Una suave brisa corría sobre el capo aquella tarde, las copas de los árboles se movían con suavidad, haciendo que las ramas danzaran al compás del viento, provocando que algunas hojas flotaran hasta perderse en el horizonte. El sol comenzaba a ocultarse, los últimos rayos pintaban las motas blancas con fuego y sangre. A lo lejos, en un arenoso camino de tierra, se lograban apreciar dos siluetas. Dos hombres jóvenes uniformados vigilaban el sendero, cabizbajos pateaban la arena o miraban al cielo por largo rato mientras se les escapaban pesados suspiros. Les parecía inútil vigilar aquel lugar, era injusto que justamente aquella noche les correspondiera hacer guardia en tanto sus compañeros disponían de las reservas en el bar, de seguro acabarían con las mejores cosechas y ellos apenas y lograrían alcanzar las más insípidas, si era que les dejaban algo. El último trabajo resultó ser una maravilla, las armas estaban almacenadas y listas para ser cargadas la mañana siguiente.
Uno de ellos se levantó para fumar —Con nuestra suerte nos van a pedir que llevemos el cargamento hasta Reiventor— decía en tanto encendía el fósforo, —Eso le toca a Miguel, ya lo habíamos hablado— contestó el otro en un bufido mientras se rascaba la oreja. Su compañero dio un largo jalón, para luego dejar escapar lentamente una nube de humo gris que se perdió frente a él —Miguel y el resto van a estar con una resaca de los diablos, cuando llegue el camión y los vean así ¿Qué crees que va a pasar? El conductor no va a querer que un borracho lo acompañe, y al ser nosotros los únicos sobrios nos va a tocar comernos ese viaje de mierda— dio otro jalón, su compañero lo miró, frunció el ceño y lanzó otro bufido. Largo rato pasaron buscando una forma de librarse de aquello, tan inmersos se encontraban en su conversación que no se percataron de que estaban siendo observados desde atrás de unos arbustos.
Minutos después, los guardias escucharon un extraño ruido proveniente de la parte trasera de uno de los camiones de carga. Los dos hombres se levantaron de mala gana, pensando que se debía a un animal que paseaba por el lugar. Al llegar al sitio, se vieron sorprendidos al ver una hoja arrugada tirada en el suelo. Uno de ellos, llevado por curiosidad, tiró la colilla del cigarro y la tomó. Al abrirla, se encontró tan solo con una palabra: «ARRIBA» ambos miraron al cielo de manera ingenua. Y antes de poder siquiera comprender lo que estaba ocurriendo, un enmascarado saltó desde el techo de uno de los camiones y, de un golpe, incapacitó a uno de los guardias.
De inmediato el otro uniformado intentó desenfundar su arma, pero los nervios no se lo permitieron —¡Maldita sea! — exclamó con la voz entre cortada mientras el enmascarado lo miraba con sorna. Llevaba puesto unos pantalones anchos de color negro, una chaqueta de cuero roja con el cierre abierto, lo que permitía entrever una sucia camisa blanca gastada por el tiempo y una delgada cadena de plata que se movía de un lado a otro. Sin embargo, era aquella máscara carmesí lo que más llamaba la atención de aquel atuendo. El enmascarado tomó rápidamente su bate y noqueó al segundo guardia de un golpe en la cara. — Bueno, eso fue más sencillo de lo que imaginé— se holló decir un tanto decepcionado, rebuscaba en los bolsillos de aquellos tipos esperando hallar algo de valor para luego venderlo. Por más que buscó, no encontró nada más que unos chicles, siete piezas de intercambio, un encendedor barato y un paquete de cigarros vacío — Qué decepción muchachos. Espero que lo que tengan adentro sea mejor que esta porquería— comentó en un suspiro para luego caminar con toda tranquilidad hacia la entrada. Sabía de antemano que el resto del personal se encuentra muy ocupado bebiendo en el bar debido a la celebración de su último trabajo.
Una vez dentro inspeccionó el lugar en busca de algo útil, debía darse prisa para que no notaran su presencia, examinó la información que tenía sobre el sitio y repasando los planos tomó la decisión de evitarse problemas innecesarios. Faltaban poco para el anochecer y aún debía que encontrar los documentos —Y bueno... ¿Qué tenemos por aquí? — pensó mientras tomaba una gruesa barra de metal que se encontraba recostada a una vieja moto, era lo suficientemente fuerte como para trabar la puerta del bar. Se dirigió furtivamente hacia el sitio, había al menos una docena de hombres cantando y tomando, — ¡Qué buena fiesta! Es una lástima que no pueda quedarme — murmuró con voz queda mientras cerraba las puertas, usó la barra de metal para trabarlas y evitarse cualquier problema. Con los guardias encerrados revisó de nueva cuenta el plano, trazó una línea con el dedo y decidió ir al cuarto de comunicación, allí debía encontrarse el portafolio que contenía los documentos con la información. Los Diamond eran una facción de estilo militar que controlaba en gran medida las armas de toda la región, normalmente mantenían esas armas en movimiento, dispersándolas por toda Grasida y según rumores, enviando una buena cantidad al otro lado del mar. El enmascarado no sabía con exactitud el contenido del portafolio, no era algo que le interesara, en cuanto le pagaran por recuperarlos, pero encontrar dichos documentos le estaba tardando más de lo esperado, debía llegar a tiempo para realizar la transacción, sino, el precio se rebajaría.
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En busca de Heraclion
FantasyHan transcurrido siete años desde el resplandor, y la certeza de que nada volverá a ser como antes se ha arraigado en la mente de todos. Donovan solía ganarse la vida aceptando toda clase de trabajos; después de todo, no existía otra manera de gana...