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Aquella pequeña niña de cabello tan blanco como la hermosa nieve tenía sus muñecas apretadas con fuerza mientras una cuerina rasposa las rodeaba. Su piel sintió aquel frío metal a la vez que era retenida en contra de su voluntad. Sus ojos rojizos pudieron divisar a los lados de su cuerpo cómo dos personas de piel pálida se encargaban de amarrar sus extremidades inferiores.