ansias, alientos

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Luego de llorarle en los brazos como si fuera un bebé, sabía que esa misma noche desaparecería hasta el mes siguiente, ya que solo tenía 48 horas hasta que la luna dejaba de estar llena y su cuerpo desaparecía para regresar a su coma espeso e indoloro.

Cuando le pregunté al respecto, solo me dijo que no sentía nada, era como estar muerto, y sin embargo me dolía no saber cómo mantenerle conmigo para siempre.
Aún que solo fuera para que no estuviera "muerto".

Teníamos que comprender porqué pasaba eso, porqué dos días y porqué su alma no solo se había mantenido viva tanto tiempo, sino que qué había hecho esta de mientras, y lo más importante: ¿Porqué ahora? ¿Porqué su corazón estaba ahora atado al mío?

Mientras todas las preguntas me ametrallaban el cerebro, subimos las escaleras en silencio, y al llegar a mi habitación cerré la puerta detrás de él, con todas las respuestas del mundo en la mirada.

Me entendió perfectamente, en silencio, y esa noche con el reflejo de la luz filtrándose por la ventana, ya no veía en él ninguna fragilidad.
Solo ansias, deseo, el deseo acumulado de siglos y siglos.

Volvió a besarme, esta vez sin separarse y pegándome más a él con los brazos.

Respiraba, o al menos parecía que respiraba. Su pecho subía y bajaba y sus labios estaba húmedos, solo podía pensar en su olor.
¿Cómo podía oler bien un fantasma?

Sus manos buscaron el final de mi camiseta, a lo que entendí que me la quería quitar, y con un bochorno en la cara, le dejé comprender que no llevaba nada debajo.
Debajo del pantalón corto de pijama, tampoco, mas no le importó.

Sus ojos brillaron más que todas las luces de la ciudad juntas y entonces prácticamente me la arrancó de los brazos.

Su mano buscó mi pecho izquierdo y empezó a pasar los dedos por encima, de manera delicada y metódica.
Como si no estuviera lo suficientemente excitada ya, pensé.

Mientras seguía besándome, le desabroché el pantalón que llevaba y solo entonces reparé en que su ropa coincida con la de época que salía en la tumba.

Aparté ese pensamiento con prisa y le bajé el pantalón, él se lo quitó del todo mientras andaba hacia mi cama y me empujaba suavemente hasta que caí, sin remedio.

Delante de mí, tenía un fantasma con ansias suficientes para follarme durante dos siglos.

Su bóxer cayó al suelo dejándome ver su... cosa.
En comparación a la última vez que lo había hecho, este parecía más grande, pero la memoria de las cosas que hice cuando tenía catorce años era a propósito mala así que yo que sé.

Se puso en la cama de rodillas delante mío, y sin pensarlo me quité el pantalón y abrí las piernas. Estaba totalmente a su merced.

Se acercó a mí y mientras besaba mi cuello noté su mano bajar por mi vientre, di un respingo cuando llegó a mi pubis, esa era mi zona sensible.

Jugó conmigo un rato, dando círculos por encima de mi clitoris pero sin presionar lo suficiente, a lo que yo me fui desesperando y volviéndome más sumisa casi sin darme cuenta.
Mi cuerpo se arqueaba buscando sus dedos y mi cara se contorsionaba en muecas de placer.

Ya no lo quería, lo necesitaba.

Él notó mi desesperación, la manera en que le buscaba con las caderas cuando levantaba la mano y en que cerraba los ojos y entreabría la boca de placer.

Poco a poco metió un dedo en mí, y un poco más tarde, otro.

No dolía, pero era incómodo, raro, como intentar recordar un familiar lejano al que solo viste cuando eras pequeña.
Aún que definitivamente era más placentero que la última vez, de la qual hacía ya mucho tiempo.

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⏰ Última actualización: Mar 13 ⏰

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