capítulo 1

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El teatro estaba vacío, las personas ya no llegaban. La situación era deplorable; aquellos que asistían se retiraban demasiado rápido, nada les entretenía. Una risa resonó en todo el lugar: el señor se reía por la caída de uno de los chicos que intentó dar un salto al terminar el show. —Eso fue gracioso—dijo. —Si les causó gracias— Kim sonrió. Jung le dio una palmada en el hombro. —Mientras aún haya personas riendo, no tenemos que preocuparnos por el presupuesto de la venta de las entradas—dijo Jungkook, sonriendo ante lo dicho, y se sentó soltando las tiras de su corset. —¡Bailen, chicas emplumadas! Eso es deprimente— soltó con disgusto, mirándose al espejo, y removió un poco su cabellera rubia. —Mientras esas chicas bailen, yo gozaré de ellas—Jenny escondió una sonrisa tras decirlo. Esos ojos azules mirándola le causaron un escalofrío, Jungkook agarró su abrigo y salió de ahí sin decir nada. No iba a mentir, no le agradaba Jenny, siempre creyéndose el centro. Namjoon se levantó, agarró su abrigo para ir por el.





—Jungkook espera— se detuvo para hablar, pero empezó a toser. Jungkook lo agarró del hombro. —¿Estás bien, Nam? ¿Has comido bien?—Kim le sonrió.—No tengo hambre, así que estoy bien, Kook." Se agarró del brazo de Nam. "Invítame a comer—ese chiquillo siempre cuidándolo, pensó. —Vamos donde la señora Wang— dijo, caminando entre las calles. Todos pasaban con prisa. Era muy bajo lo que pagaban en los trabajos, y las personas tenían que pasar trabajando sin comer, sin descanso. —Llegamos, Kook, ¿estás bien?— salió de sus pensamientos. —Sí, estoy bien. Vamos a comer—dijo, jalándolo del brazo para entrar.







—Estoy pensando en volver a Seúl. Jungkook— estaba cansado y no soportaba ver su teatro tan silencioso, sin personas a quién hacer reír. Apretó la taza viendo a ese chiquillo al que había cuidado desde que llegó a Nueva York. —¿Por qué te irás? No lo hagas, no me dejes solo. El teatro volverá a ser igual de alegre que antes— sus ojos estaban cristalizados, quería llorar. El sentimiento de miedo por volver a estar solo lo embargó. Se levantó de ahí y corrió todo lo que sus piernas daban. El aire frío golpeaba su piel, sus lágrimas no se detenían. No quería que Nam se fuera y tampoco quería dejarlo solo estando tan mal. Detuvo sus pasos viendo que estaba enfrente de ese pequeño departamento que apenas podía sostener. Últimamente no lo había pagado porque aún no recibía pago y, con el estado en que estaba el teatro, dudaba que fuera pronto. Abrió la puerta y simplemente se dejó caer en la cama, durmiendo con facilidad. Hoy había sido un día cansado.

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