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Debra



(En la videollamada)

—¿Y a qué hora saldréis?

—Pues teniendo en cuenta que el vuelo dura más de doce horas… —sacaba cuentas con los dedos —supongo que de madrugada. Tenemos que llegar a tiempo para el cumpleaños.

Pero eso es ir muy apurados, ¿no crees? —Aseguraba Rachel a través de la pantalla.

¿Por qué no partís el día antes? —Aportaba Mandy.

Yo pensaba en un principio igual que las chicas, pero existía un motivo.

—Él tiene un compromiso con unos socios y no lo puede aplazar.

Ambas asintieron sin más. Era decisión de Eros y yo sólo acataba, demasiado nerviosa estaba ya con la idea de regresar después de tanto tiempo.

Bueno, —intervino de nuevo la pelirroja —aquí lo realmente importante es que pasado mañana estarás de vuelta en casa, con nosotras.

Las tres gritamos emocionadas por ese hecho. Realmente tenía ganas de estar con ellas y con sus padres, había extrañado demasiado a esas familias. Añoraba los buenos ratos con mis amigas, las salidas de los fines de semana al Rome… todo.

Y suspiré.

—¿Estás lista, cielo?

Miré a Mandy y dudé por un lapsus de tiempo.

—No lo sé. —Sonreí forzada. Muchas cosas pasaban por mi cabeza.

No tienes de qué preocuparte, Deb. —Apoyó la mayor. —Estaremos contigo.

Y asentí sintiéndome más tranquila por esa realidad.

Pasé unos minutos más hablando con las chicas, me dio pena no poder contactar con Missy, pero era consciente de que sus estudios la tenían demasiado ocupada. Rachel y Mandy acabaron la carrera poco después de yo llegar a Reino Unido, así que el trabajar en la empresa familiar les dejaba algo de tiempo libre para poder hablar conmigo y lo agradecía.

Tras colgarles, todos los recuerdos de aquel día me abrumaron de sobremanera. A mi mente venía el momento en el que llamé desde el hospital a Mandy en cuanto él se marchó de allí. Apenas veinte minutos después tanto ella como Rachel y Missy estaban conmigo.

No dejé de llorar en todo el trayecto hacia la casa de los Cannagan, debía hablar con ellos, necesitaba su ayuda.

La madre de Rachel, Daisy Cannagan me tuvo entre sus brazos durante todo el tiempo en el que estuve relatándoles a todos lo que ocurrió, incluyendo el aborto que acababa de tener. Obvié alguna información como la existencia del ritual, inventé que al chico lo conocí en la universidad, y también oculté por razones lógicas que se trataba de nada más y nada menos que de Hades Rydenhat.

Al principio supuso un shock para todos, especialmente para mis amigas, quienes por sus reacciones me demostraron que se sentían decepcionadas por haberles ocultado detalles tan importantes. En ese momento entendieron muchas de mis actitudes durante los meses anteriores.

Ritual II: La historia comienza... ¿de nuevo? © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora