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Entré apurada a mi departamento apoyando mi frente en la puerta, escuché pasos acercándose y el olor a cigarrillo invadió mis fosas nasales.
— ¿Cómo te fue? —su mano tocó mi hombro y giré en seguida—.
— La cagué, boluda —hice una mueca con la boca—.
— ¿Qué hiciste? —.
Empecé a contarle con detalles lo que había pasado hablando rápido casi sin modular. Luisa me miró confundida unos segundos intentando descifrar qué había dicho.
— … ¿Vos sos pelotuda o te le caíste al doctor cuando naciste? —.
— Yaa seeé, pero me puse nerviosa y no sabía qué hacer —.
— Claro, y tu única opción, la única cosa que se te pasó por la cabeza fue huir. Como ayudarte, amiga —dio una pitada al cigarrillo y negó con la cabeza.— Llamalo —.
— ¿Qué? —.
— Llamalo, o enviale un mensaje pidiéndole perdón o no sé, pero así no te lo vas a agarrar nunca —.
La miré confundida por unos segundos y ella frunció sus cejas mirándome seriamente. Negué y caminé directo a mi cama para tirarme boca arriba, en seguida Luisa me siguió y se sentó a mi lado con su espalda apoyada en mis almohadas.
— Me vas a dejar el olor impregnado en la cama —dije mirándola, ella alzó sus hombros sin importarle—.
— Teniendo a un buen hombre, paréntesis, con lo difícil que es que te regalen flores los hombres de hoy en día… Lo dejás ir así no más —.
— Ni yo sé qué me pasó —oculté mi rostro entre mis manos y solté un grito ahogado—.
— Yo sí sé, y es lo mismo que te pasó con el morocho el año pasado, y es que no aceptás que te quieran de esa forma… Estás viviendo una historia de amor como si estuvieras en un libro romántico de Alice Kellen… Viví tus 22 y si no sale nada con Esteban ya está, al menos podes decir que te besaste a un actor —me alcanzó el cigarrillo y le di una pitada. De cierta forma tenía razón, me estaba negando a los actos lindos que Esteban tenía conmigo e ignoraba la posible historia de amor que puede nacer—.
