En una tierra donde todo es posible, donde los dioses caminan entre mortales y la magia fluye como un río lleno de poder, los reinos han sido testigos de batallas épicas desde tiempos inmemoriales, donde héroes y villanos se enfrentan en un juego eterno de supervivencia.
El amor se pondrá a prueba como el oro bajo la intensa presión de las llamas, todo por el capricho del observador o por los trazos del destino.
Un cuento perdido en los libros de magia antigua relata la historia del hijo del amanecer, destinado a ser la luz que se alzaría contra la oscuridad.
En medio de este conflicto eterno, emerge un relato olvidado de los anales de la historia, una narrativa perdida en los recovecos de la magia antigua. Narra la historia del Reino de la Luna, un bastión de poder y misterio, forjado en la sangre de los inocentes y la valentía de los débiles. En este reino, la guerra de los 10,000 años marcó el inicio de una batalla sin fin, donde hombres y demonios se enfrentaron en un conflicto desesperado por el control del mundo.
Las colinas resonaban con el estruendo de las espadas, cada chispa iluminaba la oscuridad de la noche mientras los ejércitos se lanzaban a la batalla. En medio de la destrucción y el caos, los dioses observaban desde sus alturas divinas, mientras que brujas y magos invocaban hechizos ancestrales para proteger a sus aliados y aniquilar a sus enemigos.Sin embargo, la esperanza se desvanecía cuando los demonios, seres de pura maldad y codicia, invadían el reino celestial, sembrando el caos y la desesperación entre los mortales. En este momento crítico, los dioses decidieron intervenir, descendiendo de sus tronos celestiales para unirse a la batalla.Así, se formó un único linaje, unidos por la pasión valiente de aquellos dispuestos a luchar contra la oscuridad. Dioses, hombres, brujas y magos se unieron en un frente común, con la determinación ardiente de erradicar la maldad que amenazaba con consumirlos.En medio de la neblina cargada de maleficios y el miedo que se extendía por la tierra, los demonios robaban cada brizna de magia que florecía de la tierra. Dominados por la codicia y el deseo de poder, usaban la magia para lastimar y dominar, sembrando el caos y la destrucción a su paso.Un pueblo errante se convirtió en la mayor amenaza del mundo, liderado por Taron, la oscuridad encarnada. Su objetivo era claro: erradicar la luz y la magia del mundo, sumiendo a todos en una eterna oscuridad.
De la unión de los reinos del mundo surgiría el hijo del amanecer, quien lideraría los ejércitos de todos los seres, tanto mágicos como no mágicos. Él sería el elegido por la magia para poner fin a la oscuridad.La batalla que decidió el destino del mundo tuvo lugar en el Valle de las Lágrimas, una llanura donde la oscuridad era omnipresente y la luz apenas se abría paso. Los árboles marchitos y las flores marchitas poblaban el campo, y el aire carecía de vitalidad, corrompiendo la cordura de cualquiera que se aventurara allí.
En medio de este páramo desolado, el Hijo del Amanecer llevó consigo la luz, haciendo que brotara del suelo con un resplandor mágico. El fuego de los corazones no pudo ser sofocado por la maldad que lo rodeaba. Finalmente, llegó el fin de la guerra.
La victoria del Reino de la Luna había erradicado a los demonios, trayendo consigo la paz definitiva y la convivencia de todas las criaturas mágicas. Un escudo se alzaba sobre todos: el del ruiseñor, el emblema de la casa que sacrificó su vida por la paz. Hoy en día, sus descendientes eran nobles hombres y mujeres bendecidos con la magia tanto como con la sabiduría. Con la responsabilidad de seguir el legado de sus ancestros.
A pesar de ser una familia bendecida, un destino trágico siempre los esperaba. La tragedia estaba marcada en su linaje tanto como la bondad. El destino había traído a la vida a Pavel, un niño fruto del amor de sus padres, dos reyes sabios y justos. Sin embargo, no pudieron escapar de la tragedia. Pavel quedó huérfano a los 7 años, un prodigio en artes, ciencias y magia. Con un corazón bondadoso, se convirtió en el símbolo de la belleza y la esperanza.
Nacido para gobernar los tres reinos, su propósito en la vida era mantener la paz y la justicia entre las casas. Era el heredero de la casa del ruiseñor.
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