Historia de un romance con los integrantes de El Cuarteto de Nos; banda uruguaya.
|| • TaveMusso ¡!
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"Roberto tiene un rancho, pero nadie pasa o pasa a visitarlo. ¿Por qué será? La razón se desconoce, pero...
Santiago Tavella días después había recibido la carta, había decidido ir un Jueves al rancho del de rizos. El césped estaba húmedo debido a la lluvia de hace unos días, y el olor a la lluvia invadia sus fosas nasales.
Levantó la vista antes de tocar la puerta de la cabaña.
Roberto se puso de pie rápidamente al escuchar el suave toque del supuesto Santiago, y abrio la puerta.
—¡Hola! ¿Santiago, no?
—Sí, hola. Recibí tu carta, gracias por dejarme pasar.
Le sonrió el de figura ancha, tenía rizos — igual que Roberto— y un cabello ligeramente largo. La pequeña cabaña de Roberto contenía dos habitaciones, la del baño y la suya, luego el comedor y la cocina estaban en el mismo lugar. Santiago contempló la pequeña y acogedora casita, y tomo asiento en el sillón.
—Y, bueno, ¿Qué tal? ¿Cómo estás?
Preguntó el de cabello largo y de rizos, para sacar algún que otro tema de conversación.
—Oh, bastante bien. Estaba leyendo antes de que vengas...¿Y tú?
—Mhm, bien. ¿Qué leías precisamente?
—Libros antiguos que me encontré por allí. Solo los leí para despejarme un poco.
Roberto se rio un poco, mientras tomaba asiento al lado de Santiago.
—Interesante...¿Y...
Roberto y Santiago siguieron hablando, hasta que llegó la tarde. El barrio del de gafas quedaba bastante lejos del rancho de Roberto. Eran aproximadamente las 7.
—Santi, ¿Te querés quedar a comer?
Tavella sintió una punzada, pero una punzada extraña. Nadie lo había llamado “Santi”.
—¿Holaaa?
Santiago se había quedado paralizado, y el “Hola?” de Roberto lo hizo desvanecerse de sus pensamientos.
—¡Ah! Sí, si no te molesta...¿Querés que te ayude a cocinar?
—Es nada más poner los fideos en agua hirviendo y hacer la salsa, pero, no tengo ningún problema con que me ayudes a cocinar.
Roberto le dió una tierna sonrisa, haciendo que Tavella se sonroje ligeramente y le devuelva la sonrisa por lo embobado que estaba.
—Uh...Eh, sí, sí, dale, te ayudo.
Santiago se puso de pie, y camino con Roberto hacía la pequeña cocina, Roberto puso a hervir agua, mientras Santiago cortaba las cebollas y el morrón, pusieron la salsa de tomate y mezclaron con las verduras que habían cortado recientemente. Condimentaron, etcétera. Ahora solo quedaba esperar.
|| • || A las 8:30.
Ya se podían sacar los fideos. Roberto los paso por el colador, por suerte no se habían pasado ni nada. Luego mezclaron la salsa con los fideos que yacían colados y se sirvieron en un plato cada uno.
El de gafas dió el primer bocado.
—Fua...Cocinamos re bien.
—Sí, me sorprende. Igual capaz fue todo el impacto de la salsa, antes siempre que hacía me quedaba seca o algo así.
—Es que soy un buen cocinero.
Respondió sarcásticamente Santiago, y otra vez tuvieron una charla mientras comían los fideos.
—Uh...Se hizo re tarde, ya son como las 10...Encima me quedé sin nafta, la puta madre.
El de rizos largos gruñó.
—Bueno, si querés podes quedarte a dormir...No tengo ningún problema en eso. Yo duermo en el sofá y vos en mi habitación.
—¿Cómo vas a dormir en el sillón, Rober? A ver, yo creo que entramos los dos en tu cama...
Se golpeó la frente, le parecía un acto de bondad, pero estúpido, que Roberto duerma en el sillón cuando era su casa.
—Bueno, en realidad sí, es cama matrimonial...Pero yo para no molestart-
—Vos no molestas, Rober. Vamos a dormir, dale. Qué tengo un sueño de la puta madre.
El de rizos castaños quedó ligeramente sonrojado y aturdido. Trago saliva y sonrió, mientras acompañaba a Tavella hacía la cama.
Ambos durmieron juntos y bien arropados, afuera hacía demasiado frío, y las cobijas eran bastantes gruesas.
En medio de la noche, Tavella sintió unos brazos rodeándolo.
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635 palabras, fua
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