⠀⠀⠀⠀Los primeros destellos del sol, como tímidos suspiros dorados, apenas perceptibles para aquellos ojos que se niegan a despertar, filtran su presencia a través de las persianas de la confinada habitación donde Esteban refugia sus lástimas y sueños. La luz, apenas insinuada, se volvía un intruso sutil, un testigo silencioso que lo acosa para saber cada angustia nocturna que quiere ocultar.
⠀⠀⠀⠀En su inconsciencia, él jadeó en contra de su voluntad, exponiendo con sus respiraciones quebradas ─e idénticas a los ecos de un mal sueño─, su desdicha con las sábanas que velan sus dificultosas horas de descanso.
⠀⠀⠀⠀Y la caricia mañanera, propia de sí mismo, roza con delicadeza su aún adormilado y somnoliento rostro, que yace demacrado por la belleza entumecida en su interior. Lo cual es predecible, debido a lo acostumbrado que está su cuerpo de dormir lateralmente.
⠀⠀⠀⠀Siendo el mejor método para relajarlo completamente. Además, la eficacia de este le ayuda a entregarse al olvido momentáneo del sueño. Sin embargo, esa paz es frágil, capaz de quebrarse como un vidrio bajo la presión desconocida de algún objeto ajeno al cristal.
⠀⠀⠀⠀Esteban, cobijándose en la calidez de su cama, se sentía protegido por las cuatro almohadas que robó del segundo dormitorio ─perteneciente a Fernando─, ubicado a una habitación de distancia del suyo. Dicho escuadrón de cojines, son su única defensa contra las frías temperaturas que traspasan las paredes de su habitación en las altas horas de la noche.
⠀⠀⠀⠀Ahora ─centrado nuevamente en su plano─, preserva unos ojos entrecerrados que, a través de los iris, exponen una mirada carente de sobriedad matutina. Pero quién podía juzgarlo, si era fruto de la incertidumbre que lo envolvía cada vez que despierta en aquel colchón. El cual se niega a adherir el reconfortante aroma que desprende cada parte de su cuerpo. Forzándolo a olvidar aquella fragancia personal y familiar que lo ancla a una realidad que no siempre es pidiosa.
⠀⠀⠀⠀Poco después, mientras su postura va irguiéndose cerca la cabecera de la cama, Esteban ─o Teby para su círculo cercano─, recuerda lo que ocurrió la noche anterior mientras peina sus hebras desordenadas. Fernando y él compartieron una víspera intensa, emocionados por saber lo que les esperaría al día siguiente. Ambos, abordados por las risas, miedos y dilemas, conversaron durante las últimas horas de la noche ─después de la cena─ sobre aquella responsabilidad que Juan Antonio Bayona había concebido sobre sus hombros.
⠀⠀⠀⠀Aprender a diestra e izquierda todas las escenas realizadas virtualmente, es decir, cada una de las que enviaron al momento de sus audiciones. Ello no parece complicado, pero el profesionalismo que ambos llevan ─o más el de Esteban─ es afectado cuando el nerviosismo se presenta instantes previos a su introducción. Avivando la llama visceral del miedo que se agazapa en el rincón más oscuro de su mente, esperando momentos como esos para atacar.
