99 Razones para no irme

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El compromiso con su trabajo la convirtió en una de las autoras más populares, pero no estaba exenta de momentos de estrés.

Su mente estaba bloqueada, y sus ideas no fluían cómo era habitual. La desesperación e impotencia la invadían por dentro porque sabía que ella era mejor, que ese momento de estancamiento literario. Sus personajes en la cabeza la presionaban y a fuerzas le pedían encontrar una solución a su problema de inspiración, pero ella sólo sabía mirar su pantalla y ver como las palabras no llegaban. En esos momentos, a veces, no se sentía digna de ser autora.

Ella solía escribir sobre amor, pero en su interior lo sabía, ese sentimiento a veces le eludía como si fuera un fantasma que no podía tocar. Escribía de amor, pero nunca antes lo había sentido de verdad, así que escribía de lo que soñaba sentir, y a veces, en momentos de debilidad lo que escribía la hacía sentir algo, pero el sentimiento no era real.

Era simplemente imaginación.

Ella pensaba que su mundo estaba estático, pero todo su universo cambió el día que apareció Ryan en su vida.

Un hombre que la hizo ver las cosas desde otra perspectiva, un hombre que la ayudó a encontrar la inspiración que necesitaba, un hombre que le dio la fuerza que tanto anhelaba para seguir escribiendo y compartiendo sus historias con el mundo.

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