Sesión 1: Lección VIII

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Sesión 1: Una verdad oculta

Lección VIII: Sentencia celestial

El aire celestial estaba cargado de una tensión palpable, era la calma antes de la tormenta que se avecinaba. —La paciencia divina tiene sus límites, y esta ha llegado a su fin. Su existencia debe terminar aquí y ahora. —Sentenció Metraton, con la gravedad de un juez supremo, no dejaba lugar a dudas con su veredicto.

Athos, cuya paciencia se había agotado, surgió de mi sombra como una llama oscura provocando qué mis ojos se tornaran de color púrpura. —Qué cortos de vista son! Si tan solo dejaran de lado su miedo, podrían ver el potencial ilimitado que él posee. —Explicó furioso a ellos.

Miguel, cuya lealtad a Dios era tan inquebrantable como el firmamento, asintió con solemnidad a las palabras de Metraton. —Los peligros que representa superan cualquier posible ventaja.
El chico es un vaso frágil lleno de un poder que no comprende. Debemos actuar ahora, antes de que su ignorancia desencadene una catástrofe mayor que la del Demiurgo... como ya ha sucedido antes. —Desviando su mirada disimuladamente hacia sophia.

Sophia, cuya compasión brillaba incluso en la oscuridad de la acusación, me ofreció palabras de aliento. —No les prestes atención, Richard. Tienes la fuerza para ser diferente, para ser mejor que ellos! Así que no te desanimes. —dijo regalándome una sonrisa que ilumino mi corazón.

Pero Metraton, con una mirada que parecía atravesar el alma, le recordó su pasado.
—Sophia, ¿has olvidado el Akasha Balbelum? Tu propio hijo, el Demiurgo, es el resultado de tus errores. Y el causante principal de la desgracia que nos rodea hoy en día. —Exclamó descaradamente sin un poco tacto hacia los sentimientos de sophia.

Al oír esto, comprendí los pecados ocultos de Sophia, aquellos de los cuales no se atrevió a mencionar cuando nos conocimos. En ese momento, sentí una oleada de compasión y curiosidad por ella. Y me pregunté, ¿Cómo podía vivir con tanto arrepentimiento y aún así albergar esperanza?.

Dios, cuya voz era el eco de la creación misma, se alineó con la lógica implacable de Metraton y Miguel. —Ellos tiene razón, Richard. Tu existencia no es nada más que una amenaza para mi creación. -Argumentó con seriedad-. Ya que si el demiurgo o khaos colocas su manos en ti, alterararia el orden que tanto he tardado en instaruar. Por eso, he decidido que debes morir, para evitar que el mal te corrompa y te use.
—Antes de poder reaccionar, vi a Dios levantar su mano, un rayo de luz pura comenzó a formarse en su palma, apuntando hacia mí con la precisión de un escultor divino.

En ese instante, me sentí perdido.

Iba a morir, y nadie me salvaría.

¿Por qué? ¿Qué había hecho yo para merecer eso?

El fragmento del alma antigua de Metraton en mi interior habló con una tristeza que parecía abarcar eones. —No puedo soportar ver cómo termina todo de esta manera.

Athos, con su despedida llena de sarcasmo, me confesó —Es una lástima que el único ser que me resultó interesante en toda mi existencia sea borrado de la faz de la tierra. -Murmuró decepcionado-. No me mal entiendas... Tu vida me vale un comino. Pero aun así... me has divertido y sorprendido con tu poder. Eres el primero que me interesa en mucho tiempo. En fin, si pudiera desear algo en este momento, sería que tuvieras la oportunidad de vivir y Y de alguna manera, cambies este universo aburrido y podrido. Pero por ahora, adiós y suerte. La necesitarás. —soltó una risa burlona antes de marcharse.

Y sin más, se escondió en mí. Ya no sentía su presencia, voz o poder. Solo quedaba yo, solo y asustado, ante la luz de Dios, que se acercaba a matarme.

Y en ese instante, el milagro se desplegó ante nosotros. Gabrielle, Zadquiel y Sophia se interpusieron entre el rayo divino y yo, sus figuras celestiales formando un escudo de amor y desafío. Dios, con una expresión de sorpresa que rara vez adornaba su rostro eterno, preguntó a Gabrielle. —¿Por qué has hecho esto? Por qué te arriesgas por esta criatura si no es tu hijo?

Ella respondió con la convicción de una madre. —No puedo explicarlo con palabras. Solo sé que el corazón de una madre no conoce límites, y es capaz hacer todo por su hijo incluso desafiar a su creador.
—Expresó con un fuego interno que la vislumbraba.

Dios, sin palabras, no sabía qué decir. Miró a Gabrielle, y vio en sus ojos el amor más puro y sincero mientras me abrazaba.

Sophia, con una mirada que reflejaba visiones del futuro, agregó —He visto lo que él puede lograr, y es algo que trasciende nuestra comprensión.

A pesar de haber sido salvado, la confusión me abrumaba. —¿Por qué soy tan importante? ¿Cuál es el propósito de todo esto? —Una voz interna, distinta a las demás, me impulsó a hablar.

Así que me separo del agarre de mi madre y con una mezcla de ira y desesperación, enfrenté a Dios. —¿Por qué insisten en controlar mi destino? Mi vida ha sido manipulada desde el principio. Si voy a enfrentar mi final, al menos permítanme vivir mi vida según mis términos.

Dios calló intrigado, pensando en lo que le había ocurrido. Su cara mostraba duda y curiosidad. Miró al libro de la vida, que flotaba junto a él, y lo abrió. Buscó mi nombre, y lo leyó. Se asombró al ver lo que estaba escrito.

—Richard Raymos. Hijo de Nyx y Metratón. Nacido el 11 de noviembre de 2045, día del armisticio y el tránsito de Mercurio. Portador de la luz y la oscuridad. Su destino es...

Dios no acabó de leer, pues el libro se cerró por su cuenta ante sus ojos. Esto lo dejo visiblemente emocionado y propuso un pacto. —Muy bien, te daré la oportunidad que pides. Regresarás a la Tierra. Allí deberás aprender a valerte por ti mismo y a dominar tus poderes en un determinado tiempo. Si tienes éxito, te dejaré en paz; si fallas, cumpliré mi palabra. —La única pista que me dio fue una palabra "esperanza". Y con un gesto de despedida, colocó su mano sobre mi cabeza, infundiéndome una calidez que nunca antes había sentido.

Todos se quedaron mudos, al oír al Padre. Nadie replicó, ni cuestionó. Solo aceptaron su voluntad.

Antes de que me enviara, le hice una última petición. —Por favor, asegúrese de que la niña que fue como mi hermana encuentre un lugar lleno de amor y felicidad. —Dios asintió con una sonrisa que contenía la sabiduría de los siglos. —Así será. Hasta el equinoccio, Richard. Te estaré observando.

Entonces, una luz blanca me cubrió y rodeo todo el lugar.

—Richard, despierta Richard! Mira que ya amanecío.  —susurró una tierna voz tratando de levantarme. Pero al ver que todavía estaba sumido en mi sueño, una voz siniestra grita —¡Despierta!

Me levanto de golpe, aterrado por el estruendo de la horrible voz. —¿Qué demonios fue eso? —pregunto sintiendo que el corazón se me iba a salir por la boca.

Al abrir los ojos,  me siento sobre mi cama y observó mi habitación. Era simple, como la de un adolescente cualquiera.

Sin saber que sucedia me paré, y me vi en el espejo. Llevaba una sudadera debajo de una camiseta blanca y unos jeans azules. Tenía un reloj, y una cadena. En la cadena, había un colgante. Un colgante con una palabra...

Esperanza!

The Son Of Twilight: El Hijo Del Crepúsculo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora