Capítulo 2:Dibujos y Acordes: El Comienzo de una Amistad

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En el parque, donde la risa de los niños llenaba el aire, Ricky, con su cabello ondulado, estaba sentado en un banco, hojeando su libreta de dibujos. El sol iluminaba el lugar mientras los niños correteaban y jugaban. Era una tarde tranquila; la brisa acariciaba su cabello, una de las cosas que Ricky amaba sentir. El sol empezaba a ocultarse, y Ricky se encontraba inmerso en su propio mundo, ignorando completamente todo a su alrededor, como solía hacer. Con frecuencia venía a este parque para despejarse un rato. Muchas veces, mientras estaba allí, envidiaba a los demás que podían jugar y ser ellos mismos sin ser juzgados. Sin embargo, luego recordaba que aquellos niños eran la causa de su soledad, por lo que prefería quedarse en su propia esquina.

En esa tarde casual, escuchó una torpe melodía siendo tocada. Le pareció muy extraño, ya que generalmente era el único en esta parte del parque. Decidió ignorar aquel sonido que le desconcentraba de sus dibujos. Justo cuando estaba logrando concentrarse en el dibujo, volvió a escuchar la melodía, ahora un poco más estable. Se debatía internamente entre ir a ver quién era el dueño de esa melodía o quedarse allí sentado, permitiendo que le siguieran quitando la concentración.

Mientras debatía, la melodía se volvía más fuerte, y él optó por levantarse e intentar buscar al responsable de su desconcentración. Caminó durante unos minutos, pero al no encontrarlo, decidió regresar a casa. Sin embargo, al levantar la vista, logró ver a un chico de cabello rubio debajo de un árbol. No podía verlo bien debido a la distancia, pero decidió acercarse con mucho cuidado para no distraerlo.

Entonces, al dar unos pasos, notó que la melodía era acompañada por el suave sonido de las hojas crujientes bajo sus pies. Cada paso parecía sincronizarse con la música, creando una especie de danza espontánea que fusionaba el mundo tangible con el melódico. La curiosidad de Ricky se intensificó mientras se adentraba en el parque, siguiendo la melodía que le guiaba hacia el chico rubio.

A medida que se acercaba, notó que el chico estaba absorto en su propia creación musical, con los ojos cerrados y moviéndose rítmicamente con cada acorde. La luz del atardecer se filtraba entre las hojas del árbol, creando un escenario natural que realzaba la escena. Ricky se detuvo en silencio, maravillado por la pasión del chico rubio y la manera en que la música llenaba el aire alrededor de ellos.

En ese momento, Ricky se dio cuenta de que aquella melodía no era solo una interrupción molesta, sino una puerta a un mundo nuevo y emocionante que podía explorar. La música del chico rubio no solo le había llamado la atención, sino que le ofrecía una oportunidad de conexión y descubrimiento en medio de la tranquilidad del parque. Con una sonrisa, decidió quedarse un rato más, dejando que la melodía lo envolviera y se convirtiera en parte de su propia experiencia en aquel mágico rincón del parque.

Pero sin querer dio un paso en falso logrando con eso un fuerte estruendo por las hojas  que se encontraban en el suelo y apenado decidido cerrar los ojos esperando no haber sido escuchado por aquel chico del cabello rubio,  al no escuchar nada decidido abrir los ojos lentamente y al hacer esto se topo con unos hermosos ojos de color verde y la luz del sol escondiéndose hacia resaltar mas sus ojos verdosos, se quedó embobado durante unos segundos hasta que el niño rubio decidió romper el silencio

"sabes que es de mala educación no saludar" dijo aquel niño rubio con la cara completamente seria.

"perdón, no era mi intención no saludarte solo que te veías muy concentrado y era mejor no distraerte" soltó eso entre tartamudeos de lo rápido que lo había dicho y se mantuvo todo el tiempo con cabeza agachada.

"dios, era broma no deberías tomarte las cosas tan enserió, obvio que te puedes acercar sin saludar después de todo eres mi amigo"

"¿a-amigos? ¿tu y yo?" dijo señalándose y luego señalando al otro chico

"claro bobo, no veo a otro niño pecoso alrededor mío"

Ricky se quedó boquiabierto ante la respuesta inesperada del chico rubio. Ambos comenzaron a reír, rompiendo la tensión inicial.

"¡Vaya forma de hacer amigos tienes!", exclamó Alex entre risas, señalando el paso en falso de Ricky.

Ricky, aún asombrado por la respuesta positiva, no pudo evitar unirse a la risa contagiosa de Alex. "Bueno, parece que la mala educación tiene sus beneficios", bromeó.

La risa de Ricky se mezcló con la de Alex, formando una melodía alegre que resonaba en el tranquilo rincón del parque. Superada la vergüenza inicial, los dos niños se sentaron bajo el mismo árbol, compartiendo risas y anécdotas como si se conocieran desde siempre.

Alex, con su guitarra a un lado, le mostró a Ricky algunos acordes sencillos. Ricky, a cambio, le enseñó sus dibujos en la libreta, revelando su talento artístico. La conexión entre ellos creció, y el parque se transformó en su propio mundo lleno de diversión y risas.

A medida que la tarde avanzaba, la amistad entre Ricky y Alex se fortalecía. Descubrieron que tenían muchas cosas en común, desde gustos en música hasta pasatiempos favoritos. Sin darse cuenta, la puesta de sol pintó el cielo con tonos cálidos, marcando el final de un día lleno de sorpresas.

Decidieron que ese encuentro no sería el último. Acordaron encontrarse de nuevo en el mismo lugar al día siguiente, prometiéndose explorar más aventuras juntos. Ricky se despidió de Alex con una sonrisa, llevándose consigo la certeza de que había encontrado en aquel chico rubio no solo un amigo sino también un compañero de travesuras y risas en el parque.

Entre líneas y sonidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora