Epílogo

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En la noche de la Luna de Plata, el santuario ancestral, donde la asamblea de los lideres de las diferentes razas sobrenaturales se reúnen cada mil décadas, anticipa una sombría tensión.

La luna, reflejo de la luz del sol, marcaba un nuevo comienzo para el mundo sobrenatural. Es allí, en esa noche de luna plateada, de sombras oscuras y de magia antigua, que se revelaría la profecía de las mil décadas.

Todos los lideres de las razas sobrenaturales aguardaban con una ansiosa anticipación, el aire tenso se podía percibir en medio de la fría noche. Aquellos lideres con sus filas de leales súbditos eran testigos de un evento que marcaría el destino del mundo sobrenatural. La fiesta y emoción que había en el ambiente minutos antes fue remplazada por un silencio palpable.

La espera era inminente.

En un instante inesperado, rayos de luz blanca que emergían del santuario se entrelazaron con la esencia plateada de la luna. El resplandor iluminó cada rincón, revelando grabados antiguos en las columnas del santuario que parecían cobrar vida.

Los presentes, envueltos en una mezcla de asombro y reverencia, se inclinaron ante la manifestación celestial.

Tres sacerdotisas emergieron con gracia de la gran puerta, portaban túnicas blancas que ondeaban con el viento de la noche. En sus ojos, para los privilegiados de observarlos, se reflejaba la hermosa luz lunar. Las sacerdotisas del santuario de la luz de la luna irradiaban sabiduría de edades inmemoriales.

Estos tres seres antiguos avanzaron con pasos ligeros, dejando huellas luminosas en la tierra húmeda. A su paso flores etéreas brotaban del suelo, llenando el ambiente con un aroma y misticismo celestial. En un gesto armonioso las sacerdotisas extendieron sus manos, y con movimientos fluidos, desplegaron una cascada de destellos de luz.

La multitud, ahora envuelta en una atmosfera encantada, observaba con ojos ansiosos. La conexión entre las sacerdotisas y la magia de la luna se intensificaba, como si estuvieran construyendo un puente entre los reinos celestiales y los terrenales.

En un susurro lento pero que resonaban en todas las mentes de los presentes, hablaron.

—Lideres de todas las razas sobrenaturales les damos la bienvenida a la noche de la Luna de Plata —dijeron unidas.

Sus voces sonaban como una sola voz. En armonía mezclada con la magia que flotaba en el aire.

—En esta noche sagrada, donde la luna derrama su luz plateada sobre todos los reinos, convocamos a aquel quién será el portador de la profecía de las mil décadas. —Proclamaron las sacerdotisas con solemnidad.

El santuario vibraba con una energía mística mientras las sacerdotisas continuaban su mensaje.

—Zeeth, Rey Lobo, portador de la profecía de las mil décadas, el destino te ha elegido para ser el lazo de equilibrio entre dos mundos. Tus pasos son guiados por la luz de la luna que nos ilumina esta noche y tu misión es mas grande de lo que las palabras pueden expresar.

Zeeth, Rey de los Lobos, escuchaba atentamente, sintiendo la trascendencia de aquel momento. En su mirada de profundos ojos oscuros se vislumbraban destellos de asombro y determinación. Las sacerdotisas, con sus túnicas blancas, se acercaron a él con pasos ligeros.

—Entra, noble Rey Lobo, en el corazón de la Luna de Plata, donde los secretos del destino te aguardan —invitaron las sacerdotisas con gestos majestuosos, extendiendo sus manos en dirección a la entrada del santuario.

El umbral del santuario parecía una puerta entre dimensiones, y Zeeth con la firmeza de su linaje real y orgullo de su raza, avanza con determinación. A medida que cruzaba la entrada, una suave brisa acariciaba su piel y susurros de antiguos canticos sin descifrar resonaban en el ambiente.

En los Brazos del Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora