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—¡Bella baja ahora o no te llevaré a la casa de los Weasley!—Grito Anette desde el piso de abajo y escuchó que venía por el ruido de las escaleras.
—Bien, bien ¡Estoy aquí! ¿Vamos?—Salió de su casa—¿Y mi papá?—Issabella ya se llevaba bien con su papá y su novia, en realidad los amaba, pero no quería dejar sola a su tía, la cual siempre ha cuidado de ella, y no la podía dejar así como así.
—Me dijo que te vería en las vacaciones, ahora dame la mano y cierra los ojos, no sueltes tus cosas—Dijo eso y agarro el traslador.
En un dos por tres ya estaban en la madriguera. Molly se asomo por la ventana y visualizo a Issabella y Anette.
—¡Hola hermosas!—Saludo la pelirroja y después las abrazo y beso su mejilla—Los chicos todavía no despiertan y Hermione acaba de llegar—.
—¡Hola Molly! Es una pena, pero ya me tengo que ir al ministerio para trabajar—dicho esto se despidió.
—¡Hola Her!—Issabella besó su mejilla y se sentó a lado de ella—¿Hace cuanto llegaste?—preguntó.
—Hace como diez minutos, ¿Vamos a despertar a los chicos?—Dijo levantándose de su silla
Cuando, en la habitación de Ron, Hermione lo zarandeó para despertarlo, Issabella hizo lo mismo a Harry y le pegó un manotazo, causando que ambos rieran lo que funcionó y despertó. Harry buscó las gafas con la mano, se las puso y se sentó en la cama.
—Issa, ¿A que hora llegaste?—la abrazo—Yo llegue ayer en la noche.
—Hace como treinta segundos—rieron—No, de verdad.—Rieron aún más y se pararon.
Fuera todavía estaba oscuro. Ron decía algo incomprensible mientras Hermione lo levantaba. A los pies del colchón vio dos formas grandes y despeinadas que surgían de sendos líos de mantas.
—¿Ya es la hora? —preguntó Fred, más dormido que despierto, lo que hizo que Issabella riera. Se vistieron en silencio, demasiado adormecidos para hablar, y luego, bostezando y desperezándose, los cuatro bajaron la escalera camino de la cocina junto Hermione e Issabella siguiéndolos hablando de lo emocionadas que estaban.
La señora Weasley removía el contenido de una olla puesta sobre el fuego, y el señor Weasley, sentado a la mesa, comprobaba un manojo de grandes entradas de pergamino. Levantó la vista cuando los chicos entraron y extendió los brazos para que pudieran verle mejor la ropa. Llevaba lo que parecía un jersey de golf y unos vaqueros muy viejos que le venían algo grandes y que sujetaba a la cintura con un grueso cinturón de cuero.
