Barrotes.

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Hustler.

­­­­Aquí me encontraba, sentado en un pequeño borde de concreto rústico, al que por algún motivo se había convertido en mi lugar predilecto para dejar que las palabras decidieran salir de las profundidades de mi subconsciente hacia mi mente, aquel rincón inexplorado el cual es desconocido hasta para mí, solo podía ser partícipe de casi oír los pensamientos rebotando entre cada neurona de mi ser, el silencio de aquella habitación era casi tangible, excepto por la persistencia de una gota de agua que se filtraba por un borde de la pared del techo.

Mis pensamientos fueron interrumpidos al sentir la textura rugosa de los barrotes que hacían juego con todo el frío que emanaban al recostar mi espalda, la humedad del aire se infiltraba en mis pulmones mientras yo decidía calar el último atisbo de nicotina proveniente de un cigarro de dudosa procedencia.

-Tss, dije entre dientes- este cigarro seguro debe tener suficiente veneno como para asesinar a una rata.

Pues de algo tenemos que morir, aquí, como lo que parecemos. -dijo mi compañero de celda-, miranos, estamos aquí, comiendo sobras de los oficiales, Esto es una madriguera- exclamó.

Decidí exhalar el humo solo asentí con la cabeza, mientras mis dedos empezaban a adoptar una postura de catapulta listos para poner aquel filtro del tabaco que estaba por terminar su vida útil para ser lanzado lejos en un breve acto de movimiento de manos.

Mientras jugaba con el encendedor, solo podía oír los murmullos de aquel hombre que me proveía de cigarros en esa celda, un viejo que solo sabía hablar de política y de los ordenes mundiales y como estos controlan el mundo desde las sombras, un mundo al cual ninguno de los dos pertenece más, nuestro mundo son cuatro paredes a medio pintar de color gris concreto, 5 barrotes en la pequeña ventana de la puerta de aquella celda, dos camas y un váter que daba pena, la ventana de rejas y aquel viejo con demencia cenil que mientras estuviera cerca de mí me tendría siempre una ración de su cajetilla de cigarros.

Siempre hablábamos mientras fumábamos, o en realidad él hablaba y yo fumaba fingiendo escucharlo, siempre terminaba de una u otra forma en un laberinto de pensamientos al caer la noche.

-Oye tú- le hablé al viejo. pásame otro cigarro, y no me digas que no hay, por que sé que eres tú quien los contrabandea dentro de la prisión -exprese demandando-, te he visto fumar en ocasiones hasta 3 cajetillas en un día, ¿cómo le haces? -pregunté, en un tono serio.

El viejo extendió su mano y con ella una cajetilla cerrada, levanté mi mano para tomarla, cuando el viejo cenil decidió alejarla de mí con prisa.

-Qué te pasa viejo, ya dame el cigarro -exclamé, actuas como alguien que caerá pronto en un cajón -murmuré.

Con la suerte que tengo terminarías tú primero en un cajón antes que yo, -dijo, aquel don mientras utilizaba el mechero para encender otro tabaco.

Al final de todo me terminó entregando la cajetilla mientras la sujetaba diciendo, -pero te los vas a fumar todos hablando conmigo esta noche-, está bien- dije, de igual forma nunca te presto atención.

¿Cómo había terminado yo con un personaje tan peculiar? -pregunta que pasó por mi mente brevemente, pero no lo suficientemente veloz como para que mi conciente no lo notara, -hmm, viejo, ¿cómo es que la línea de tu vida y la mía se cruzaron, pregunté.

Yo fui un sicario en mis tiempos de gloria, pero siempre supe que terminaría aquí, en un cuadro de arcilla comiendo gratis y fumando hasta que este ser lleno de arrugas y vivencias muera con este estúpido sombrero rojo- dijo.

-Lo cual me hizo alzar la mirada- solo para decirle, -sabes viejo, no distingo el rojo, soy daltónico. -le comenté-

-Hizo un sonido de burla-, ni para ver sirves, -soltó. y tú, un chico con cara de contador, alto con cara que no mata una mosca terminó aquí, con sus tatuajes sin sentido robándome mi espacio de celda- dijo

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⏰ Última actualización: Feb 10 ⏰

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