OTRO PUNTO DE VISTA

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Había un año muy difícil, costaba mucho el hecho de continuar, con lo que pasó con la familia, no todo en la vida sería malo, ya casi se acaba y tengo a las mejores personas, mis hijos, jamás permitiría que algo les sucediera.

La semana ante pasada, justo antes de la noche buena, recibí la amarga noticia que el padre de mis hijos, el cual hace algunos años decidió alejarse, había fallecido por un accidente laboral.

La noticia no fue la mejor, tampoco llegue a sentir gran remordimiento, ya que él años atrás se había alejado de nosotros, pero no por una mujer, ya no estábamos bien y para un futuro decidió irse a otro país.

Un mejor lugar, quizás ahí encontraría su felicidad.

Por lo que me contó, en su momento, puesto que nunca fuimos la pareja que se haya distanciado de una manera grotesca, como todas hoy en día lo hacen.

Él me contó que era muy tranquilo, claro, con demasiado calor en tiempos de verano, quizás a unos 20 grados, pero para uno que vive en la ciudad más calurosa del estado de guerrero, era lo más normal de todo, llegó a decir que las comidas eran diferentes.

Ahí, en lugar de tortillas lo común era el puré de papa, la pasta, incluso el arroz era el más consumido, cuando no eran estas cosas era el comer un poco de pan, claro no tenía que faltar la coca cola, era lo único que agradecía, algunas más que eran distintas a las de aquí.

Supuse que querría que supiera sobre su deceso, ya que ellos estarían al pendiente, cada mes solía llamar, pero en estas fechas habría prometido venir, siendo lo más honesta, no siento muchas cosas por ese señor, quizás algunos recuerdos buenos por los demás.

Cuando sus hijos se enteraron sobre el suceso, quisieron ir hasta ese lugar, pero eso no podía ser posible, por sus trabajos y estudios no les permitirían viajar y volver al mismo tiempo, además era un costo que no podrían sostener.

Sin embargo, uno de ellos con el afán de estar con su padre se fue. Supuse que era lo más correcto.

Los dos más pequeños se quedaron en casa, compartieron una noche buena en compañía mía y de sus sobrinos, supongo que lo más hermoso es mi familia.

Claro, qué distraída soy, no me he presentado, - me llamo Rouse Marine López Gutiérrez, tengo 47 años, 1.70 de altura, complexión pasada de peso... unos 65 Kg, aunque los que me conocen dicen que estoy bien, tengo el cabello castaño, lo uso no muy largo, ojos claros, labios gruesos. Una señora que está más que dispuesta a la familia, en ocasiones me gusta salir, lo más común en cuanto la rutina diaria, compras del hogar, pláticas con amigas y demás.

No suelo ser tan ostentosa de acuerdo con la forma de vestir, sobre mi vida, pues tengo 3 hijos, llamados: Roberto, Raymundo, el mayor de los tres y Julio el más pequeño, no lo planeamos, pero uno nunca sabe que día se darán las cosas. —

Mi vida no ha sido la mejor, quizás más ordinario como cualquier otra, cuando me separé de mi esposo, quede destruida, si no fuera por el apoyo de mis hijos, no sé qué hubiera pasado, si se tiene el mejor amor del mundo, nada es imposible.

No puedo negar que he tenido "pretendientes" quienes me han ofrecido más de lo que podría imaginar, sin embargo, no es esa la mejor manera de ver las cosas, lo económico no es lo más esencial en la vida, claro que hace falta para sobrevivir, pero, no es lo más necesario.

Hoy en día es 27 de diciembre, es un día en el cual podemos ver nuevos cambios que nos puede dar la vida.

Ha pasado dos días que mi hijo el mayor regreso del sepelio de su padre, me contó que la familia que él había formado allá lo recibió con gran apoyo, grandes personas, le ofrecieron quedarse a pasar el año nuevo, pero quiso compartir en estas fechas con su familia.

Por la mañana me he levantado, Julio es un niño muy caprichoso, a su edad, ya pronto será un adolescente, podrá ver el mundo de otra manera, todo lo contrario, es Roberto, un joven de 20 años, está estudiando la universidad, es buen muchacho, le gustan mucho los videojuegos, como programador.

— ¡A levantarse!, ya es tarde – Deberían haber despertado hace tiempo, pero están en vacaciones, una hora más no les cae nada mal.

— Mamá, por favor, danos 5 minutos – Contesto Julio, desde la habitación compartida que tenían con su hermano mayor. — Roberto, dile que nos deje dormir. —alcanzó a decir – Por otra parte, él se despertó y estaba haciendo sus quehaceres.

Como lo mencioné, es un gran joven, responsable y sobre todo muy centrado en lo que siempre ha querido.

En la mesa estaba lo que podría darles, la economía que teníamos no alcanzaba, unos cuantos panes con café, huevos y algo de fruta, agua de sabores que he podido hacer, ya que en el mercado compró.

La verdad es que la familia en que vivo es muy humilde y ante todo muy servicial.

— Ma'' ¿Crees que podría salir hoy con algunos amigos? – Preguntó Roberto, como dudando si estaba haciendo lo correcto.

— Claro que sí, pero solo dime a qué horas llegarás y si tendrás el suficiente cuidado, no quisiera que te pasará nada, ya ves cómo están las cosas hoy en día en la ciudad.

— Me hubiese gustado decirle que no, pero que hago, es mi hijo y tengo que estar con ellos, no puedo ponerle impedimentos.

— Gracias mamá, eres la mejor del mundo – me dijo mientras rodaban algunas lágrimas en el rostro, supuse que era por lo sucedido con su padre, no tenía palabras para decirle, solo lo abracé y fue como si estuviera en otra vida, no soporto verlos sufrir.

— ¿Mamá? ¿Qué tienes? – Julio con su inocencia se acercó a mí y a su hermano, él no recordaba mucho sobre su padre, él tenía 5 años cuando dejamos de estar juntos, a pesar de que siempre hablaba con él por teléfono, no fue mucha la comunicación que tuvieron.

— Nada hijo, pequeñas cosas que nos pasan a mí y a tu hermano, no tienes de que preocuparte – las palabras que salían de mi boca eran mentiras, pero a la vez veía como él se sentía muy bien, supongo que es lo más correcto, tampoco puedo justificarlas.

Durante este día, nada fuera de lo común, quizá ser una madre, tener los quehaceres en casa hacía que el día se viera normal y corriente, Roberto habría llegado a buena hora. Supuse que después de ver a sus amigos, había ido a ver a su pareja, Estefany, una niña que no me parece que fuera lo mejor para él, pero como en el amor nada, ni nadie manda, él se enamoró de esa persona.

Ya casi era 31 de diciembre y yo me encontraba distraída, supongo que el hecho de pasar un año con la familia que he amado, en estas fechas tienen que irse a otros lados, Roberto pidió celebrar con sus amigos.

Ray, con su familia y quiere hacerlo de manera coloquial con ellos, es respetable, tengo al pequeño, pero este al ver que sería el único, decidió irse con su hermano mayor.

Poco después de las 12 del día, cuando sonó el teléfono, no lo esperaba, ya que todos los que acostumbran a llamar estaban dentro de esta casa.

— ¿Hola? – quise contestar cuando, en mis oídos, un gran reclamo, no sabía qué pasaba, puesto que solo escuchaba del otro lado del teléfono un joven muy disgustado, preguntando por un tal Juan.

— Te equivocaste de número, no, aquí no vive ese... — alcance a contestar, medio apenado, se escuchaba pedir disculpas, - era una voz de aquellas que los jóvenes suelen utilizar, no sé.

Cuando terminé de hablar, mis hijos se me quedaron viendo, preguntando, sobre qué había pasado, les mentí diciendo que era número equivocado.

No era el momento para hablar de este tipo de cosas.

— ¿Richard? Así dijo que se llamaba, vaya, cuesta creer, pero supongo que fue una equivocación y que jamás volverá a pasar. —

Sonreí para mí, quise ocultar lo apenada que estaba, ya que nadie en la vida me había gritado como lo hizo ese joven.

Historia de un amor desesperado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora