La novia de la mafia

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Narra Sonya.

Probé mi helado al mismo tiempo que miraba a mi novio Agustín. Él no había emitido una palabra en media hora y eso me mantenía ansiosa. Cada vez que a Agustín le molestaba algo ultimamente, se quedaba en silencio, lo que hacía que determinara lo enojado que estaba.

—¿No vas a hablar conmigo? — pregunté insistente— ya no te enojes, cielo.

Quise acariciar su mejilla y él rechazó mi mano con desdén.

—Tú muy bien sabes por qué estoy enojado— se cruzó de brazos —¿Qué te he dicho, Sonya? Mira cómo andas vestida. No me gusta que los hombres miren lo que es mío.

Mi semblante cayó en una mueca de incomodidad; realmente me preocupaba con qué clase de personas estaba lidiando, sin embargo, era muy difícil para mí porque mi mente tenía un dilema. Él resultaba ser una persona cariñosa muchas veces y luego actuaba despotamente y cruel.

Miré mi ropa buscando algún defecto que tal vez no había visto, y no encontraba ningún inconveniente con ella. Me preguntaba si él no recordaba que con esa ropa me conoció. Fue la misma que repetí porque era un día especial y quería que se diera cuenta de que lo hice a propósito, pero al parecer no le gustó.

—No veo cuál es el problema, no estoy haciendo nada malo —respondí cohibida, tenía miedo de provocar su ira.

—Yo sí— se inclinó hacia mí— ese hombre que está detrás de ti no te ha quitado el ojo de encima desde que te sentaste conmigo.

Resoplé con cansancio y me talle la frente, esta situación me estaba estresando, me dolía el estómago, no podía creer que lo que sentía que era bonito se estaba convirtiendo en un infierno.

—Pues ve y dile que se saque los ojos y se quede ciego — farfullé iracunda—. Escucha Agus, no te voy a permitir que me culpes por llamar la atención. Es el precio que tienes que pagar si quieres estar con una mujer bella.

Él esbozó una sonrisa divertida.

—Te gusta llamar la atención... ¿No es así? ¿Qué pretendes hacer Sonya, irte con el mejor postor?

Lo miré, su comentario me indignó y estaba tan decepcionada de él, al comprender que no era la clase de persona que me demostró ser cuando le conocí. Mi pecho se contrajo, un nudo se instaló en mi garganta, quería llorar pero no le iba a dar el gusto, al contrario, me levanté de la silla.

—Mamá tenía razón Agustín —dije, respiré profundamente y acomodé mi pelo rubio detrás de la oreja— no eres bueno para mí. Lo nuestro se terminó.

Su expresión cambió pero antes de que me detuviera, caminé fuera de la heladería. No me importó que estuviera lloviendo a cántaros fuera, caminé con rapidez, y no pude controlarme más, dejé salir el llanto al darme cuenta que me equivoqué con Agustín, que mamá tenía razón cuando me dijo que no era confiable, pero a pesar de que lo veía con mis propios ojos no podía evitar también pensar que era mi culpa. ¿Acaso era verdad? ¿Acaso yo había provocado que me miraran los hombres? ¿Acaso él estaba teniendo un mal día y yo estaba siendo desconsiderada?

No, no podía ser, yo no era la mala... Pero era tanta la revolución que se estaba armando en mi cabeza que se me estaba rompiendo.

Agustín me persiguió y cuando me alcanzó, tomó mi brazo e hizo que nos detuviéramos en la acera. Me jaló hasta su pecho y me obligó a pegarme a él.

—Perdóname Sonya—pronunció— no quise decirte esto pero es que estoy demasiado estresado hoy. Además, cariño, no deberías ponerte esa ropa, no puedo soportar que otros miren lo que es mío.

la esclava rusa y el turco infiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora