Añorando la muerte

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Yo fui criada por monjas, cuando apenas tenía uso de razón, y aunque nunca fui la favorita de dios, por mi rebeldía o mis ganas de desafiar con todas mis ganas la autoridad, por mi parte marcar la diferencia en mi vida era meta, aunque mis hermanas pensaban diferente a mí, había una a la cual la diferencia conmigo era tan abismal convirtiéndonos en el sol y la luna del convento.

Hubo un día, gris donde solo se podía escuchar el llanto de mis compañeras y hermanas, al escondernos de los bandidos traídos por las guerras, en que mi vida comenzó a sonar con tanta incoherencia que no podía ni describir los instrumentos tocados por ella, justo en el momento en que entraron, tirando puertas rompiendo ventanas buscando presas, parecíamos un enjambre intento escapar, la mayoría lo lograron mientras que otras solo podíamos ver cómo nos lanzaban una por una cual animales a un camión.

Desperté tras días, aun avanzando a lo que podía o no ser mi fin, pensando en que posibilidades de solo estar muerta y que mi alma solo estaba yendo de camino al purgatorio.
















































































































































El dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora