Carta

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Me pediste espacio, con lágrimas en mi rostro y la voz cortada te supliqué que te quedaras, no me diste razones, solo decidiste marcharte, no te importó en absoluto mis sentimientos y me dejaste, allí, tirada, con el alma hecha pedazos...

Me pediste tomar distancia, como si los kilómetros que separan las ciudades donde vivimos no fueran suficientes para estar tú sin mi y yo sin ti.

Me pediste tiempo, porque el vernos o hablar con la frecuencia que lo hacíamos era demasiado para ti; a pesar de todo, te di lo que pedías, sin saber que es lo que esperabas de mí o qué querías, aunque el dolor de a poco me consumía, todo te lo di.

Te alejaste tanto que creaste un abismo entre nosotras y mi amor desesperado por alcanzarte saltó al vacío, quedó atrapado en ese hoyo donde perdió la voz tratando de llamar tu atención, gritando tu nombre, asustado en medio de la oscuridad, anhelando regresar a la calidez de tus brazos, [suspiro], tristemente nunca hubo respuesta.

Así fueron pasando los días y mientras tú seguías tu camino, mi vida perdió el sentido; estando en esa fosa, en soledad, mi amor aprendió que si quería avanzar debía soltar ese egoísmo de querer tenerte a su lado, siendo tuya y tú mía; entonces, después de tanto sufrir decidió soltarte. Hoy, aún eres importante, pero de una manera diferente, ya no necesito , ni sueño con tenerte, aunque si deseo tu bienestar siempre, sólo sigamos nuestras vidas, disfrutando la compañía. Queda una amistad y un recuerdo para toda la vida.

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