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Harry Potter, el perfecto hombre soñado para cualquier mujer o ser humano viviente, su vida entera estaba llena de las cosas más exquisitas y envidiables que sólo se podía soñar con tener, riqueza, fama, poder e incluso una belleza inconmensurable que hacía tambalear a cualquiera pero nada de eso era suficiente para aquel héroe del mundo mágico, nada lo llenaba y desgraciadamente, seguir viviendo en esa burbuja de mentiras donde aparentaba ser feliz, le estaba consumiendo la vida poco a poco.

Harry se había casado, sí, luego de la guerra y conforme los años pasaron, su relación con Ginny continuó lo suficiente como para finiquitar un matrimonio y como Harry realmente no tenía expectativas en el amor ni tampoco creía o tenía ánimos de conocer más gente, se dedicó a asentarse con la menor de los Weasley. En el fondo y a diario, la culpa lo invadía porque sabía que cierta parte de él se había aferrado a Ginny sólo por no querer estar solo y aquello era peor, no era que no la quisiera, la quería inmensamente pues era una gran amiga pero no la amaba como para quererla como su mujer, sin embargo, así era la vida y la tenía como su mujer, bastante irónico, ¿no?

—¿Vas a salir otra vez? ¿Es en serio? —Soltó la pelirroja con voz molesta estando en la cocina, viendo al moreno tomar su sueter y billetera.

—Sí, Ginny, saldré otra vez, no me esperes despierta. —Escupió con amargura y cansancio sin querer esperar respuesta y cerrando la puerta detrás de él.

Con el paso del tiempo, la relación entre ellos se había convertido en un cascarón sumamente vacío y sin emoción alguna, Harry ni siquiera había tenido relaciones sexuales con ella más de dos veces, una fue en la noche de su luna de miel y la otra fue en sus primeras navidades juntos pero ni siquiera la atracción carnal existía entre ellos, al menos de su parte pues no la lograba ver con esos ojos y, como era de esperarse, la frágil moral del elegido se desplomó y lo destruyó de una forma que lo sofocaba, la culpa lo consumía todos los días cuando se despertaba al lado de una mujer que no podía ver de la forma en la que ella lo miraba y sólo por el miedo a quedarse solo otra vez, permanecía aferrado, o que cada vez que ella mencionara expandir la familia, crecer juntos, él simplemente omitiera la conversación y la dejaba en el aire, sabía que estaba mal, lo sabía de sobra pero Harry estaba tan cansado de todo, ni siquiera pudo tener paz después de la guerra y tener la responsabilidad y carga de ahora el nombre del héroe del mundo mágico, un auror casi sobreexplotado pues prefería pasar horas trabajando con el riesgo de las peleas, la adrenalina del peligro para mantenerse ausente y encima siendo esposo de Ginny era una carga que lo ahogaba y era por ello que constantemente se iba por las noches a beber a un pequeño bar muggle poco concurrido y donde nadie sabía quién mierda era Harry Potter ni tampoco les importaba.

El ambiente dentro estaba como siempre, cálido, con música ligeramente alta que poco le importaba a Harry, la gente ni siquiera se inmutaba ante su presencia lo cuál agradecía pero eso no quitaba las miradas indecorosas que recibía pues sí, era más que el héroe del mundo mágico pero seguía siendo un idiota sumamente guapo y aquello Harry lo sabía, sin embargo, no se aprovechaba nunca de ello, podía ser tedioso incluso y una parte de él no se sentía acostumbrado a recibir atención más allá por su simple nombre y el hecho de que lo consideraran atractivo que era una cualidad únicamente suya, era inusual.

—¿Lo mismo de siempre? —La muchacha detrás de la barra apareció ante los ojos de Harry, era alta, de tez ligeramente morena con el cabello corto y unos ojos profundos color marrón, ya reconocía a Harry pues sin falta visitaba el bar, así que podía decirse que entre ambos tenían una inusual amistad.

—Sí, Katherine, por favor. —Expuso el moreno mientras sacaba de su bolsillo el dinero antes de tiempo pues siempre regresaba a casa tan ebrio que las primeras veces olvidó pagar— ¿Cómo está la noche? ¿Ya has sacado a varios vomitados? —Bromeó mientras se ganaba una risa de la contraria.

Secreto impuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora