Alivio

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Bajo el nombre iniciar de A1

Eran días largos, para ambos, Mezzo ahora mismo estaba haciendo todo el papeleo para los próximos rituales que se llevarían en las cálidas tierras de Latam (✨), ayudando en las pequeñas cosas y organizando en lo que podía. Si el joven estaba estresado, no podía imaginar cómo estaba su querido cardenal. Podría decir que ya no necesitaba nada del sombreado oscuro alrededor de sus cuencas, pues las ojeras del cansancio hacían ese trabajo.


– No se ve muy bien...– menciono el castaño llegando con un montón de papeles listos, firmados y sellados. Esperaba que fuera un pendiente menos.

– Eh. Me he visto peor – bromeo Copia tecleando un par de cosas con rapidez. El sonido de la impresión causo un brillo en los ojos del hombre vestido de rojo, eso solo significaba que por fin el trabajo había terminado. Se estiró para recoger el papel, pero un suave quejido lo hizo volver a su silla nuevamente.
– ¿Está bien, cardenal? – Mezzo dejó los papeles en la mesa tan rápido como pudo, cuidando que ninguno fuera a caerse. Se acercó a dónde estaba sentado, Copia estaba ligeramente encorvado hacía el frente sobándose la espalda con una ligera expresión de dolor, consecuencia del exceso de trabajo que cargaba en su espalda; enseguida su expresión cambio a una sonrisa despreocupada al ver al joven.

– ¡Estoy bien! – agitó la mano para que no se preocupara – Es solo que necesito estirarm--Y así lo hizo, estiró los brazos hacia arriba, escucho como su cuerpo crujía y un – ¡Ouch! – salía rápidamente, volviendo a la posición encorvada.

– Cardenal, necesita un descanso –Sin dejarlo responder, se acercó a la pantalla para guardar el archivo con un nombre específico, incluso poniendo la hora y la fecha al final, para que fuera más fácil de identificar. Apagó el ordenador.

– Ya terminamos. Es algo que no voy negociar – replicó el joven alejándose unos pasos.

– Lo que necesito es un masaje – suspiro cansado, levantándose de la silla para intentar estirarse en vano, volvió a quejarse y a poner sus manos en la espalda – U otra silla –

Antes era una silla plegable, ahora era una silla vieja de madera, así que tenía razón, podría pedir una de esas sillas modernas de oficina con rueditas. Quizá trabajar sería un poco menos tedioso. Se imaginaba dando vueltas por la oficina, quizá haciendo carreras con Mezzo, o cualquier otro invitado con una buena actitud, antes de que Imperator viniera a regañarlos.

– Podría ayudarlo con eso – respondió el castaño sacando a Copia de su imaginación, recibió una mirada confundida, como si no lo hubiera escuchado, incluso podía escuchar su parpadeo – Con el masaje, por su puesto – sonrió con suavidad, y cruzó los dedos por debajo de sus manos.

– ¡Que amable de tu parte! – junto las manos como en un aplauso seco, se escuchó el ligero chillido de sus guantes. Miro rápidamente el reloj en su muñeca, murmuró un par de cosas, quizá haciendo tiempo hasta el minuto siguiente.

– Listo. Terminamos por hoy– menciono bastante alegre balanceándose sobre sus talones, cualquier regaño de sus superiores no tendría valor a partir de este momento.

– Me pondré algo más cómodo y te veré aquí ¿Está bien, Mezzo? – con un caminar lento se acercó a la puerta, esperando su respuesta. El joven no hizo más que asentir con la cabeza y una sonrisa amable.

En cuanto se cerró la puerta, el corazón de Mezzo empezó a palpitar con fuerza. Sería está la primera vez que pasaría un tiempo completamente a solas con el cardenal ¡Jamás pensó que ocurriera así! Es un cliché del que estaba harto de leer, pero su admiración simplemente se volvió cotidiana, y ahora en sus pensamientos estaba ese apuesto hombre con ligeras canas y un rostro amable, duro, enfocado... Obviamente sus sentimientos encontraban el lugar adecuado para ser liberados, como en los confines de su habitación o en pequeños trozos de papel donde escribía pensamientos dulces a ese hombre.

Que cursi.

Mezzo fue rápidamente a su habitación por un pequeño aceite que, al menos, le servía para el mismo dolor, aunque no tan profundo como debe ser para el cardenal. Los pasillos no eran tan largos, pero si tomaban un par de minutos llegar a la oficina, a veces se confundía de puerta. Una vez vio a Nihil y a la hermana Imperator coquetear encima del escritorio. Fue... Algo incómodo de ver. Así que se disculpó y estuvo en silencio todo el día, incluso fue extraño para Copia.

TrinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora