Un viaje estropeado

0 0 0
                                    

Pronto iría a un lugar diferente, otra cultura, otro ambiente, otras personas y otro país, por lo tanto, mientras esperaba ansiosa la hora de irse. Estaba en el baño frente al espejo, recogiendo su cabello en una coleta. Ir a otro país, emprender un nuevo viaje le animó bastante; había ahorrado todos los años que estuvo en el bachillerato el dinero del almuerzo; sin embargo, cuándo puso la liga en su pelo, la puerta se abrió. Sorprendida se giró y aquel hombre entró cerrando la puerta. Se quedó pasmada por la persona que tras ella le miraba por el espejo con seriedad.

— Cuídate mucho — dijo.

Esas palabras retumbaron en sus oídos muchas veces, provocando un leve sonrojo en su rostro; se veían por el espejo sin parpadear y él acercó sus labios lentamente a su oreja, acto qué la sobresaltó de inmediato pensando que le daría un mordisco en aquella parte sensible de su cuerpo, aunque él, solo habló en un susurro:

— Pase lo que pase, te estaré esperando —. Aquel susurro provocó que su rostro se enrojeciera más. Él abrió la puerta y salió perdiéndose en los escalones. Así pues, la joven le siguió y se sorprendió al ver qué su madre les veía seriamente. Tenía miedo a ser juzgada porque se enamoró de un hombre mayor.

Ninguno dijo nada y aquel que le había despertado sentimientos y sensaciones, pasó de largo bajando por las escaleras y desapareció al llegar al primer piso; mientras tanto agachó la cabeza para que su madre no viera su sonrojo. Bajó las escaleras lentamente confundidas. ¿De dónde había salido? ¿Cómo entró? ¿Por qué sabía de su viaje? Su madre ni siquiera lo conoce y no dijo nada porque ha entrado hasta la casa ¿Por qué? Todas esas preguntas invadían su mente y aun así no podía sacar de su cabeza aquel momento donde ambos se contemplaron por el espejo. Temblaba; verlo ahí y sentir su respiración cerca de su oreja mientras escuchaba su voz, ¿eran reacciones de enamoramiento? ¿O lo amaba? ¿Por qué?

Cuando volvió a la realidad, estaba por entrar a la casa de su abuela paterna, no le importó el momento que llegó ahí; sin embargo, su amiga le esperaba para partir de viaje en la estación de tren que quedaba a media hora de su ubicación ¿Entonces qué hacía allí?

Le llamaron por su nombre y se giró al instante. Su padre había gritado; se veía molesto, muy molesto. No pudo evitar sentir miedo y meterse a la casa; su padre, que le había alcanzado, la tomó por el hombro derecho, girándola tan bruscamente que todo pasó muy rápido, pues no vio la bofetada qué le propinó en la mejilla izquierda, sintió el impacto fuertemente rompiéndole el labio.

Su padre gritó:

— ¡¿A dónde crees que vas?! —La joven comenzó a llorar asustada. — ¡No creerás que te dejaré ir! ¿O sí? Aquí te quedarás y no irás a ninguna parte y eso es por descubrir tu secreto.

Lloraba desconsolada al no poder distinguir si lo hacía por el dolor o por qué ya no podría irse de viaje. Perdió la noción del tiempo y bajó la vista con tristeza al ver la imagen desfigurada de su padre por el enojo. Le provocaba terror, nunca lo había visto de esa manera, de hecho, él nunca le había golpeado.

De repente sintió las manos de su papá en sus hombros zarandeándola.

— ¡Contesta! —Dijo furioso.

Ella seguía llorando; de verdad su padre nunca le había pegado. Luego, en un parpadeo, mientras le veía con tristeza y asustada, miró un puño impactarse en la cara de su progenitor, acompañado de aquella voz que le hizo latir el corazón con fuerza.

— ¡Si vuelves a ponerle un dedo encima, te mato! — Gritó.

Sintió un enorme vació en el estómago, un nudo en su garganta, alivio, tiritaba de pies a cabeza y ese hombre, golpeaba a su padre.

— ¡Basta! — Gritó tomándole del brazo. —¡Déjalo!

— ¿Qué?

— Déjalo.

Fue tanta su insistencia que soltó a su padre, a quien le sangraba la nariz. Furioso les vio y se fue de la casa sin decir más; sin embargo, fue amenazado:

— Si vuelves a tocarle, aunque sea un pelo, te mato.

Así pues, el recién llegado se acercó y la abrazó dando un tierno beso en su frente, después delicadamente se separó para contemplar su rostro empapado en lágrimas y sangre.

— Se te hace tarde. — Le limpió la sangre del labio suavemente con la yema de su dedo. — Ella te espera, debes irte ya. Yo te esperaré... cuándo regreses, yo estaré aquí.

Obediente, la joven dejó de llorar, aunque, un montón de preguntas se formaron en su mente y mientras pensaba en ellas vio a su amiga esperándola en las vías del tren caminando. Nuevamente, estaba en otro lugar. Caminó hasta su amiga y la saludó ondeando la mano izquierda.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 26 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Crónicas de un soñador IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora