Capítulo 2

4 0 0
                                    

A la mañana siguiente, mi cabeza dolía de desesperación por el proyecto. Micaela se volvió a ofrecer para ayudarme otro poco, asegurando que ya había terminado el suyo. Quise negarme, sin embargo, tiempo era algo que ya no tenía. Mañana a medio día debía entregar mi novela corta en literatura y no es como que fuera una gran maestra de letras como Micaela, que en un día y medio tenía suficiente para un diez como calificación.

Durante clases me andaba con cuidado de no toparme a Gabriela. Hace un tiempo se había corrido el rumor que tanto fue el hostigamiento hacia Cass que prefirió cambiarse de escuela. Todo por unos pantalones. No creía que eso fuera siquiera motivo para molestar a alguien, pero aquí en el colegio Escudo y Espada de un pequeño pueblo como Desfil, se cegaban mucho a la ignorancia y cuándo les parecía bien, hacían colectas para sacar a alumnados que pensaban no pertenecer aquí.

Claramente no era el mejor instituto, pese a eso, nada comparado con Luz y Gloría. Se llegó a saber de una chica que recurrió al suicidio en los baños por el bullying, no hacía más de tres años. Era bien sabido que tenía mala fama y nadie quería toparse con ellos. Muchos pensarían que por el nombre es una escuela religiosa, sin embargo, no imparten ninguna religión y suelen ser muy agresivos si se les molesta.

Luz y Gloría consideraba nuestro colegio como escuela para riquillos (como solían decir despectivamente), siendo ellos un colegio con muchos problemas por parte del plantel y docentes. Claro que aquí se encontraban hijos de personas importantes, con suficiente dinero para incluso salir de Desfil si quisiesen, luego estaba yo. No es que fuéramos unos millonarios, pero gracias al trabajo de Megan, podría permitirse pagarme este colegio y una casa en una zona medianamente aceptable.

Fui una de las primeras en salir del colegio, sin embargo, las ultimas en irse. O eso se veía. Micaela me había dicho que la esperara en lo que hacía unas cosas. No respondía a mis mensajes y eso me impacientaba cada vez más.

El pasar de los minutos y que me encontraba debajo del árbol del estacionamiento, me permitía ver salir a todos mis compañeros. Entre ellos, a Gabriela. Sin pensarlo, agache la cabeza, fingiendo ver una mancha imaginaria en mis zapatos por un largo tiempo, solo por si las moscas.

La suerte había estado de mi lado hoy, esperaba que así siguiera.

No bastó mucho para que Micaela me texteara que iría más tarde a mi casa, pues debía solucionar un imprevisto y tardaría. Supuse que ese imprevisto se trataba con ese chico que se mensajeaba, pero no quise indagar y me limité a que la veía por la noche. No obtuve respuesta.

Tan pronto como crucé el gran portón negro del colegio con dos espadas atravesadas al escudo, me llevé la ingrata sorpresa de Gabriela junto con su mejor amiga Camille, recargadas en su auto nuevo que se esmeró en presumir desde la semana pasada.

— ¡¿Pensaste que no me acordaría de ti?! —soltó una carcajada sonante, que, aunque era muy bella, me causaba pavor.

Camille fue la primera en acercarse a mí y tomarme del brazo antes de que siquiera pensara en huir. Su cabello rubio iba más corto que la última vez, apenas y tocaba sus hombros. Ella siempre había sido de melena larga, pero desde que se le había visto con Gabriela, no lo llevaba más. Sospechaba que Gabriela le habría endulzado el oído para que lo cortara y solo ella mantener su brilloso cabello rojo con bucles cayendo por sus pequeños hombros.

¿Cómo podría haber tanta maldad en un ser tan pequeño? Gabriela no debía de pasar del uno sesenta. Sin tacones, claro. Escudo y Espada, nos exigía llevar el uniforme completo, aunque eran más liberales con el calzado, por lo que la mayoría de las chicas suele tener zapatos con plataforma o con tacón pequeño.

Y cuando menos lo pensaba, ya me encontraba arriba del carro de Gabriela, con Camille sujetándome para que no abriera las puertas del coche. Y aunque lograse abrirlas, dudaba mucho lanzarme del coche en movimiento.

ColapsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora