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Se llevó el vaso de cristal a sus labios mientras contemplaba la exuberante pila de papeles en su escritorio de roble. El picor del licor hizo su efecto al pasar por su garganta, dándole una sensación de ardor placentera mientras suspiraba, completamente exhausto.

Preferiría estar haciendo literalmente cualquier otra cosa que revisar los contratos de las pobres almas desafortunadas que tuvieron la mala fortuna de cruzarse en su camino.

Pero uno no llega a la cima tomándose las cosas con calma, es una lección que Husk aprendió hace mucho.

La tenue iluminación de su oficina no ayuda mucho en su trabajo, pero prefiere eso a tener que aguantar el dolor de cabeza que conlleva encender todas las luces.

Está a punto de firmar otro papel cuando alguien llama a la puerta, sacándole un gruñido irritado. Creyó haber ordenado explícitamente que nadie lo molestara.

–Adelante– La puerta de madera con ornamentos de naipes se abrió lentamente, por la que se asomó un demonio mapache de aspecto nervioso–, más te vale que sea importante

–Lo lamento señor, pero alguien ha venido a verlo

–Dile que se vaya a la mierda– Suspiró, volviendo su atención a los contratos–, estoy ocupado

–Es... Angel Dust, señor

Eso obtuvo una reacción alarmante del demonio gato, miró en su calendario, dándose cuenta de la fecha marcada. Mierda.

Suspiró, dejando momentáneamente su trabajo para atender el asunto– Dile que me espere en la salida– Ordenó al demonio que se apresuró a irse para cumplir el mandato.

Se levantó, alisando su impecable traje y ordenando su cabello. Pasó a través de los muebles en su oficina y atravesó la puerta que daba al exterior.

Mientras avanzaba por los pasillos, podía escuchar los sonidos de fichas tiradas, máquinas tragamonedas, ruletas girando y gritos de victoria y pérdida en los pisos de abajo, lo que le hizo esbozar una sonrisa.

Su casino era el más grande, imponente y grandioso del Pentagrama, con varios pisos para satisfacer los vicios de cada uno de los pecadores, decoraciones extravagantes que llamaban la atención de almas despistadas y un buen servicio al cliente, lo que sea para hacerles perder dinero.

No había sido fácil llegar a donde estaba, fueron años de arduo trabajo y varios sacrificios para hacerse un nombre e infundir miedo y respeto, pero podía decir que había valido la pena, hoy en día era un Overlord con el que nadie querría meterse jamás.

Pasando por las paredes rojo y dorado llegó a un elevador, presionó el botón del primer piso. Su mente comenzó a divagar, formulando de una vez las disculpas que le debía al demonio araña por esto, se recordó compensarlo en grande después.

Sus alas se agitaron por la anticipación de ver al otro Overlord. Resopló para sí mismo, pensando en cómo habían sido las cosas cuando se conocieron.

Jamás olvidará cuando conoció al demonio araña, entrando en la sala de reuniones de los Overlords pavoneándose como si fuera el dueño del lugar, con esa mirada coqueta y chistes de mal gusto. Lo odió en ese momento y lo hizo por mucho tiempo, considerando que parecía llevarse relativamente bien con Valentino, un Overlord que realmente era odiado por muchos de sus compañeros.

Hasta esa noche.

Todo cambió desde entonces.

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El gato creyó que la reunión jamás terminaría.

Saliendo del elevador al callejón en las calles del distrito de Carmilla, Husk se permitió encorvarse una vez más mientras buscaba un cigarrillo en su traje.

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