Para Mario

6 1 0
                                    

Cuando empecé a escribir era un niño. Tenía más o menos trece años. Nadie me dijo nada sobre cómo debía hacerlo o qué pautas debía seguir. Yo solo escribía, sea por gusto, desahogo, intentar transmitir una historia, etc. Estaba solo, pero te conocí a ti. Al principio pensé que ibas a ser un profesor más del resto, alguien completamente insignificante en mi vida que jamás podría ser capaz de marcar mi vida de cualquier manera. Estaba equivocado, demasiado equivocado. Tú eres para mí mi familia, mi amigo, mi mejor amigo, la segunda persona más importante en mi vida, el padre que no tuve, la madre que tenía lejos, el familiar que más necesitaba, el amigo que siempre quise, el escritor que siempre quise admirar, la persona que siempre quise tener a mi lado.

Siempre quise decírtelo, decirte que yo no quería despegarme de la realidad, pero que me sentía completamente separado de esta. ¿Recuerdas aquel día, un viernes, en el que estabas haciendo guardia de patios, cuando yo estaba en primero, y me preguntaste, después de hablar con una chica, por qué algunas personas acudían a la autolesión? Ahora te puedo responder esa pregunta: el dolor físico lo puedes sentir, lo puedes ubicar, tocar, ¿no? Pues, algunas veces el dolor emocional no lo puedes ubicar ni tocar, pero sí lo puedes sentir, y a veces fuertemente, demasiado. Esa sería mi respuesta, aunque no es muy "correcta" o completa. Yo soy capaz de responderte porque, probablemente cuando leas esto, tendré un año y medio, más o menos, "limpio". Dejé de hacerlo, no porque no siguiese sintiendo aquel dolor indescriptible y soledad absoluta, sino porque quería mejorar, fuese para mí o para los demás. Yo quería mejorar, siempre quise mejorar porque, por mucho que yo quisiese morir, no quería un funeral, ni un velorio, ni que mi mamá ni Ainara ni tú ni nadie sufrieran por mi culpa.

Siempre me gustó la manera en la que vestías, y recuerdo que Andrés y yo comentábamos tus outfits por las mañanas cuando llegábamos al instituto. Siempre te quise preguntar algo sobre tu libro/novela/nosequé, pero tuve miedo de tu reacción, por mucho que fuese positiva. Sabes, yo tenía un pequeño librito con escritos, ensayos y otras cosas mías escrito completamente a mano. Te lo iba a dar permanentemente cuando empezase la universidad y no pudiese compartir los pasillos o patios contigo, pero creo que eso ya no será posible.

No sabes las veces que lloré porque te necesitaba, no sabes las veces que quería escribirte o llamarte en medio de un ataque de llantos histéricos descontrolados, no sabes las veces que quería hablarte y abrazarte sin razón aparente. Solo quería sentirme conectado a ti. Pero creo que hasta cierto punto es extraño, ¿no? Son extraños ante ojos ajenos la admiración y cariño que sentí por ti. Y eso jamás te lo dije.

Me hubiese gustado hacer, finalmente, aquellos viajes que me comentaste (supongo de broma) un día que estábamos hablando de lo mal que me sentía al no ir al viaje a Italia de primero. Me hubiese gustado contarte todo lo que me pasaba justo de la manera en la me pasaba. Me hubiese gustado seguir contigo y que me recordaras como aquel alumno que tuviste que sabía escribir muy bien y no como el que se intentó suicidar. Pero no se puede tener todo en esta vida.

No fui la mejor persona para ti. Fui irresponsable. Me comprometí contigo en diferentes maneras, tú me ayudaste en todo lo que pudiste y quisiste, y yo nunca fui agradecido. Dar las "gracias" no es suficiente, no significa ser agradecido. Ser agradecido es aprovechar todo aquello en lo que te ayudan, y yo nunca aproveché que tenía a la mejor persona del mundo a pocos mensajes. No fui honesto. Y ahora no te podré decir la verdad.

Sabes, me hubiese gustado, en algún punto de mi vida, que las personas leyeran las cosas que yo escribía. Por eso sentí tanta satisfacción y entusiasmo cuando nos dijiste en clase que nuestros cuentos iban a ser mostrados a tu tutoría. Por eso sentía aquella alegría disfrazada de pena cuando te mostraba todo lo que escribía, por eso le compartía mis escritos a Sofía, a Andrés, a Alondra y a mis amigos más cercanos. Me hizo mucha ilusión, y me hubiese gustado dar clases de la misma manera en la que tú lo hacías: con vocación y amor.

Mario, debes admitirlo: sabías todo desde el principio. Sabías todos y cada uno de los detalles de mi vida. Lo sabías todo. Debes admitir que fui capaz de soportar este estado por mucho tiempo, desde mucho antes de conocerte. Debemos admitir que siempre hiciste lo mejor que pudiste, pero esto sale de tus manos. Ya no se puede hacer más nada al respecto. Yo estoy listo para admitirlo todo. ¿Y tú?

Carta FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora