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Narrador/a:

Melanie estaba sentada en el patio leyendo un libro de su primo, Dudley Dursley, Hasta que vio llegar corriendo a su gemelo, Harry Potter, el venía corriendo emocionado hacia mi, me mostro una peculiar carta llamativa, con un lindo sello, que me recordaba a mis libros rústicos..
..-Mira lo que encontré en la puerta, al parecer Tía Petunia no revisó el correo...- Dijo harry mostrándome la carta peculiar, mientras leía para quien era.. -¡Mel dicen nuestros nombres! ¿Habrá algo que nos querrán ocultar Tía Petunia y Tío Vernon?- Dijo Harry apuntó de abrir la carta emocionado, pero Dudley había salido al patio y nos escuchó.. -¡Mamii! ¡Harry y Melanie tienen una carta con su nombre!..- Dijo Dudley gritando a Tía Petunia con una voz chillona mientras nos arrebataba la carta de las manos, por más que Harry intento saltar no la alcanzaba, ya que Dudley tenía mucho peso y tenía más fuerza que nosotros dos.. -¿Quien querra escribirles a esos mocosos?¡Ni que fueran importantes!..- Dijo Petunia Mientras salía al patio riendo a carcajadas..-La carta viene de algo llamado ¿Hogwarts?..- Dijo Dudley Confundido, Al escuchar eso la cara de tía Petunia dejó de ser de risa y cambio a una seriedad y nerviosismo rápidamente, corriendo a Dudley para romper la carta..-¡Esto es una pérdida de tiempo! ¡Se habrán equivocado, nadie nunca les enviaría una carta a mocosos insolentes como ustedes!..- Dijo Petunia mientras rompía la carta gritandonos, todo el vecindario veía ese espectáculo mientras que Harry le gritaba que parará, pero Tía Petunia no lo hizó..-No agarraran el correo nunca más, ¡curiosos!..- Dijo Petunia agarrando a Melanie y a Harry de las orejas encerrandonos en la habitación bajo la escalera, mire a Harry confundida..-Porque Tía Petunia Se puso así cuando Dudley mencionó la palabra ¿Hogwarts..?- Pregunto Melanie a Harry confundida...-No tengo idea, pero deberíamos descubrir el porque no nos deja ver esa carta..- Dijo Harry limpiando sus lentes..
..- Y si son cartas de ¿nuestros padres, y si ellos no murieron en el "accidente automovilístico"?..- Pregunto Melanie curiosa y dudosa..
..-Tonterías Mel, ellos murieron, no volverán de la muerte por así decirlo..-Dijo Harry mientras se recostaba cansado..-

Ya habían pasado varios días desde ese suceso hasta que una mañana Harry salió al patio y vio a decenas de Búhos por todos lados rodeando la casa de los Durleys, al ver eso, Harry, corrió rápidamente bajo la escalera y despertó a Melanie llevandola al patio, mientras los dos veían Embobados a los Búhos, salió el Tío Vernon, al ver los Búhos le dio un escalofrío y nos grito..
..-¡Entren a la casa mocosos!, ¡Ahora!.- Dijo El tío Vernon a Harry y a Melanie con una voz chillona y aguda, Melanie y Harry entraron, en el momento el cual entró el tío Vernon llaveo todas las entradas y fue a hablar aterrorizado a la tía Petunia..Mientras eso sucedía vimos a las lechuzas con las cartas.. Harry se acercó a la lechuzas y abriendo la puerta, Melanie fue a coger la carta, pero tío Vernon le pegó en la mano. Tía Petunia los miró asombrada.
—Yo las recogeré —dijo tío Vernon, poniéndose de pie rápidamente y
siguiéndola.
—¿No sería mejor volver a casa, querido? —sugirió tía Petunia tímidamente,
unas horas más tarde, pero tío Vernon no pareció oírla. Qué era lo que buscaba
exactamente, nadie lo sabía. Los llevó al centro del bosque, salió, miró
alrededor, negó con la cabeza, volvió al coche y otra vez lo puso en marcha. Lo
mismo sucedió en medio de un campo arado, en mitad de un puente colgante y
en la parte más alta de un aparcamiento de coches.
—Papá se ha vuelto loco, ¿verdad? —preguntó Dudley a tía Petunia aquella
tarde. Tío Vernon había aparcado en la costa, los había encerrado y había
desaparecido.
Comenzó a llover. Gruesas gotas golpeaban el techo del coche. Dudley
Se quejaba.
—Es lunes —dijo a su madre—. Mi programa favorito es esta noche. Quiero
ir a algún lugar donde haya un televisor.
Lunes. Eso hizo que Harry y Melanie se acordaran de algo. Si era lunes (y habitualmente
se podía confiar en que Dudley supiera el día de la semana, por los programas de
la televisión), entonces, al día siguiente, martes, era el cumpleaños número once
de Harry y Melanie. Claro que sus cumpleaños nunca habían sido exactamente divertidos:
el año anterior, por ejemplo, los Dursley les regalaron una percha y un par de
calcetines viejos del tío Vernon. Sin embargo, no se cumplían once años todos los días.
Tío Vernon regresó sonriente. Llevaba un paquete largo y delgado y no
contestó a tía Petunia cuando le preguntó qué había comprado.
—¡He encontrado el lugar perfecto! —dijo—. ¡Vamos! ¡Todos fuera!
Hacía mucho frío cuando bajaron del coche. Tío Vernon señalaba lo que
parecía una gran roca en el mar. Y, encima de ella, se veía la más miserable
choza que uno se pudiera imaginar. Una cosa era segura, allí no había televisión.
—¡Han anunciado tormenta para esta noche! —anunció alegremente tío
Vernon, aplaudiendo—. ¡Y este caballero aceptó gentilmente alquilarnos su bote!
Un viejo desdentado se acercó a ellos, señalando un viejo bote que se
balanceaba en el agua grisácea.
—Ya he conseguido algo de comida —dijo tío Vernon—. ¡Así que todos a bordo!
En el bote hacía un frío terrible. El mar congelado los salpicaba, la lluvia les
golpeaba la cabeza y un viento gélido les azotaba el rostro. Después de lo que
pareció una eternidad, llegaron al peñasco, donde tío Vernon los condujo hasta la
desvencijada casa.
El interior era horrible: había un fuerte olor a algas, el viento se colaba por
las rendijas de las paredes de madera y la chimenea estaba vacía y húmeda. Sólo
había dos habitaciones.
La comida de tío Vernon resultó ser cuatro plátanos y un paquete de patatas
fritas para cada uno. Trató de encender el fuego con las bolsas vacías, pero sólo
salió humo.
—Ahora podríamos utilizar una de esas cartas, ¿no? —dijo alegremente.
Estaba de muy buen humor. Era evidente que creía que nadie se iba a atrever
a buscarlos allí, con una tormenta a punto de estallar. En privado, Harry y Mel estaban de acuerdo, aunque el pensamiento no lo alegraba.
Al caer la noche, la tormenta prometida estalló sobre ellos. La espuma de las
altas olas chocaba contra las paredes de la cabaña y el feroz viento golpeaba
contra los vidrios de las ventanas. Tía Petunia encontró unas pocas mantas en la otra habitación y preparó una cama para Dudley en el sofá. Ella y tío Vernon se acostaron en una cama cerca de la puerta, y Harry con Mel tuvieron que contentarse con un trozo de suelo y taparse con la manta más delgada.
La tormenta aumentó su ferocidad durante la noche. Harry y Mel no podían dormir.
Harry Se estremecía y daba vueltas, tratando de ponerse cómodo, con el estómago rugiendo de hambre. Los ronquidos de Dudley quedaron amortiguados por los
truenos que estallaron cerca de la medianoche. El reloj luminoso de Dudley, colgando de su gorda muñeca, informó a Harry y Mel de que tendrían once años en diez
minutos. Esperaba. acostados a que llegara la hora de su cumpleaños, pensando si los Dursley se acordarían y preguntándose dónde estaría en aquel momento el escritor de cartas.
Cinco minutos. Harry y Mel oyeron algo que crujía afuera. Esperó que no fuera a
caerse el techo, aunque tal vez hiciera más calor si eso ocurría. Cuatro minutos.
Tal vez la casa de Privet Drive estaría tan llena de cartas, cuando regresaran, que
podría robar una. Tres minutos para la hora. ¿Por qué el mar chocaría con tanta fuerza contra
las rocas? Y (faltaban dos minutos) ¿qué era aquel ruido tan raro? ¿Las rocas se
estaban desplomando en el mar?
Un minuto y tendrían once años. Treinta segundos… veinte… diez… nueve…
tal vez despertara a Dudley, sólo para molestarlo… tres… dos… uno…
BUM.
Toda la cabaña se estremeció y Harry con Mel se enderezaron, mirando fijamente a la puerta. Alguien estaba fuera, llamando.. Llamaron otra vez. Dudley se despertó bruscamente.
—¿Dónde está el cañón? —preguntó estúpidamente.
Se oyó un crujido detrás de ellos y tío Vernon apareció en la habitación.
Llevaba un rifle en las manos: ya sabían lo que contenía el paquete alargado que
había llevado.
—¿Quién está ahí? —gritó—. ¡Le advierto… estoy armado!
Hubo una pausa. Luego…
¡UN GOLPE VIOLENTO!
La puerta fue empujada con tal fuerza que se salió de los goznes y, con un
golpe sordo, cayó al suelo.
Un hombre gigantesco apareció en el umbral. Su rostro estaba prácticamente
oculto por una larga maraña de pelo y una barba desaliñada, pero podían verse
sus ojos, que brillaban como escarabajos negros bajo aquella pelambrera.
El gigante se abrió paso doblando la cabeza, que rozaba el techo. Se agachó,cogió la puerta y, sin esfuerzo, la volvió a poner en su lugar. El ruido de la
tormenta se apagó un poco. Se volvió para mirarlos.
—Podríamos preparar té. No ha sido un viaje fácil…
Se desparramó en el sofá donde Dudley estaba petrificado de miedo.
—Levántate, bola de grasa —dijo el desconocido.
Dudley se escapó de allí y corrió a esconderse junto a su madre, que estaba
agazapada detrás de tío Vernon.
—¡Ah! ¡Aquí están Harry y Melanie! —dijo el gigante.
Harry y Melanie levantantaron la vista ante el rostro feroz y peludo, y vio que los ojos negros le sonreían.
—La última vez que te los vi eran solo unas criaturas —dijo el gigante—. Te
pareces mucho a tu padre Harry, pero  Mel tienen los ojos de tu madre.
Tío Vernon dejó escapar un curioso sonido.
—¡Le exijo que se vaya enseguida, señor! —dijo—. ¡Esto es allanamiento de
morada!
—Bah, cierra la boca, Dursley, grandísimo majadero —dijo el gigante. Se
estiró, arrebató el rifle a tío Vernon, lo retorció como si fuera de goma y lo arrojó
a un rincón de la habitación.
Tío Vernon hizo otro ruido extraño, como si hubieran aplastado a un ratón.
—De todos modos, Harry y Melanie—dijo el gigante, dando la espalda a los Dursley
—, les deseo un muy feliz cumpleaños. Tengo algo aquí. Tal vez lo he aplastado
un poco, pero tiene buen sabor.
Del bolsillo interior de su abrigo negro sacó una caja algo aplastada. Harry y Melanie la abrieron con dedos temblorosos. En el interior había un gran pastel de chocolate
pegajoso, con «Feliz Cumpleaños, Gemelos» escrito en verde.
Harry  y Melanie miraron al gigante. Iban a darle las gracias, pero las palabras se perdieron
en sus garganta y, en lugar de eso, dijimos:
—¿Quién es usted?
El gigante rió entre dientes.
—Es cierto, no me he presentado. Rubeus Hagrid, Guardián de las Llaves y
Terrenos de Hogwarts.
Extendió una mano gigantesca y sacudió todo el brazo de Harry y De Melanie.
—¿Qué tal ese té, entonces? —dijo, frotándose las manos—. Pero no diría
que no si tienen algo más fuerte.Sus ojos se clavaron en el hogar apagado, con las bolsas de patatas fritas
arrugadas, y dejó escapar una risa despectiva. Se inclinó ante la chimenea. Los
demás no podían ver qué estaba haciendo, pero cuando un momento después se
dio la vuelta, había un fuego encendido, que inundó de luz toda la húmeda
cabaña. Harry  y Melanie sintieron que el calor los cubría como si estuvieram metidos en un baño caliente.
El gigante volvió a sentarse en el sofá, que se hundió bajo su peso, y
comenzó a sacar toda clase de cosas de los bolsillos de su abrigo: una cazuela de
cobre, un paquete de salchichas, un atizador, una tetera, varias tazas agrietadas y
una botella de un líquido color ámbar, de la que tomó un trago antes de empezar
a preparar el té. Muy pronto, la cabaña estaba llena del aroma de las salchichas
calientes. Nadie dijo una palabra mientras el gigante trabajaba, pero cuando sacó
las primeras seis salchichas jugosas y calientes, Dudley comenzó a
impacientarse. Tío Vernon dijo en tono cortante:
—No toques nada que él te dé, Dudley.
El gigante lanzó una risa sombría.
—Ese gordo pastel que es su hijo no necesita engordar más, Dursley, no se
preocupe.
Le sirvió las salchichas a Harry y A Melanie, los cuales estaban tan hambrientos que pensó que
nunca habían probado algo tan maravilloso, pero todavía no podía quitarle los
ojos de encima al gigante. Por último, como nadie parecía dispuesto a explicar
nada, dijo:
—Lo siento, pero todavía sigo sin saber quién es usted.
El gigante tomó un sorbo de té y se secó la boca con el dorso de la mano.
—Llámame Hagrid —contestó—. Todos lo hacen. Y como te dije, soy el
guardián de las llaves de Hogwarts. Ya lo sabrás todo sobre Hogwarts, por
supuesto.
—Pues… nosotros no… —dijieron Harry y Melanie.
Hagrid parecía impresionado.
—Lo lamento —dijo rápidamente Melanie.
—¿Lo lamento? —preguntó Hagrid, volviéndose a mirar a los Dursley, que
retrocedieron hasta quedar ocultos por las sombras—. ¡Ellos son los que tienen
que disculparse! Sabía que no estaban recibiendo las cartas, pero nunca pensé
que no supieran nada de Hogwarts. ¿Nunca se preguntaron dónde lo habían aprendido todo sus padres?
—¿El qué? —preguntó Harry.
—¿EL QUÉ? —bramó Hagrid—. ¡Espera un segundo!
Se puso de pie de un salto. En su furia parecía llenar toda la habitación. Los
Dursley estaban agazapados contra la pared.
—¿Me van a decir —rugió a los Dursley— que este muchacho, ¡estos muchachos!, no saben nada… sobre NADA?
Harry y Melanie pensaron que aquello iba demasiado lejos. Después de todo, habían ido al colegio y sus notas no eran tan malas.
—Yo sé algunas cosas —dijo—. Puedo hacer cuentas y todo eso.
Pero Hagrid simplemente agitó la mano.
—Me refiero a nuestro mundo. Su mundo. Mi mundo. El mundo de tus
padres.
—¿Qué mundo?
Hagrid lo miró como si fuera a estallar.
—¡DURSLEY! —bramó.
Tío Vernon, que estaba muy pálido, susurró algo que sonaba como
mimblewimble. Hagrid, enfurecido, contempló a Harry y a Melanie.
—Pero ustedes tienen que saber algo sobre su madre y su padre —dijo—Quiero decir, ellos son famosos. Ustedes son famosos.
—¿Cómo? ¿Mi madre y mi padre… eran famosos? ¿En serio?
—No sabías… no sabías… —Hagrid se pasó los dedos por el pelo,
clavándole una mirada de asombro—. ¿De verdad no sabes lo que ellos eran?—
dijo por último.
De pronto, tío Vernon recuperó la voz
—¡Deténgase! —ordenó—. ¡Deténgase ahora mismo, señor! ¡Le prohíbo que
le diga nada al muchacho!
Un hombre más valiente que Vernon Dursley se habría acobardado ante la
mirada furiosa que le dirigió Hagrid. Cuando éste habló, temblaba de rabia.
—¿No se los han dicho? ¿No le has hablado sobre el contenido de la carta que Dumbledore les dejó? ¡Yo estaba allí! ¡Vi que Dumbledore la dejaba, Dursley! ¿Y se la han ocultado durante todos estos años?
—¿Qué es lo que me nos an ocultado? —dijo Harry en tono anhelante.
—¡DETÉNGASE! ¡SE LO PROHÍBO! —Grito tío Vernon aterrado.Tía Petunia dejó escapar un sonido de horror.
—Voy a romperles la cabeza —dijo Hagrid—. Harry, Melanie, debem saber que son unos magos y brujas.
Se produjo un silencio en la cabaña. Sólo podía oírse el mar y el silbido del
viento.
—¿Que somos qué? —dijo Melanie con voz entrecortada.
—Unos magos —respondió Hagrid, sentándose otra vez en el sofá, que crujió y se hundió—. Y muy bueno, debo añadir, en cuanto te hayas entrenado un poco.Con unos padres como los de ustedes ¿qué otra cosa podías ser? Y creo que ya es hora de que leas la carta.
Harry  y Melanie extendieron la mano para coger, finalmente, el sobre amarillento, dirigido,
con tinta verde esmeralda al
«Señor H. Potter, Y M. Potter, El Suelo de la Cabaña en la Roca,El Mar».
Sacó la carta y leyó:
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
Director: Albus Dumbledore
(Orden de Merlín, Primera Clase, Gran Hechicero, Jefe de Magos, Jefe
Supremo, Confederación Internacional de Magos).Querido señor Potter y señora Potter:
Tenemos el placer de informarle de que disponen de una plaza en el
Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observen la lista del equipo y los
libros necesarios.
Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes
del 31 de julio.
Muy cordialmente,
Minerva McGonagall
Directora adjunta
Las preguntas estallaban en la cabeza de Harry y Melanie como fuegos artificiales, y no sabía cuál era la primera. Después de unos minutos, tartamudeó Harry:
—¿Qué quiere decir eso de que esperan mi lechuza?
—Gorgonas galopantes, ahora me acuerdo —dijo Hagrid, golpeándose la
frente con tanta fuerza como para derribar un caballo. De otro bolsillo sacó una
lechuza (una lechuza de verdad, viva y con las plumas algo erizadas), una granpluma y un rollo de pergamino. Con la lengua entre los dientes, escribió una nota
que Melanie pudo leer al revés.
Querido señor Dumbledore:
Entregué a Harry  y a Melanie su carta. Los llevo mañana a comprar sus cosas.
El tiempo es horrible. Espero que usted esté bien. Hagrid,
Hagrid enrolló la nota y se la dio a la lechuza, que la cogió con el pico.
Después fue hasta la puerta y lanzó a la lechuza en la tormenta. Entonces volvió
y se sentó, como si aquello fuera tan normal como hablar por teléfono.
Harry se dio cuenta de que tenía la boca abierta y la cerró rápidamente.
—¿Por dónde iba? —dijo Hagrid. Pero en aquel momento tío Vernon,
todavía con el rostro color ceniza, pero muy enfadado, se acercó a la chimenea.
—Éllos no irán —dijo.
Hagrid Fruncio el ceño.
—Me gustaría ver a un gran muggle como usted deteniéndolos a éllos —dijo.
—¿Un qué? —preguntó interesada Melanod.
—Un muggle —respondió Hagrid—. Es como llamamos a la gente «no-mágica» como ellos. Y tuvieron la mala suerte de crecer en una familia de los más
grandes muggles que haya visto.
—Cuando los adoptamos, juramos que íbamos a detener toda esa porquería —
dijo tío Vernon—. ¡Juramos que los íbamos a sacar de él! ¡Un mago y una bruja, ni más ni menos!
—¿Vosotros lo sabíais? —preguntaron Harry y Melanie—. ¿Vosotros sabíais que nosotros eramos…
unos magos?
—¡Saber! —chilló de pronto tía Petunia—. ¡Saber! ¡Por supuesto que lo
sabíamos! ¿Cómo no iban a serlo, siendo lo que era mi condenada hermana? Oh,
ella recibió una carta como ésta de ese… ese colegio, y desapareció, y volvía a
casa para las vacaciones con los bolsillos llenos de ranas, y convertía las tazas de
té en ratas. Yo era la única que la veía tal como era: ¡una monstruosidad! Pero
para mi madre y mi padre, oh no, para ellos era «Lily hizo esto» y «Lily hizo
esto otro». ¡Estaban orgullosos de tener una bruja en la familia!
Se detuvo para respirar profundamente y luego continuó. Parecía que hacía
años que deseaba decir todo aquello, Luego conoció a ese Potter en el colegio y se fueron y se casaron y los
tuvieron a ustedes, y por supuesto que yo sabía que iban a ser igual, igual de raros, unos…unos anormales. ¡Y luego, como si no fuera poco, hubo esa explosión y nosotros tuvimos que quedarnos con ustedes!
Melanie y Harry se habían puesto muy pálidos. Tan pronto como recuperó la voz, preguntó:
—¿Explosión? ¡Nos dijisteis que habían muerto en un accidente de coche!
—¿ACCIDENTE DE COCHE? —rugió Hagrid dando un salto, tan enfadado que
los Dursley volvieron al rincón—. ¿Cómo iban a poder morir Lily y James Potter
en un accidente de coche? ¡Eso es un ultraje! ¡Un escándalo! ¡Que Harry  Y Melanie Potter no conozcan su propia historia, cuando cada chico de nuestro mundo conocen sus nombres!
—Pero ¿por qué? ¿Qué sucedió? —preguntó Melanie con tono de apremio.
La furia se desvaneció del rostro de Hagrid. De pronto parecía nervioso.
—Nunca habría esperado algo así —dijo en voz baja y con aire preocupado
—. No tenía ni idea. Cuando Dumbledore me dijo que podía tener problemas
para llegar a ti, no sabía que sería hasta este punto. Ah, Melanie no sé si soy la
persona apropiada para decírtelo, pero alguien debe hacerlo. No pueden ir a
Hogwarts sin saberlo.
Lanzó una mirada despectiva a los Dursley.
—Bueno, es mejor que sepan todo lo que yo puedo decirles… porque no
puedo decírles todo. Es un gran misterio, al menos una parte…
Se sentó, miró fijamente al fuego durante unos instantes, y luego continuó.
—Comienza, supongo, con… con una persona llamada… pero es increíble
que no sepas su nombre, todos en nuestro mundo lo saben…
—¿Quién?
—Bueno… no me gusta decir el nombre si puedo evitarlo. Nadie lo dice.
—¿Por qué no?
—Gárgolas galopantes, Harry, la gente todavía tiene miedo. Vaya, esto es
difícil. Mira, estaba ese mago que se volvió… malo. Tan malo como te puedas
imaginar. Peor. Peor que peor. Su nombre era…
Hagrid tragó, pero no le salía la voz.
—¿Quiere escribirlo? —sugirió Melanie.
—No… no sé cómo se escribe. Está bien… Voldemort. —Hagrid se estremeció—. No me lo hagas repetir. De todos modos, este… este mago, hace
unos veinte años, comenzó a buscar seguidores. Y los consiguió. Algunos
porque le tenían miedo, otros sólo querían un poco de su poder, porque él iba
consiguiendo poder. Eran días negros, Harry y Melanie. No sabían en quién confiar, uno no se animaban a hacerse amigo de magos o brujas desconocidos… Sucedían
cosas terribles. Él se estaba apoderando de todo. Por supuesto, algunos se le
opusieron y él los mató. Horrible. Uno de los pocos lugares seguros era
Hogwarts. Hay que considerar que Dumbledore era el único al que Quien-tú- sabes temía. No se atrevía a apoderarse del colegio, no entonces, al menos.» Ahora bien, su madre y su padre eran la mejor bruja y el mejor mago que yo he conocido nunca. ¡En su época de Hogwarts eran los primeros! Supongo que el misterio es por qué Quien-tú-sabes nunca había tratado de ponerlos de su parte…Probablemente sabía que estaban demasiado cerca de Dumbledore para querer tener algo que ver con el Lado Oscuro.»Tal vez pensó que podía persuadirlos… O quizá simplemente quería quitarlos de en medio. Lo que todos saben es que él apareció en el pueblo donde vosotros vivíais, el día de Halloween, hace diez años. ustedes tenían un año. Él fue a vuestra casa y… y…
De pronto, Hagrid sacó un pañuelo muy sucio y se sonó la nariz con un
sonido como el de una corneta.
—Lo siento —dijo—. Pero es tan triste… pensar que tu madre y tu padre, la
mejor gente del mundo que podrías encontrar…»Quien-tú-sabes los mató. Y entonces… y ése es el verdadero misterio del asunto… también trató de matarlos a ustedes. Supongo que quería hacer un trabajo limpio, o tal vez, para entonces, disfrutaba matando. Pero no pudo hacerlo. ¿Nunca se preguntaron cómo te hicieron esa marca en la frente? No es un corte común. Sucedió cuando una poderosa maldición diabólica los tocó. Fue la que terminó con tu madre, tu padre y la casa, pero no funcionó contigo,y por eso Som famosos, Harry, Melanie. Nadie a quien él hubiera decidido matar sobrevivió, nadie
excepto ustedes dos, y eso que acabó con algunas de las mejores brujas y de los mejores magos de la época (los McKinnons, los Bones, los Prewetts…) y ustedes eran muy pequeños. Pero sobrevivieron.Algo muy doloroso estaba sucediendo en la mente de Harry. Mientras Hagrid iba terminando la historia..



3897 palabras, ostias..

𝙀𝙣𝙘𝙖𝙣𝙩𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙮 𝙝𝙚𝙘𝙝𝙞𝙯𝙤𝙨 𝙚𝙣 𝙃𝙤𝙜𝙬𝙖𝙧𝙩𝙨//𝘙𝘰𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora