Prólogo

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El sol del anochecer arrojaba sombras alargadas sobre la desierta arena. El viento susurraba entre las dunas, llevando consigo la sensación de desolación. En ese penumbroso escenario, Hinata Hyuga corría con desesperación, su corazón latiendo con fuerza, alimentado por la angustia que se apoderaba de ella.

A lo lejos, la figura que se alejaba entre las sombras se desvanecía lentamente. La destrucción había dejado su marca en el paisaje, testigo mudo de un conflicto que había arrasado con todo. Hinata, con sus ojos perlados de tristeza, se esforzaba por alcanzar a la persona que se alejaba, pero la arena parecía atraparla, como si las mismas fuerzas que habían provocado la destrucción se interpusieran en su camino.

Con cada paso, Hinata sentía un nudo en la garganta, la desesperación apretándole el pecho. Extendió su mano hacia la figura distante, como si con ese gesto pudiera detenerla, hacerla regresar. Gritó con todas sus fuerzas, pero su voz se perdía en el eco del vacío en el que se encontraba. La arena, cómplice del destino cruel, parecía resistirse a dejarla avanzar.

La expresión de Hinata reflejaba una mezcla de dolor y súplica. Rogaba a quien estaba frente a ella, rogaba a los dioses, al universo mismo, que la persona que se alejaba regresara. Sus palabras se mezclaban con el fuerte viento, pero caían en oídos sordos. La figura a lo lejos se desvanecía, dejando a Hinata con la sensación de impotencia.

En aquel momento de desesperación, Hinata se arrodilló en la arena, con las lágrimas cayendo por sus mejillas. Levanto su cabeza al cielo oscurecido y continuó su ruego en un susurro desgarrador, como si la fuerza de su deseo pudiera trascender las barreras del tiempo. Pero la arena, testigo mudo de su tragedia, no cedía ante sus súplicas y el sol se sumergía completamente en el horizonte, ocultando el escenario en una oscuridad que reflejaba el vacío en el corazón de Hinata.

Bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora