Prólogo

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     Las aves despegaron al vuelo cuando el estridente de las campanas en la catedral sonaron, más de uno le pego un vistazo a la dirección de la cual aquel sonido provino en un eco que se disfumó en el aire y se olvidó en los recuerdos. Una boda. Un compromiso. El interior de aquella catedral estaba a reventar de invitados, hermosos decorativos guarnecían las paredes, los arcoíris se dejaban ver a través de los majestuosas vitrales, un órgano acompañaba con su melodía, niños cantaban sobre los balcones. Una mujer con una gabardina se aproximaba. La novia se aproximaba al altar, el novio esperaba. La mujer metía un cargador a su pistola y jalaba la corredera. Los dos novios se acercan. La mujer cruza la calle del otro lado su destino. El padre toma un cuchillo y apuñala al pobre diablo que yace amordazado en una bonita mesa ceremonial, él grita, el padre hace un gran agujero a en su pecho, retira su corazón.

—Que la sangre los una hoy, mañana, en la suerte, la infortuna, la salud, la enfermedad. ¿Si hay alguien que se oponga a este matrimonio que hable o calle para siempre?— dijo el padre, la sangre se escurría por sus blancas mangas de su túnica.— Si nadie se opone, los declaro...—.

Ambas puertas en la entrada se abrieron de manera estruendosa, aquella mujer acaparó la atención de cada y uno de los ahí presentes, y aún así el canto casi angelical de los niños vestidos de blanco no cesó, y entonces la mujer levantó la mano.

—¡Yo me opongo padre!— casi con sarcasmo. Caminó. La suela de sus botas adornaban el canto.— Este matrimonio no se puede dar, va contra toda ley de la naturaleza, ni siquiera pueden morir de maneras naturales— bajaba lentamente su mano.

Varios invitado se pusieron de pie, parecían gruñir, una mirada puramente violenta se veía en sus ojos casi brillantes.

—¿Y en una iglesia?, si todos aquí son unos malditos come carne del infierno— dijo según se daba la vuelta, pronto hizo un movimiento y detrás de su gabardina sacó el arma, una muy robusta, apuntaba directo al padre.— Titotasej— jaló el gatillo.

La cabeza del padre terminó con un gran agujero, partes del cerebro se deslizaron al interior, el padre cayó muerto y el corazón rodó bajo los escalones y terminó en las botas de nuestra mujer.

—'Ta madre—.

En un instante todos los invitados se abalanzaron sobre ella, de un veloz movimiento desenfundó una segunda arma, y de izquierda a derecha jalaba ambos gatillos, los invitados caían como moscas con un gran agujero en la cabeza, por abajo, por arriba, por todos lados no podían siquiera acercársele, se echó a andar cuando tuvo que recargar, mataba sin piedad a esas cosas, mientras que con su otra mano ágilmente cambiaba de cargador y si no fuer ya mucho lo hacía a la vez que hacía trucos con su arma, una vez cargada retiro del seguro y siguió disparando— La novia despegó de un gran salto que casi toma por sorpresa a nuestra pistolera, quien evadió con un elegante salto hacía atrás, el bonito piso resquebrajado, las filosas garras de la novia yacían bien clavadas en el interior, jadeaba enfadada.

—Me voy a comer tu corazón— el velo cayó de su rostro, la expresión que tenía, era la de un lobo, sus colmillos los lambió con su lengua, sus ojos rojos cómo la sangre pintada por todo el lugar.

—Querida, yo no tengo corazón— sonrió.

Un movimiento sutil. La novia se lanzó con rabia sobre la pistolera amenazando con cortarla con sus enormes garras que parecían un cuchillo, la pistolera esquivo, un golpe, dos golpes, disparó unas seis veces al torso de la novia, pero la novia no cedió y continuó atacando pero sin tener efectividad en sus golpes, a cambio las balas de la pistolera atravesaban su cuerpo hasta que cayó al suelo, gemía y decía cosas que no se podían entender. La pistolera se acercó para oír, piso su cabeza y se inclinó de manera que su oreja pudiera enfocar bien el sonido.

NAHUALLIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora