He de traerlos a un corto relato, me lo contó un amigo que a su vez se lo contó uno de esos ancianos de su vecindario, pero sin duda inigualable, al terminar de oír la escabrosa historia que mi amigo me contaba por en una tarde como esta, con la brisa dulce del viento, el sol resplandeciente y un par de cafés. De inmediato me dispuse a escribirle a un viejo amigo escritor. Lo que ahora leerán es el mismo correo que envié aquella tarde del 2023.
Te lo cuento a ti querido amigo, no creas que me he olvidado de ti, verás los últimos días fueron difíciles, pero Salazar, sí aquel compañero nuestro de secundaria, me trajo una historia bastante peculiar, no sé si es real, no poseo la veracidad de ésta, puesto que ni siquiera pasó en nuestro bello país, no comas ansias, primero que todo te diré, extraño mucho comer el famoso gallo pinto, sin duda irse a vivir lejos de tu cultura es difícil, pero espero volver pronto de visita y se que me recibirás con un buen desayuno. No me he de dispersar más, espero que tengas tiempo para procesarlo y cuando termines de leer esta carta me escribas.
Salazar viajó en octubre a visitarme por un par de días, según el su vecino era un viejo inglés, malhumorado, esté había pasado por momentos difíciles, comenzando con su niñez por los estragos de aquellos años. En una noche el anciano lo invitó a tomar unas copas, raramente, puesto que este era la clase de vecino atormentado, que no agradaba a nadie y sin familiares que lo visitaran, así que Salazar aceptó por simple lástima. Al entrar a la anticuada casa, pudo visualizar algunos cuadros de arte muy singular, empezando por el cuadro más grande que posaba en el centro del salón, una especie de mujer con el torso descubierto, pero no poseía rostro y el pecho de esta bañado en sangre. A nuestro querido amigo, le fue imposible disimular la expresión de horror, al volverse, el anciano simplemente le sonrió extendiendo el brazo con una copa de whisky en su mano, ofreciéndole a éste, él agradeció y tomó el trago, que a su vez le supo amargo. "Te has fijado ya, una pintura extraña, lo sé", le comentó. Salazar simplemente asintió, recordemos que nuestro viejo amigo siempre ha sido de pocas palabras, pero esa noche no tuvo escapatoria.
El anciano, le señaló que se sentara en la mesa que daba al ventanal de su jardín trasero, ahí ambos se sentaron en silencio, sin ignorar sus bebidas, este le agradeció por aceptar la invitación, que hace mucho tiempo no contaba con visitas y esa noche le apetecía beber en compañía. Los minutos transcurrieron, hablaron de los temas cotidianos, sin importancia alguna, hasta que ya con unos cuantos tragos encima, su vecino, en un ataque de sinceridad expresó querer contarle una historia, de hace unos años, respectivamente en el año 1990, cuando tenía unos 40 años edad.
"Escúcheme bien, no es una bonita historia, pero sin duda, necesito contárselo", le dijo, Salazar me comentó que le pareció extraño, primeramente por la expresión tan fúnebre que puso en su rostro, pero lo dejó continuar, no contaba con nada más que hacer aquella noche, así que simplemente le siguió la corriente diciendo "Bueno cuénteme que como ansias". El hombre tomó a su gato de pelaje naranja, viejo así como él y lo colocó en su regazo para seguir por lo que sería una larga noche.
El hombre que ahora era un anciano, en sus tiempos fue un artista, amante del arte y de su pincel, su gran compañero. En una tarde de verano, caluroso, mientras pintaba y al mismo tiempo observaba por el ventanal de su hogar, visualizó a una chica joven de unos 25 años supuso, había algo magnético en aquella mujer, que lo llevó a mirarla por más tiempo de lo que es debido, la sonrisa era hermosa, su cabello largo, rojizo, de tez blanca y ojos cafés que al rayo del sol se iluminaban. Sin duda había quedado perplejo por la belleza, la chica en cambio se dio cuenta de quien la observaba por la ventana y su sonrisa se apagó de inmediato, cambiando a una expresión seria, yéndose del lugar, esto desanimó a nuestro protagonista, volviendo en sí, miró su reloj de arena, el tiempo había culminado, era hora de volver del descanso. Ese día y por las siguientes dos semanas no volvió a ver a la hermosa mujer, pero guardaba su rostro en su mente y eso lo inspiró a pintar. Pintar aquella mujer, pero le era complejo, no era un rostro fácil de palpar en papel, necesitaba verla una vez más y realizar un boceto, algo, necesitaba traer a su pintura a la vida.
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La Musa
Short StoryBienvenido a una nueva lectura, esta vez por mi parte les traigo un relato corto, espero que lo disfruten y le den oportunidad a estos nuevos relatos extraños. Prólogo: El amor, ¿Qué tanto conocemos de este? ¿a qué límites llegamos para poder obte...