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AVRIL'S POV

Mi cabeza dolía, sentía la garganta seca y el sudor recorría mi cuerpo.
Decidí abrir los ojos, pero solo me sirvió para terminar encandilada por la luz del sol, provocándome aún más mareo.
Traté de sentarme como pude en la cama y volví a cerrar los ojos y suspirar.
Una extraña sensación llegó a mi de la nada, sentía que algo suave y sedoso me cubría. Pasé mis manos por mi cuerpo, sin aún abrir los ojos, y sentí que tenía una especie de abrigo de seda.

Abrí los ojos, detectando que estaba en un lugar desconocido pero muy lindo. Era un cuarto, los colores blancos y grises dominaban, y jamás había estado ahí antes. Bufé con frustración, suponiendo que estaba allí ya que Camila nos había traído a la casa de algún amigo millonario de ella.

Observé mis brazos, volviendo a poner mi atención a lo que llevaba puesto, tenía una bata de seda color celeste. Diablos, que hermosura.

Me puse de pie y casi tropezaba. No entendía por que me sentía tan mal, yo no era de beber demasiado en las fiestas.

Decidí no darle muchas vueltas al asunto y concentrarme en encontrar a los chicos, para poder así preguntarles dónde estabamos.

Caminé como pude hasta una puerta que había en dicho cuarto, con la esperanza de que fuera un baño, para intentar quitarme el malestar. Y para mí suerte encontré un grandioso baño.

— Santo cielo. — Suspiré de satisfacción al lograr lavarme la cara. Nunca había disfrutado tanto del agua.

Busqué una toalla con los ojos cerrados, para que el agua no se me metiera a los ojos y tomé la primera cosa suave que sentí con mi tacto. Me la pasé por la cara y volví a soltar aire, ahora más aliviada.

— ¡¿Cami?! ¡¿Chicos?! — Grité mientras salía del baño, con la esperanza de ser escuchada.

Pero nada. Silencio.

Mi atención se desvió a una enorme puerta abierta de par en par en el cuarto, revelando un precioso y generoso closet.
Me adentré en el boquiabierta, pasando mi mano por las prendas allí colgadas... hasta que lo ví a el... EL vestido. Parecía un Christian Dior, pero no estaba del todo segura de ello. Tenía un hermoso color carne, mucho tull y estampado de flores. Un vestido muy similar al que me imaginaba usando en una alfombra roja cuando era pequeña.

Siempre tenía el mismo sueño cada noche: Yo, usando un hermoso vestido, siendo fotografiada y posando en una alfombra roja.

Así que volví a mirar al cuarto, asegurándome de que nadie me estaría viendo, y le saqué el vestido al maniquí.
Lo puse frente a mi, lo pegué a mi cuerpo, simplemente para fantasear que lo llevaba puesto... y me puse frente a un espejo de cuerpo completo.

— Y ahora... ¡Avril Lin- No pude terminar mi frase boba de niña de cinco años, debido a que no reconocí a la persona que ví en el espejo. Grité tan fuerte como pude y luego me dediqué a observar a esa versión un poco más mayor de mi.

Tenía unas piernas delicadamente depiladas y con un brillo de revista, mi cabello se veía el triple de sano, como recién salido de la peluquería, mis labios estaban un poco más grandes y sobre todo... ¡Tenía bubis!

Rápidamente me deshice del vestido, botandolo al suelo, y corrí fuera de ese cuarto tan rápido como pude.
Es decir, si me veía hot y todo, pero ¡¿Que mierda estaba pasando?!

Bajé unas escaleras, casi tropezando y en el camino hacia el primer piso me encontré con Annaka... pero estaba tan cambiada como yo. Si se veía bien... pero mayor.

— ¿Todo bien, cielo? — Preguntó ella y yo arrugue la nariz. — ¿Necesitas ayuda en algo?

— ¿Cielo? — Mi respiración comenzaba a agitarse y no en buen sentido. — ¡Si! ¿Podrías llamar a Teddy o a Cami o a Nate? — Las palabras no me salían de manera normal, nisiquiera podía pensar de manera normal. — Oye, mírame, no se que broma sea esta pero ya no es divertida, ya pueden parar. — Dije tomándola de las manos, suplicando por piedad.

Y otro recuerdo vino a mi mente, ¡Mis papás iban a matarme si no me encontraban en la cama!

— Necesito volver a casa, mis papás van a estar muy enojados y... - Ella puso su mano en mi frente, tratando de probar mi temperatura.

— ¿No tomaste nada, o si? — Preguntó la ojiverde.

¡¿Qué carajos voy a saber yo?!

No me quedaba más remedio, si seguía ahí parada mis papás iban a empezar a preocuparse y tampoco tenía idea de dónde estaba mi teléfono, menos de dónde estaban mis amigos... así que corrí.

Corrí muy rápido, me di el lujo de investigar cada cuarto en busca de los chicos, y al no encontrarlos no lo pensé más y salí por una puerta al patio trasero.
Salte unas vallas no tan altas y comencé a correr por la calle.

Miraba para todos lados buscando ayuda, pero parecía ser muy temprano, ya que el sol a penas salía.
Poco a poco me fui dando cuenta de que conocía el lugar... ¡Estaba en las putas colinas de Hollywood!

Me di a la tarea de continuar corriendo, hasta estar bien lejos de la casa de Annaka. ¿Que tal si quería matarme o si me había drogado? ¿Y si había matado a los chicos?
No sabía nada de ella que pudiera ser de ayuda para negar cualquiera de las dos preguntas.

— ¡Cami! — Grité con una mezcla de sorpresa y felicidad al encontrarme a mi mejor amiga conduciendo por la calle.

Ella se orilla y se estaciona frente a mi.

— ¿Que haces aquí, Vril? Creí que hoy iba a llevarte a tu casting. — Explicó con total normalidad y yo no podía creer las palabras que salían de su boca.

— ¡¿Mi casting?! — Me señalé a mi misma para luego ver cómo ellas asentía con la cabeza, como si hubiera hecho la pregunta más obvia y fácil del mundo.

— ¿Te estuviste drogando? — Me abrió la puerta y tome asiento en el lugar del copiloto. — ¿Que haces en bata?

Sus preguntas fueron suprimidas por mis oídos, fui cegada por la alta tecnología que manejaba su auto. Parecía un auto futurista, como esos que aparecían en las películas del futuro.

— ¿Que modelo de auto es este?

Sentí como colocó su mano sobre mi frente, justo como lo había hecho Fourneret.

— ¿Que problema tienen con mi frente? — Quité su mano, pegándole con fuerza.

— Es que pareces drogada... o enferma.

— No se si estoy drogada o no. Solo quiero saber por qué desperté en una casa que no conozco, por qué tienes este auto raro, por qué Annaka me llama cielo y por qué tengo pechos.

— Okey, definitivamente estás drogada. — Comenzó a conducir en la misma dirección.

— ¿A dónde vamos? — Pregunté ya irritada.

— A tu casa devuelta. Tu esposa se comprometió a cuidar a Mateo mientras yo te llevo al casting.

— ¡¿Esposa?! — Y sentí como mis ojos volvieron a cerrarse, junto con un gigante dolor de cabeza.







I'm sorry, I love you - Annaka FourneretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora