Pain les ha ordenado una nueva misión.
¿El problema?
Ha hecho un pequeño (gran) ajuste de las formaciones para esa misión en particular.
Itachi y Deidara son ahora compañeros
Deidara odia al Uchiha.
A Itachi le es indiferente.
¿Qué puede salir mal?
...
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Itachi sigue creyendo que esto definitivamente no es una buena idea, por lo menos no para él, aunque está seguro de que Deidara, por una vez, opina lo mismo.
Salieron de la guarida hace apenas un par de minutos. De hecho, solo han caminado unos doscientos metros e Itachi siente la mirada del rubio encima, lo siente atento, como si estuviera juzgándolo o simplemente pensando cómo podría molestarlo durante el resto del camino. Para su desgracia, la Aldea de la Nube está muy lejos y deben atravesar casi dos países completos para alcanzarla, es decir, que tendrá horas y horas para molestarlo con su voz ruidosa y hasta chillona.
Itachi no tiene la suerte de su lado.
En realidad, nunca la tiene.
El silencio que los rodea es incómodo y tenso, solo se escucha el sonido de sus pies al hundirse en el césped, la brisa y el trino de algunas aves lejanas. El Uchiha amaría quedarse escuchando nada más que esos sonidos y alejarse de sus pensamientos para no hacer nada más que detenerse y dedicarse a la vida a su alrededor.
Le gusta intentar identificar a qué ave le pertenece cierto canto, qué vegetación es la más predominante de los países que recorre y tachar mentalmente las especies de flora y fauna que ha identificado en cada viaje. Son tareas simples que le permiten concentrar sus ideas y sus pensamientos en algo un poco menos denso y preocupante que sus miedos usuales.
Sin embargo, cuando Deidara abre la boca con una de sus preguntas, el azabache sabe que sus planes no tendrán futuro.
—¿Qué opinas del arte, Uchiha? —inquiere como si nada, con el ceño fruncido y escudriñándolo con atención. Es evidente que lo está analizando e Itachi a veces preferiría que Deidara fuera un poco más estúpido para poder ignorar sus preguntas y simplemente responderle con monosílabos.
Itachi lo escucha, pero responde con un leve suspiro antes de apartar una roca con el pie y hacerla golpear contra el tronco de un árbol. Mira hacia adelante y se detiene a observar el cielo despejado, el sol lo golpea de frente y sus rayos le hacen entrecerrar los ojos.
Mientras siente como el calor abrasador le quema hasta el alma se toma un segundo para responderle a Deidara.
Sabe que debe hacerlo o el rubio es capaz de iniciar una batalla con él por el simple motivo de ignorar una pregunta relacionada con su devoción máxima: el arte.
