Él no me habló por días.
Ni una palabra, ni un mensaje, ni una llamada. Fue como si hubiese desaparecido de la tierra para mí.
No voy a decir que no me lo esperaba, porque la verdad es que era algo predecible. Yo soy un experto en los gay’s panic. Lo que no me esperaba es que me afectará tanto.
De alguna manera, él se abrió paso dentro de mí. Y me da un poco de vergüenza decirlo, pero soy como esos perros a los que nadie acarició en su vida hasta que llegó alguien que les rascó detrás de las orejas y entonces terminan persiguiendolos por la calle.
Me hizo sentir seguro, me hizo sentir querido y después desapareció. Silencio absoluto.
Odio el silencio, me hace sentir mal.
Pero fue mi culpa. Yo lo había asustado. Había sido codicioso, había querido algo más que su amistad y lo había terminado arruinando todo.
Yo lo sabía, sabía desde el principio que no tenía que engancharme. Pero soy un cliché con patas, conozco a un tipo alto, lindo, que no me juzga y me trata cómo una persona que vale la pena y caigo rendido a sus pies.
Supongo que eso que tratamos de evitar con tanta fuerza es lo que terminamos persiguiendo.
Yo intenté que no me gustara, te lo juro. Intenté no desarrollar otros sentimientos que no fueran de amistad por él. Pero a lo mejor no lo intente con tantas fuerzas.
Pude haber mirado menos su sonrisa, pude evitar que nuestras ropas se tocaran cuando me sentaba a su lado, pude no haber respirado su perfume cuando me prestó su campera…
Pero no lo hice. Rompí la regla de oro en la comunidad, que dice que no hay que encariñarse mucho con los heteros.
¿Pero que tan hetero? Él me besó de vuelta. Él me sostuvo contra su cuerpo. Pude ver un atisbo de duda en sus ojos, de deseo.
Él no solo me estaba evitando a mí, él estaba evitando lo que sentía.
Pero no podemos escapar de lo que somos. Yo no pude, incluso cuando lo intenté casi toda mi vida. Y él tampoco.
La noche que tocó a mí puerta yo estaba sorprendido. Habían pasado como dos semanas de silencio y ahora él estaba parado frente a mi, luciendo perdido, como si no supiera cómo había llegado hasta ahí.
Me pidió pasar, lo dejé. Yo estaba dispuesto a olvidarlo todo, estaba dispuesto al pequeño escozor de solo ser su amigo. Por qué ser su amigo seguía siendo mucho más de lo que alguna vez había tenido.
Pero fue él quien abrió la ventana.
—No dejo de pensar… en lo que pasó—me dijo.
Mi corazón dió un vuelco.
—Yo tampoco.
—No soy gay, no puedo ser gay —dijo.
Asentí, intentando no tomarlo personalmente.
—Te entiendo.
Cristian me miró, pensé que iba a decir algo más, pero pareció arrepentirse a último momento. Yo hablé.
—Podemos ser solo amigos —le dije, sin importar lo doloroso que sabía que sería eso—. Podemos hacer cómo que no pasó nada.
Pensé que iba a aliviarlo, pero solo frunció el ceño. Estaba contrariado.
—No sé si quiero eso.
Se me formó un nudo en la garganta. Claro que me había planteado la posibilidad de que no quisiera volver a saber nada conmigo, que no quisiera siquiera mi amistad. Esto me pasa mucho, las personas tarde o temprano me dejan, sin importar cuánto me aferre.
—Bueno —dije, dándome la vuelta para que no viera que me estaba aguantando las ganas de llorar.
Me congelé cuando lo sentí acercarse, el calor de su cuerpo irradiaba en mi espalda.
Me gire lentamente, su mirada oscura era como un incendio forestal. Y lo volví a ver: puro y ardiente deseo.
Él me deseaba, a tal punto que mi piel se erizaba bajo su mirada. Estaba ahí, parado, como un tanque radiactivo a punto de estallar. Se estaba conteniendo, pero solo apenas.
Un solo toque podía romper con esa tensión.
Por eso no puedo estar tan enojado con él como me gustaría, porque, ¿cómo quejarte del fuego cuando quema, si yo estiré la mano? Si yo me sumergí por pura voluntad propia en las llamas.
Agarré su rostro entre mis manos y él se estremeció.
—¿Y qué querés entonces? —le pregunté.
Podía escuchar su corazón latiendo en su pecho, me recordó al tic-tac de una bomba.
Me acerqué a su rostro, mis manos bajando por su cuello. Estaba tenso, vibrante, sus ojos no se despegaron de los míos.
—Podes decirme. Lo que quieras —lo alenté.
Cristian se movió, sus manos me sostuvieron con fuerza de la cadera.
—Te quiero comer la boca.
Nunca fue Shakespeare, pero a mí me gustaba esa crudeza suya. La primera vez que me lo dijo mis piernas casi se doblan.
—Y hacelo.
Y él me comió la boca. En mi cocina, contra la mesada, con sus dedos clavándose tan fuerte en mis caderas que casi me pregunté si me dejaría marcas.
No me importó. Quería que lo hiciera. Porque esa era la prueba física de que no solo era yo y mi cabeza, no solo era yo y mi molesta necesidad. Él también quería esto, él también me deseaba a mi. Lo suficiente cómo para superar su pánico y su heterosexualidad. Lo suficiente cómo para perder el control de sí mismo.
Me aferré a Cristian, casi tan fuerte como él se estaba aferrando a mí, mientras dejaba que asaltara mi boca y me presionara contra el mármol.
Al final Cristian si me dejó marcas, pero estaba bien para mí. Sabía que no iba a ser fácil, sabía que iba a quemarme, pero también sabía que Cristian iba a quemarse conmigo.
Yo también pude dejarle mis marcas.
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Cortito pero lo tenía en borradores. Este fic no es slow born por lo que en el próximo capítulo va a haber mucha más información.
Espero que les esté gustando! 😊
PD: Tenemos nueva foto Cutison!
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a boy is a gun (cutison)
FanfictionSonny es un estudiante repudiado por su familia que intenta adaptarse a su nueva vida en Córdoba. En ese momento conoce a Cristian, un cordobés de sonrisa dulce que hace que su mundo tiemble. Junto a él, Sonny conoce lo maravilloso y doloroso que pu...