Estaba preocupada por Alekxandra, porque a pesar de que su tobillo se encontraba adolorido, tenía que lidiar con el estúpido charlatán: Vladimir Petrov. No sabía qué demonios le pasaba o si le habían cambiado el cerebro humano por el de un pollo, pero estaba insoportable.
Anoche, cuando estábamos bailando, la pobre se torció el tobillo.
De igual manera, vio a su padre que la abandonó ese mismo día en la escuela y se puso muy triste. No había palabras para consolar a mi querida amiga. No la quería dejar sola, pero ella no quiso quedarse conmigo, así que decidí darle su espacio.
Una cosa sí me pareció rara y fue cuando se peleó con un hombre en medio de la carretera, ese grosero hombre turco, cuyo nombre no recordaba, y su chófer, ese imbécil maleducado. Estuve a punto de llamar a la policía si se pasaba de listo con ella.
Habían pasado unos días y aún así estuvo desanimada toda la semana, evadiendo mis preguntas. Lo último que me dijo en un mensaje de texto fue que su tobillo se encontraba mejor y que podía volver a bailar ballet, aunque Anastasia no estuviera de acuerdo con ello. Le aconsejé que no lo hiciera, era demasiado pronto, pero conociendo a mi amiga, no me iba a escuchar.
—Anastasia me dijo que tiene problemas con Alekxandra —comentó Veronika, intentando buscar información sobre el suceso.
—Pues Alek me dijo que está estresada con la situación económica —dije en respuesta— tal vez Anastasia se encuentre muy estresada y por ello Alekxandra también lo esté.
—Pues a mí me parece que Alekxandra es una buena chica —replicó— Anastasia no debería estresarse con ella. Al contrario, debería tenerla en un altar por lo obediente que es.
Reímos.
—¿No crees que Anastasia siempre la sobreprotege? —indagué, frunciendo el ceño, curiosa— me parece raro.
Pero Veronika no mostró ninguna importancia, tal vez porque las madres a veces son así, aunque ella fuera distinta.
—Pues —se quedó pensativa— ahora que lo dices, sí, concuerdo —admitió— pero creo que solo lo hace porque teme que la dañen.
Negué con la cabeza.
—Ella debería salir al mundo y conocer a las personas, mamá —dije— pienso que no debería estar dentro de una burbuja.
—Ella es cristiana ortodoxa —replicó— sabes que somos distintas, hija.
—Sí, ya sé, mamá —murmuré— pero ella no debería sobreprotegerla tanto. Ni siquiera puede salir de fiesta conmigo de vez en cuando.
—Sonya, ¿puedes dejar ya de parlotear y organizar el pastel? —inquirió— debemos hacer cinco entregas hoy.
Exhalé pensando en el día que me esperaba: el día de trabajo pesado. La verdad era que estaba tan cansada de no poder llegar a mi casa como toda una adolescente normal. Sentarme en la oscuridad de mi habitación, escuchar música de Lana Del Rey, bailar al ritmo de la melodía y dormir la siesta. Placeres que algunos jóvenes tenían, pero para ellos eran insignificantes, ya que eso era lo normal. Pero como yo no tenía dinero, mi deber era ayudar a mi madre con nuestro negocio familiar.
Mi padre murió cuando yo tenía doce años. Fue un infarto. En ese tiempo pasábamos por malos momentos económicos y jamás pudimos recuperarnos de aquello. Los gastos, sin duda, eran infinitos para una madre soltera.
Quería descansar, buscarme un trabajo independiente, pero no podía dejar sola a mamá en esto, no cuando ella siempre estaba conmigo apoyándome. De ese trabajo familiar se pagaba mi colegiatura en el instituto y, prontamente, mi universidad con los ahorros. Así que debía continuar. No sabíamos si en el futuro íbamos a progresar más con el negocio.
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la esclava rusa y el turco infiel.
RomanceSu novio mafioso intenta asesinarla, pero Murad lo detiene, ya que Sonya es un testigo que conoce un secreto oscuro que le sirve para destronar a su cuñado de todos los beneficios que, por ley, también le corresponden a él, y que, por una tradición...