Volví a acomodarme en mi asiento por cuarta o quinta vez, ya ni siquiera lo recordaba. La silla del demonio se ponía más y más incómoda a medida que pasaba el tiempo. Papá y Jannis habían tenido una reunión temprano en la mañana y todavía no habían vuelto. Se suponía que revisara un par de expedientes por mi padre pero, tenía que aceptar que desde que llegué no había hecho más que hojear una y otra vez la montaña de papeles sin hacer nada realmente.
El día en general no pintaba muy bien. Hoy salía como a las tres (con permiso, por supuesto), no sin ninguna razón. ¿Recuerdan que mencioné la fiesta de mi madre? Bueno, pues a ella le había parecido una excelente idea torturarnos a Alice y a mí con las preparaciones de la misma. Rosalind podía ser muy segura en el ámbito laboral, pero si nos trasladábamos a la ropa o este tipo de decisiones, sí o sí, necesitaba que nosotros le diéramos el visto bueno.
A ver, puede que esté exagerando un poco porque no haremos más que elegir la paleta de colores para la fiesta y degustar posibles aperitivos, opciones de platos principales y postres pero, realmente anhelaba estar un rato acostada haciendo nada.
Alice se pasó media mañana mandándome mensajes para que la pasáramos a buscar por casa antes de ir porque se negaba a ir sola y tener que preguntar por nosotras. Tenía ese pequeño problema que era típico en las mujeres Collins: ser vergonzosas. Había veces en la que me cansaba de ser así y me ponía a discutir conmigo misma que si no hacía las cosas por mí misma pues, ¿quién las haría sino? Pero a ese tema no quería llegar exactamente.
No todo salió como lo planeado con el blog. La semana pasada estuve demasiado ocupada con el trabajo como para escribir, y a eso se le habían sumado un par de trabajos de la universidad. Había leído un par de comentarios de gente preguntándome qué había pasado así que me prometí que hoy lo actualizaría.
Celina, mi mejor amiga, había llegado ayer de sus vacaciones en lo que parecía haber sido un termo ya que no había tenido ni la más mínima noticia de ella desde hacía dos semanas. Al principio me preocupé por su repentina desconexión total pero cuando le pregunté a su hermano me tranquilizó diciéndome que ni a él le había contestado pero que su padre había llamado hace unos días y le comentó que allí los celulares funcionaban poco y nada.
Ya sé lo que me preguntarán, y sí, le conté lo del blog. Ella es una de mis amigas que me da el típico speech de siempre, que lo agradezco, y sé muy bien que es sincero porque me quiere un montón, pero si mirabas a Celi detenidamente podrías darte cuenta que era una chica hermosa y preciosa a las que sus padres la había criado para ser una mujer segura de sí misma y si no tenía muchos pretendientes era por el simple y único hecho de que era tímida y solía tener mala cara (lo que según nuestras madres, asusta), algo que de hecho, las dos compartíamos.
Me perdí dando vueltas pero retomando el tema de que le conté lo del blog a Celina, pues... casi me mata. No como tal, pero talvez me haya regañado por calentarme con un tipo que no conozco, no sé ni cuántos años tiene, y menos como se ve. Y la comprendí, les juro que lo hice, pero el tipo no hablaba como un viejo. A ver, sospechaba que era más grande que yo porque no respondía como un mocoso tampoco y, la manera en la que la charla había fluido de la nada me había gustado. Era peligroso que deseara volver a hablar con él, pero no es como si fuera a conocerlo en la vida real, solo es alguien que conozco en la intimidad de un blog cualquiera.
Al final solo me dijo que tuviera cuidado de no ilusionarme con alguien que no conocía solo por que tengamos buena charla (claro que no lo haré). La conversación se había terminado cuando Killian, su hermano mayor, pasó a buscarla por mi casa.
Killian... me hacía suspirar como una adolescente cada que lo veía. Si no me equivocaba había sido mi amor platónico desde que tenía como ocho años. Él y Mark eran amigos desde el vientre casi, al igual que Celina y yo, por lo que me había pasado mi vida viajando con su ellos y su familia hasta que se casó con Amelia, su esposa. No vivían en el país así que lo veía cada muerte de obispo, pero Celi se las ingeniaba para que termináramos hablando de vez en cuando, sabionda de mi obsesión por él, así que ahora que lo pensaba no me parecía tan raro que se haya desaparecido como la mejor las últimas semanas. Yo obvio aprovechaba las oportunidades pero sin alguna intención en lo absoluto, por más bello que fuera y aunque me gustara un montón tenía una mujer hermosa en casa.
ESTÁS LEYENDO
Nuestro Pequeño Secreto
RomanceSerena es una mujer joven con sueños y muchos objetivos por delante. Desea poder terminar su especialización y dejar el nido de sus padres al igual que el empleo dentro de la empresa familiar. Un día, ansiosa y curiosa por saber las experiencias de...