Parte única

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Estar a solas era difícil viviendo en la misma casa. Más aún teniendo dos hermanos menores, y Daemon estar muy atento con ellos dos. Desde que se casó con Viserys, pudo notar su hijo Aegon no tardó en mostrarse por la hija mayor de Rhaenyra, la hija mayor de Viserys, entonces por el bien de la causa “no ser abuelo tan pronto”, los tuvo a la vista siempre desde que comenzaron a salir.

Los dos hermanastros tuvieron que rentar un cuarto en un hotel, fingiendo iban a una fiesta con varios amigos que ya habían preparado la coartada en caso llamaran Viserys o Daemon.

Rhaenyra apenas podía creer él matrimonio de su padre, del que se mostró tan reacia a aceptar hasta que vió a su hermanastro, le trajo con quién ahora tenía una firme relación. A diferencia de su padre, nunca fué muy acorde las costumbres conservadoras. Perder la virginidad con su novio no era algo que la preocupara tanto como evitar una enfermedad de transmisión sexual.

—¡Aegon, dime que lo trajiste!– Exclamó desde el baño, perfumado su cuello.

—¡Está justo aquí, mi princesa!– Respondió el otro, riendo sonoramente– ¡Y algo más!

—¡No me digas! ¿Rosas y velas?

La chica se asomó afuera, sorprendiendose al ver efectivamente Aegon llenó la cama de rosas y encendió unas velas aromáticas rojas.

—No te lo puedo creer...– Musitó rodeando la habitación Rhaenyra, admirando la luz cálida sobre cada pétalo y las sábanas blancas. Su estómago se revolvió de emoción cuando los ojos de Aegon recorrieron deliberadamente las curvas de su cuerpo– ¿Dónde conseguiste tantos pétalos?

—Se los robé al vecino– Respondió él. Su novia golpeó su pecho con el codo, provocando se riera entre dientes– Compré muchas rosas, saqué cada pétalo uno por uno, ¿Te gusta?

—Me gustan, demasiado. Tanto como tú, amor.

Rhaenyra dió varios pasos adelante y sólo se detuvo cuando las manos de Aegon rodearon su cintura. Ella tenía puesto un vestido rojo ajustado con la falda hasta los muslos, que dejaba sus caderas definidas, en contraste con el otro que directamente no llevaba más que su ropa interior.

Las manos de Aegon se deslizaron por la parte delantera de su estómago, haciéndola temblar.

—Tienes un cuerpo tan hermoso, princesa.

—¿Por qué no me lo demuestras?– En ese momento, no quería nada más que que Aegon la arrojara a la cama y se saliera con la suya dentro de ella.

—Paciencia, o no podré resistir. Es tu primera vez, ¿Verdad?– Paseó su pulgar por el rostro de Rhaenyra, mientras usaba su otra mano para acariciar la cadera de su amada, y atraerla más a él hasta que no el aire pasaba entre ellos. Ella cerró los ojos relajándose con la gentil caricia.

Las largas pestañas cayendo por su hermoso rostro fueron como una invitación para el otro, jadeando con lujuria, pero se forzó a tomar su tiempo con el beso que comenzó. Conocía al derecho y al revés cómo le gustaba a ella que se moviera dentro de su cavidad bucal, disfrutando la forma en que su lengua sometió dulcemente la de su hermanastra. Mientras otro grito de deseo escapó de la garganta de Rhaenyra, Aegon usó una mano para apretar sus glúteos.

Ella ahogó un gemido cuando su excitación llenó su cuerpo, entrelzando sus dedos dentro del cabello de su novio, chocando con la tensión acumulada durante el día que había sentido en la universidad, y sus extremidades se aflojaron. Le dio algunas patadas suaves, necesitando respirar, pero nada pudo evitar que la lengua de Aegon sondeara su boca, mientras las traviesas manos procedían a definir sus caderas, y apretar uno de sus pechos.

A Escondidas (Rhaegon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora