Mentiras que caen por su propio peso

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—Mamá, ¿dónde está Evan? —preguntó mientras miraba la hora en la esquina de su teléfono. La noche ya empezaba a extenderse y acababa de irrumpir en su habitación hace unos pocos minutos, pero no encontró a nadie.

La mencionada le miró interrogante.

—Es que tengo que hablar sobre algo con él... —se justificó mientras se acercaba a su madre, ojeando la serie que tenía puesta en la televisión.

—Salió con Gregory hace... —se asomó para mirar hacia el reloj de pared—. Dos horas... —dijo sorprendida. Se le había pasado el tiempo volando...

Ambas se miraron, algo confusas. Evan, al contrario que su hermano, no era mucho de llegar tarde a casa.

—Vale, le voy a llamar —avisó mientras tecleaba rápidamente en su teléfono.

Tuvo hasta tres intentos para que Evan le respondiera antes de ser enviada automáticamente al buzón. Bufó, empezando a malhumorarse.

Otra vez, el estúpido de Gregory le apartaba de su hermano.

Espera, es verdad. Evan está con Gregory. Después de... esa carta. ¿Qué estarán haciendo tan tarde fuera? ¿Estarán en la casa del árbol? ¿Siquiera lo habrán hablado? Con lo retraído que llega a ser su hermano algunas veces no le extrañaría que, de alguna forma, hubiera ignorado el tema.

Pero por favor, cuando se trata de Gregory es obvio que no hará. Elizabeth no era tonta. Entonces, ¿qué? ¿es mutuo? ¿se confesaron?

Ella siempre supo que Evan tenía cierto don a la hora de esconder lo que realmente pensaba bajo una máscara de tranquilidad y seriedad, pero incluso él era víctima de pequeños deslices imposibles de pasar por alto cuando miraba a Gregory de esa forma en sus partidos de hockey...

Elizabeth siempre tuvo un conflicto con eso; con el hecho de que ambos dieran a veces señales demasiado claras de la reciprocidad de sus sentimientos pero decidieran no hacer nada al respecto.

Por eso, a veces llegó a pensar que estaba loca, que solo ella lo veía...
Que solo eran alucinaciones producto de las paranoias de melliza mayor.

—¿A ti tampoco te responde? —escuchó preguntar a su madre, a lo que negó con la cabeza—. ¿Tienes el número de Gregory?

—Sí, probaré a llamarle a él. Puede que a Evan se le haya olvidado quitarle el modo avión o... lo que sea que le haga no responderme.

Por primera vez, agradeció el mantener guardado aún el chat grupal de la clase que compartió con Wheeler años atrás.

Su madre apagó el televisor, levantándose del sofá para ir al comedor (donde estaba la entrada al patio trasero) y empezó a dar vueltas, poniéndose algo nerviosa.

De repente, justo antes de Elizabeth pulsara en la pantalla para llamar al... supone que ahora no tan amigo de su hermano, escucharon como la puerta trasera se abría descuidadamente y, con ella, unos sordos pasos acompañaban a unos exasperados jadeos.

Sin duda, eso no era una buena señal...

—¿Evan? ¿Qué-? —cuando la señora Afton notó la pálida cara de su hijo empapada en lágrimas, no perdió ni un segundo más para ir a abrazarle—. ¿Estás bien? ¿Alguien te hizo algo? ¿Fue Michael? —Sintió cómo Evan apoyaba la cara en su hombro mientras intentaba no volver a romper en llanto, devolviéndole el abrazo débilmente—. Cariño, no llores, estoy aquí...

『Entre Galletas y Juegos de Mesa ✮ Gregvan』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora