CAPÍTULO 1

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-¡Mierda!

Hermosa palabra, ¿verdad? Dependiendo de su entonación, te permite expresar diferentes tipos de sentimientos, desde sorpresa hasta enojo, desde felicidad hasta tristeza...

Ya, ya, despierta que estás perdiendo tiempo y ya vas tarde en tu primer día de clases después de las vacaciones.

-... ¡Mierda!

Una cosa que nunca voy a aprender es a levantarme temprano. Aunque lo intento y ponga mil alarmas, siempre termino levantándome tarde y llegando tarde a todos lados por eso.

Me apresuré en alistarme lo más rápido que pude. No quería perder el autobús y tener que ir caminando ocho cuadras para llegar a Devenford. Bajé las escaleras en un abrir y cerrar de ojos, con la esperanza de que mi mamá no me viera y me regañara por haberme levantado tan tarde. Justo cuando pensaba que había logrado pasar desapercibida, apareció justo detrás de mí, haciéndome saltar del susto.

-Ya has perdido el autobús.

-¡Dios! ¡Mamá, qué susto! Uno de estos días me darás un paro cardíaco.

-Vania ya hemos hablado de esto

-¿De qué exactamente?

Bien, mientras te hagas la tonta el regaño será menor

Pero claro, a mi mamá no le dio gracia mi "pequeño" desliz de levantarme tan tarde. Sin embargo, cuando esperaba a que llegara el verdadero regaño, mi mamá pone los ojos en blanco y suspira, para luego decir:

-Ya te llevo yo a la escuela

Me lanzo a abrazarla mientras le digo mil veces - ¡Gracias, gracias!

Después de agradecer a mi madre repetidamente, nos dirigimos rápidamente hacia el auto. Mientras nos dirigíamos hacia la escuela, sentía una mezcla de alivio por evitar la larga caminata y nervios por llegar tarde el primer día de clases después de las vacaciones. Además, estaba nerviosa por las instrucciones que el consejero escolar me daría para ayudar a un chico que necesita mejorar sus calificaciones este último semestre.

Al llegar a la escuela, nos despedimos con un rápido abrazo, y justo cuando me disponía a entrar, mi mamá me llamó de vuelta.

—No olvides que esta tarde tienes una sesión con la psicóloga Mendoza —me recordó— Y tampoco olvides que no debes hacer ejercicio intenso ni estar mucho tiempo al sol...

—Mamá, estaré bien —dije, tratando de tranquilizarla—. Todo irá de maravilla, y si comienzo a sentirme mal, te prometo que te llamaré de inmediato.

Me despedí de mi mamá con otro abrazo antes de entrar a la escuela. Caminaba por los pasillos llenos de estudiantes que se apresuraban a encontrar sus aulas y charlaban con sus mejores amigos. Aún me sentía muy nerviosa; no sabía exactamente quién era el chico al que debía ayudar a subir sus calificaciones en química, pero rezaba para que no fuera uno de esos chicos populares y arrogantes. Me detuve frente a la oficina del consejero escolar, el Sr. Smith. Suspiré para tratar de dispersar un poco los nervios, y así, sin más, abrí la puerta.

—Vania, me alegra que estés de vuelta. Tenemos una asignación especial para ti este semestre. Serás asesora de química para un estudiante en particular. Necesita ayuda para mejorar sus calificaciones y mantenerse en el equipo de fútbol americano. ¿Estás dispuesta a aceptar el desafío? — Preguntó el consejero con una sonrisa.

Justo lo que no quería. Los jugadores del equipo de fútbol americano de la escuela siempre quieren ser el centro de atención y se creen mejores que cualquier otro, especialmente Liam Johnson, el capitán del equipo, con su peculiar cabello ondulado de color rubio y sus ojos color miel, creyéndose el más guapo de la escuela.

Entre Notas y SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora