La monótona vida del cambiante de Oso Grizzly Izuku da un giro drástico una mañana al encontrar herido a "KA.B-204", un joven cambiante de Oso Polar nacido en cautiverio y con severas huellas de maltrato.
Con la hibernación acercándose, ¿Qué tipo de...
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La cruel mirada del hombre no poseía brillo alguno; era fría, carente de sentimiento y no mostraba gramo de arrepentimiento a pesar de ser el culpable de dejarlo aturdido y sangrando en el suelo.
—No eres más que un estorbo, animal inútil. Trata de hacerlo mejor la próxima vez. —La voz fuerte y áspera le insulta mientras fuertes pisadas se escuchan aproximándose.
Un tubo de metal delgado que no era otra cosa más que el taser que solían usar para adiestrarlo, estaba a punto de tener contacto sobre su piel. Por fortuna, la pesadilla concluye antes de sentir el choque eléctrico.
Despierta aterrado, con lágrimas acumuladas al borde de los ojos rojizos y conteniendo un grito desgarrador en la garganta. Tuvo que cubrirse la boca con ayuda de su mano.
Lo peor de todo era comprender, que el horrible sueño había ocurrido un sinfín de veces en la vida real. Un crudo y triste recordatorio que fue detonante para que las lágrimas comenzaran a deslizarse sobre las pálidas mejillas.
Y es que la corta vida de KA.B-204, un cambia forma de Oso Polar, no ha sido fácil: Sometido a maltratos desde que fue separado de su madre, los golpes, insultos denigrantes y torturas por pura diversión, han formado parte de su vida desde que tiene memoria.
Vivir en un reducido espacio y ser exhibido ante los curiosos ojos de poderosos empresarios era todo lo que conocía.
"No hables, mantén la cabeza baja y jamás mires al amo", era la orden más importante a acatar si no querías causar problemas.
Una regla que aprendió a respetar desde el instante en que recibió una brutal paliza por atreverse a observar al hombre mayor a los ojos. Tenía ocho años cuando ocurrió y todavía tiene cicatrices de aquel momento.
Debido al profundo temor KA.B-204 aprendió a mantenerse callado, a ser sumiso, a transformarse tan pronto escuchara el pitido de un silbato y así permaneció por años. Al entrar a la adolescencia, los cambios constantes de humano a animal empezaron a ser dolorosos.
Poco a poco la otra mitad de su conciencia, el oso polar atado a su alma perdió presencia, suprimiendo todo comportamiento animal y ocultándose en lo profundo de su mente, fruto del adiestramiento violento.
Las palabras hirientes y golpizas que lo dejaban inconsciente le quitaron todo rastro de esperanza. No sólo lo lastimaron físicamente; su estado mental, su psiquis estaba dañada y arruinada casi por completo. Las cadenas más pesadas no eran aquellas de metal colocadas alrededor de sus tobillos, era el miedo en su más puro estado lo que pesaba y tenía enjaulado al mismísimo infierno sobre la tierra.
Golpe tras golpe, insultos, carcajadas crueles, choques eléctricos, pudo con eso. Pudo soportarlo porque su cuerpo todavía no quería ceder.
Pero un día simplemente fue suficiente, cuando un nuevo tipo de maltrato estuvo a punto de suceder cuando su "adiestrador" le arrancó la ropa e intentó un "apareamiento" forzoso.
