Una galleta enamorada: Sabrina

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Capítulo 1: Sabrina, 18 de Enero

El móvil empieza a sonar en mi mano así que suelto la esponja que se desliza por el fregadero hasta caer al suelo, la miro con pena, pero mis nervios no me dejan pensar en recogerla, así que sin perder ni un segundo descuelgo.

¿Cómo ha ido?- Pregunto sujetándome el pecho para que no se escape mi corazón acelerado.

Han aceptado tu oferta así que, ¡enhorabuena! El bajo es tuyo. Te enviaré los papeles para formalizar todo cuanto antes.

¡Muchísimas gracias!

Cuelgo y empiezo a saltar de alegría, algo que no recomiendo hacer con el suelo mojado, porque en un momento casi me caigo, pero me agarro a la encimera consiguiendo mantener el equilibrio. ¡Hoy nada va a quitarme la alegría! ¿O sí? Me paro en seco al ver la cara enfadada de Óscar.

¿Qué se supone que estás haciendo? Deja el móvil y sigue fregando los platos.

Lo siento pero no aguanto más aquí, me voy.

Y eso hago. Me saco el delantal y se lo doy, dejándolo pasmado, con su cara de imbécil y aprovechado. ¿Cómo se puede ser tan ruin? Llevo cinco años trabajando más de catorce horas diarias en la cocina del restaurante "Pimiento verde", aguantando los gritos de mi jefe y sin recibir ni un simple "gracias".

Pero algo de culpa también tengo yo por no haberle hecho caso en la entrevista, que aún recuerdo perfectamente:

Hola Sabrina, he estado leyendo tu currículum y me has dejado impresionado. No solo eres graduada en gastronomía con especialidad en repostería sino que has sido la primera de tu promoción. ¿Estás segura de que quieres este trabajo? Con tu currículum podrías encontrar un puesto de becaria con algún repostero famoso, estoy seguro de que estarían encantados de tenerte en su equipo.- Este podría haber sido el primer aviso de que el trabajo no era para mí, pero lo ignoré porque además, esa voz tan dulce y comprensiva distaba bastante de sus gritos habituales. ¿Cómo iba a saber que era un monstruo?

Seguramente tengas razón, pero necesito el dinero, ahora mismo no puedo pensar en ser becaria.

¿Estás segura? Eso te abriría muchas puertas para el futuro.- Y aquí el segundo aviso del infierno en el que me estaba metiendo.

Tengo claro lo que quiero y ahora mismo es esto.- ¿Lo era?

Lógicamente no hablamos mucho más y empecé a trabajar a la semana siguiente. El sueldo era el mínimo pero eso no me importaba porque al no tener vida social conseguía ahorrar más del ochenta y cinco por ciento, lo malo era tener jornadas de catorce horas cuando lo estipulado en el contrato habían sido ocho, pero no me quejé en ningún momento, ni siquiera por los gritos diarios cuando algo no salía como él quería o porque simplemente había pasado una mala noche. ¿Pero sabes una cosa? Eso se ha acabado, por fin he conseguido ahorrar para la entrada del local de mi nuevo negocio.

Ya en el tren me acomodo en mi asiento, me pongo unos cascos sin conectarlos a ningún dispositivo y cierro los ojos.

"Papá, mamá, lo estoy consiguiendo", susurro girando la cabeza hacia el cristal.

A veces, cuando tengo los ojos cerrados me gusta pensar que están a mi lado, apoyándome en cada decisión que tomo y protegiéndome como solo los padres saben hacer.

¡Cuánto los echo de menos! Y eso que los perdí con tan solo cuatro años, pero te aseguro que por mucho que pase el tiempo el amor continúa y el dolor no disminuye... ¡Ni sus recuerdos! Así que los abrazo fuerte mientras el sueño se va apoderando de mí y los veo llegar agarrados de la mano y sonriéndome...

La vida es mejor con amig@sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora