. Respiró hondo y siguió su caminata. Debía tantear el suelo con un pie antes de dar un paso, la niebla apenas le permitía ver su propia mano. La humedad se sentía en el aire y respirar se le estaba dificultando, era casi un martirio inspirar todo esa gélida niebla.
Sintió que la rodeaban, pero estaba segura que solo era una broma de su imaginación, por lo que arrojó la basura en la zanja y regresó a paso veloz. Podía ser su imaginación pero no debía tentar a la suerte.

Cuando salió de la niebla suspiró con alivio, viendo a Marco ahí, apuntando.

—Apúrate, muñeca, que la niebla avanza.

Shannon llegó hasta Marco y lo ignoró por completo, dedicándose solo a intentar llegar a la puerta de la alambrada, ahora con la electricidad desconectada para ellos.

—Espera, muñeca.

Marco la sujetó de un brazo tironeándola hasta él. La besó con fuerza antes de que una bofetada se marcara en su rostro.

—Vamos, no te hagas la difícil, veo cómo me miras...

—¿Con asco? ¡Ya suéltame!

Shannon intentó correrlo, pero él la arrojó al suelo, ubicándose sobre ella. Intentó besarla mientras acariciaba su cuerpo, ignorando los chillidos y golpes de ella. Él era más fuerte y obtendría lo que quería, nadie lo rechazaba, mucho menos una niñata pedante con aires de superior.
Shannon lo insultaba, ella era inteligente, una estratega, seguro se le ocurriría algo. En ese momento lo único que se le ocurría era llorar y golpearlo, porque era débil, porque no era tan inteligente como todos creían.
De repente, sin que Shannon tuviera tiempo de pestañar, Marco era lanzado lejos de ella con un grito de dolor. Vio a un ser de piel grisácea lanzándose encima del inmenso hombre. Clavó su dentadura cubierta de colmillos en la yugular de Marco, matándolo. El olor a sangre llenó el lugar y Shannon solo pudo gritar.
El dhavek no giró para verla, pero ella se arrastró hacia atrás mientras lo observaba. Era un macho, joven según podía ver. Marcas doradas se lucían en sus hombros y rostro, y sus ojos dorados parecían brillar entre la oscuridad y la niebla.

Cuando el monstruo estaba por alejarse arrastrando a Marco de una pierna, ella le habló.

—Gracias...

El dhavek giró, parecía enfadado. Soltó a Marco y se acercó a ella, que pudo ver su rostro. Sus ojos eran rasgados y dorados, su nariz parecía unirse con la frente, de forma angulosa y dura. Su mentón era prominente y las marcas que rodeaban sus ojos y mejillas parecían brillar.
La criatura se limpió la sangre que cubría su boca y rodeaba su mentón y, mirándola con desprecio, le respondió.

—No lo hice por ti, ni para ayudarte, no agradezcas jamás esto.

Shannon se sorprendió de que hablara español, aun con ese extraño acento trabado.
El dhavek se ubicó sobre la punta de sus pies y dedos, agachado en el suelo. Comenzó a olfatearla y la miró con asco, casi escupiendo.

—Hueles a maldad, egoísmo y soberbia. Tú no eres mejor que él, pero hoy tocó ser víctima y hoy tocó que la maldad de él fuera mayor. Hoy él será mi cena y tú lo serás en un futuro.

»Te he visto, cómo tratas a los demás. Nosotros nos alimentamos de maldad, y aunque estás inmadura la maldad huele fuerte en ti.

Dicho esto, el dhavek se alejó de ella sujetando la pierna de Marco, llevándose su cena. Shannon quedó helada ante la ferviente amenaza a futuro.
Los dhavekaes se alimentaban de maldad, se creían los protectores del mundo, los guardianes del bien y el mal. Para Shannon solo eran unos monstruos más, sin conciencia o inteligencia, pero ese kanevhan, con su cabello blanco enredado hacia arriba como ramas, parecía gozar de lucidez.
Shannon entonces analizó la situación, las características de ese dhavek en comparación a otros. Sus marcas que nunca supieron a qué se debían.
Se percató de que ese dhavek era más longevo de lo que aparentaba, y que las marcas doradas pertenecían solo a líderes.
Shannon temió entonces lo que podría suceder si más monstruos como ese comenzaran a llegar.
Carnivoros, inteligentes y perceptivos.
El mundo se convertiría en un lugar donde solo criaturas vivirían, porque ningún humano jamás sería tan puro como para no llevar una pizca de maldad.

—Aun así, gracias...

Susurró Shannon al aire, segura de que el dhavek la estaría oyendo. Segura de que esperaría a que su oscuridad madurara para poder convertirla en su cena. Solo le quedaba intentar cambiar, eso si quería vivir.

«Ese es un pensamiento egoísta»

Se dijo a sí misma.

Cambiar sería difícil.

Dhavek (One shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora