3. DECORACIONES FESTIVAS

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Encuentro a los diseñadores muy ocupados organizando las decoraciones. Corazones de papel, globos, serpentinas, marcos gigantes de fotos para tomarse selfies. También escuché que habrá una cabina fotográfica.

Me siento un poco nervioso al estar aquí. Estas personas deben ser las más creativas del mundo. Es decir, existen filtros muy exigentes para lograr entrar en Inventiva, así que me siento como si hubiera tenido un privilegio, como un pase directo por conocer a Izan. Mi contratación fue extraña, el líder de este imperio tecnológico y científico vio algo en mí que no sé si realmente tengo. Vivo con la ansiedad y el miedo de decepcionarlo y también a su esposa, la doctora Elisa, mi jefa y dueña de los laboratorios bioquímicos donde realizo una especie de capacitación-pasantía.

Parece que los diseñadores tienen problemas para inflar globos con confeti adentro, así que me dispongo a ayudarles con eso.

—Hola, Cris, ¿qué haces aquí? —me dice Adam al notar mi presencia.

Adam es otro de esos amigos de infancia de Izan, sus padres son los dueños de Fábrica de Ideas, la empresa de publicidad y diseño que trabaja la imagen y marketing de Inventiva. Su sede está aquí, en el coworking del mega corporativo.

—El señor Gilbert me pidió que viniera para ayudarles.

—Genial, mientras más manos, mejor —me sonríe.

Entonces nos enfrascamos en esta tarea. El convivio será en las salas recreativas, esas que compiten a la par con las oficinas de Google. La filosofía de Inventiva es que los trabajadores felices son más productivos. Alguien debería decirle eso a las empresas que se encargan de explotar a su personal hasta el grado de deshumanizarlo. La mayoría quiere robots, no personas con vidas privadas y necesidades humanas.

De nuevo estoy refunfuñando, ¿cierto, cerebro? De acuerdo, de acuerdo. Debo concentrarme en esta labor. Poco a poco los corazones, las flores de papel y las naturales, los globos, las luces y velas en candiles invaden los espacios coloridos del coworking, brindándoles un aura romántica y acogedora.

—Hey, Adam, ese arco de globos está algo chueco. ¿Me ayudas a corregirlo?

—Claro, súbete a la silla, yo la sostengo por ti —dice, ya llevando la silla a la posición adecuada.

Me aseguro de que no haya ningún globo desalineado. Una vez que lo he conseguido, me siento orgulloso de nuestro trabajo. Entonces recuerdo las palabras del señor Gilbert. Mierda. Tenía razón, mi obsesión con el orden no perdona nada.

—¿Todo listo? —digo aliviado.

—Falta lo mejor.

—¡Los regalos! —digo alarmado.

—Iba a decir la comida, pero si tú lo dices.

—No, no. Esa era mi siguiente tarea y la he olvidado por completo. El tiempo se fue volando estando aquí.

Estaba tan pendiente de que todo estuviera perfecto que ni siquiera me detuve a pensar en Izan y su asunto con la memoria extraviada. Me pregunto si logró resolverlo. Tengo que escaparme para preguntarle y, quizá, pasar un rato a solas con él. Pero, ¿y los regalos?

Me dirijo a toda prisa al departamento de recursos humanos. Ahí está Marina, muy alegre y ocupada organizando cajas y cajas de regalos que se apilan por toda su oficina. Ver el libro colocado al revés en la estantería me hace recordar el primer día que estuve aquí. Me sorprende que no haya sido capaz de arreglarlo en todo este tiempo. ¿Debería hacerlo yo mismo? No, eso sería demasiado atrevido. Tendré que tragarme el disgusto que me causa, como cada vez que entro aquí.

—Ya has elegido todo —ella me ha pedido que la tutee, aunque sigue siendo extraño para mí hablarle de esa manera a los mayores—. ¿Necesitas ayuda con algo?

—Hola, cielo —su voz grave siempre me toma por sorpresa. Ella me hace sentir menos solo, su experiencia como persona trans ha enriquecido la mía—. Necesito llevar las cosas a la fiesta.

—¿Por dónde empiezo?

—Primero los grandes. Así, si nos cansamos, quedarán solo los pequeños para el final.

—Qué buena estrategia —digo con una sonrisa.

Mientras ayudo a Marina a llevar los obsequios hasta la sala recreativa, me pregunto qué clase de cosas hay ocultas detrás del papel decorado. Los hay de todos tamaños y ella ha puesto demasiado énfasis en que debemos transportarlos con cuidado, evitar golpes, porque no queremos que se vayan a arruinar.

Cuando llegamos con los últimos regalos, Izan me recibe con un abrazo. Luego toma las cajitas que yo traía conmigo y las coloca en la mesa con todo lo demás.

—¿Todo bien?

—Sí, no fue tan grave como lo hizo parecer Vega. Resultó ser que Polanco se llevó la memoria para checar los códigos.

—Menos mal —digo aliviado.

—Y ya es la hora de la salida, o lo que es lo mismo, la hora de la fiesta —me guiña un ojo.

—Desearía un baño antes de eso —digo en tono bajo, un poco avergonzado.

—¿Puedo acompañarte?

—No seas tonto —me apuro a decir, con las mejillas ardientes.

Menos mal en Inventiva los baños tienen regaderas, esto es para la comodidad de los empleados. Me he acostumbrado a usar el baño no-binarie para esta función, porque me siento más seguro ahí. De todos modos, no muchos empleados lo usan, así que casi siempre lo tengo para mí solo.

¡No puedo esperar! Ahora sí podremos pasar el resto de la tarde juntos. Me siento como un adolescente. He olvidado la última vez que sentí tanto entusiasmo por una fecha como esta. Quizá sea porque es la primera vez que la pasaré con mi verdadera identidad, con una pareja que me acepta tal y como soy. ¿Podría ser más perfecto?

NUESTRO SAN VALENTÍN (Especial de "TRANSPARENTE")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora