Prólogo

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Todos los alumnos callaron prácticamente al unísono cuando la puerta del aula se abrió, revelando la figura intimidante del director de la escuela

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Todos los alumnos callaron prácticamente al unísono cuando la puerta del aula se abrió, revelando la figura intimidante del director de la escuela. Incluso los más revoltosos se sentaron de forma correcta en la silla, abriendo un cuaderno de apuntes y sacando lápices. Sus rostros eran todo un poema, pálidos como la nieve.

El profesor de anatomía paró sus movimientos en la pizarra ante la falta de sonido, sonriendo con notable obligación al observar el causante de semejante hazaña.

Sin embargo, por mucho temor que infundía aquel hombre de estatura exagerada y cuerpo demasiado trabajado, Nami chasqueó la lengua. La de hebras naranjas llevó un mechón de cabello detrás de la oreja, y con la otra mano tapándose los labios, empezó a susurrarle a su mejor amiga.

───Hasta Hiluluk no aguanta a este imbécil, ugh.

[Tn] asintió con suavidad. Notó como su corazón se detuvo unos segundos cuando la mirada de Akainu se fijó en ellas. Dio un codazo a la fanática del dinero, advirtiendo el aura asesina que las empezaba a rodear.

Nami puso la espalda correctamente y sonrió con dulzura. Un trazo de sudor le recorrió la sien.

Hubo un silencio tenso que envolvió a toda la clase. Hiluluk ya había preguntado la razón de aquella visita, mas el director no dijo ni una sola palabra, ignorando al pobre hombre hasta que estuvo satisfecho con el resultado de su aparición.

───Vengo a informar sobre los aceptados para los intercambios ───dijo sin muchas ganas, moviendo unos pocos papeles en el aire con una mano.

Los ojos de muchos estudiantes se iluminaron con la más pura de las ilusiones. Otros parecían haber caído a un pozo de amargura cuando oyeron aquellas palabras, conocedores de su inexistente posibilidad para viajar al extranjero.

───En toda universidad, solo han habido tres malditos alumnos cualificados ───empezó, mostrando la típica mueca de asco───. Me dais pena.

Varios alumnos apretaron los labios, aguantando las ganas de escupirle odio.

───Y aún hay uno de ellos que ha hecho trampas con sus notas.

La única aludida aumentó la sonrisa, ahora más nerviosa que nunca. Sabía que alterar los números del boletín de notas era sinónimo a una muerte segura, pero su deseo de viajar por el mundo era tan grande, que no pudo dejar escapar la oportunidad.

Intentó estudiar para ganárselo justamente, no obstante, la pereza le ganó. Incluyendo que se trataba de una carrera que aborrecía, elegida tan solo porque aún no tenía claro que hacer con su vida, empeoraba la situación.

Siempre se decía que medicina era una de las ramas donde más dinero se ganaba, así que Nami siguió las voces. Eso o que su fantasía por conocer a un hombre multimillonario, elegante, atractivo y que fuera médico venció por encima de la lógica.

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