PRÓLOGO

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Tengo un trabajo como cualquier otra persona que no haya nacido en una cuna de oro.

Tengo una renta mensual que pagar, despensa que surtir, transporte público que costear y caprichitos que cumplirme, lo que se traduce en: comprar libros en físico cuando me sobra poquito dinero.

Para eso tengo que viajar en camión una hora y media para llegar a tiempo a mi trabajo, no me mal interpreten, estoy agradecida, no me estoy quejando, hay muchas personas que no tienen un trabajo y no pueden pagar sus drogas.

Yo lo tengo y lo agradezco, pero a veces es un poco cansado hacer lo mismo todos los días.

Antes, cuando iba a la escuela no me gustaba la monotonía, me prometí que cuando creciera mis días iban a ser espontáneos, iba a tener salidas divertidas un miércoles  a las 2 de la tarde para ir a comprar un helado, talvez de la nada tomaría mis maletas e iría a la playa solo para ver el atardecer junto al mar y escuchar el sonido del sol al tocar el agua cuando se estuviera ocultando. (Eso último lo vi en una película.)

Solo que se me olvidó una cosa, una cosa pequeñita, chiquitita, diminuta, casi nada.

No tengo esas posibilidades.

Es decir no tengo dinero. Vengo de una familia humilde, crecí poniéndome ropa de segunda mano (hasta ahora eso no ha cambiado y ya tengo 26 años) los reyes magos no venían a mi casa, (en su momento mis papás decían que era por la inseguridad en las calles) los niños que tenían ropa y juguetes de marca se burlaban de mí por no tener las cosas que ellos tenían, se burlaban porque no tenía una casa propia y vivíamos en una casa rentada.

Seamos sinceros, ellos iban a una escuela pública igual que yo, vivían en el mismo pueblo que yo, así que estaban igual de jodidos que yo  y, si tenían una casa y no pagaban renta, era porque la casa era de sus abuelitos no de ellos, pues vivían todos amontonados. 

Si tenían juguetes y ropa mejores, era porque (ahora lo sé) sus papás se endeudaban comprando la ropa a pagos en tiendas como esa de color amarillo y azúl,  ustedes y yo sabemos cuál es.

Pero cuando eres un niño mimado no sabes esas cosas, solo te fijas en que tienes todo lo que pides sin pensar en que tus padres cada mes tienen que pagar una cuota la cual representa más de la mitad de lo que ganan, bueno los padres que eran responsables con sus deudas, otros simplemente no pagaban, conformándose con estar en el buró de crédito.

En fin, crecí y terminé la escuela creyendo que eso me daría estabilidad y solvencia económica, spoiler, pero no fue así. Talvez elegí mal mi carrera, talvez solo se trata del país en dónde me tocó nacer, pero no me quejo, amo mi nacionalidad.

¡Viva México Cabrones!

*Disimuladamente pone Por Mi México de Lefty Sm.

El punto es que con mi trabajo apenas me alcanza para pagar mi renta y comida y, una vez al año comprarme un libro en físico, porque sí, me gusta leer, aunque solo lo hago en PDF o EPUB, es más barato aunque me está chingando los ojos, pero es que un Kindle también cuesta carito.

Cómo sea, ahorita me doy cuanta que no puedo simplemente salir un miércoles a las 2 de la tarde a comer un helado o irme a la playa, aunque viva a 4 horas del mar.

Si hago eso me quedo sin pagar la renta o sin comer un mes.

Mi aburrida vida se resume en trabajar, cocinar, hacer los deberes de mi casa rentada y leer.

Leer es viajar. Si te lo presumo, ahorita  me encuentro en New York, no lo sé, talvez la próxima semana me apetezca ir a Londres, o a  Estados Unidos. Cuando leo se siente como viajar gratis y lo que es mejor, puedo tener el romance que hasta ahorita nunca he tenido, pero me muero de ganas por tener.

Aquí es donde empiezo a hablar de él.

Admito que no sabía de su existencia, a veces no soy muy observadora de lo que me rodea. De todos modos no es como si hubiera tenido motivos para saber de él.

Yo solo sabía que a unos metros de donde trabajo hay una clínica veterinaria,  no tengo mascotas, así que nunca me había tenido que ir a  parar allí.

Pero no tardé mucho en darme cuenta del veterinario, ¿quién no se daría cuenta de su presencia?

Ahora que lo conocí, lo miro de lejos cuando tengo la oportunidad. No es acoso, no me malinterpreten, se llama apreciación del espacio geográfico.

Pero la cosa cambió, cuando al principio solo lo veía al entrar y salir del trabajo, ahora lo empiezo a ver en otros lugares, casualidad o no, hay algo que me hace pensar que no es tu veterinario ordinario.

Solo que siempre está enojado o parece estarlo, ese  ceño suyo siempre está fruncido, esas cejas pobladas y negras como la noche, siempre estan tratando de juntarse formando un surco en su frente.

Siempre lo veo así cuando está solo o hablando con alguien, pero lo he visto, más veces de las que me gustaría, con mujeres y con ellas siempre está sonriendo, no puedo evitar agüitarme por eso, pero chingado, lo hago.

A la fregada todo, no me importa, es el típico hombre que solo sonríe ante las bonita. Por qué espero que me sonría a mí, si soy todo menos eso.

Las mujeres con las que sale son hermosas, grandes pechos, nalgonas, cinturita de avispa, cabello largo y lacio, pestañotas postizas como de becerro dijera mi mamá, pinches uñas de gata y la cara llena de maquillaje.

En cambio yo soy bastante… yo. Por así decirlo y por no decirme fea.

Está bien, seré amable conmigo misma y diré que soy poco atractiva y bastante normalita, además de gorda… muy bien lo estos haciendo de nuevo, soy curvilínea.

Tengo un buen trasero eso lo reconozco, pero también tengo una pancita que me causa inseguridad, además de que mis pechos no son grandes ni redondos, son más bien normales, una misera copa B y apenas, estoy segura que si me pongo un brasier copa A, me quedaría bien, el B no lo lleno si soy sincera con ustedes y conmigo.

Mi nariz no es pequeña ni puntiaguda, es más bien mediana y chatita, mi cabello es corto y rebelde, pues no es completamente lacio, pero tampoco fui bendecida con unos chinos coquetones.

Y ni hablar de como me visto, siempre con pantalones de mezclilla, tenis y camisas, en lugar de usar una bolsa de mano, siempre llevo conmigo una mochila para guardar mis cosas. Y la guinda del pastel es que estoy toda ciega, aquí voy de nuevo, lo siento estoy tratando de corregirlo y no ser tan dura conmigo misma, debo aprender a amarme y todas esas cosas de amor propio que veo en  esa aplicación que está de moda últimamente, ustedes ya saben cuál es, no me hagan escribirlo.

Cómo sea, lo único que me gusta de mí son mis lunares esparcidos por mi cara y cuerpo, pero en fin, como todos los días lanzare un suspiro de resignación y empezaré mi día, lo que significa correr para alcanzar el camión, el cual va bien pinche lleno de gente  que al parecer no conoce un cepillo dental y niños pequeños llorando.

Pero la verdad no importa mucho, mi tiempo en este trabajo es limitado y justo el día que llegué, un año después me voy, ya casi se acerca la fecha, solo faltan algunos meses para el séptimo día de febrero.

Está es mi vida, bienvenidos, ah no espérense, es bienvenides, bueno diré bienvenidas también, para no cagarla, aquí no juzgamos ni excluimos.

Les advierto antes de continuar, al hablarles de mi vida no les prometo diversión, pues es mi vida, ¿qué pensaban? no me pasa nada interesante.

Ahora sí, si quieren pueden continuar, espero no se aburran.

Se me olvidaba, soy Priscilla, Pris para los amigos, pues si me dicen Priscilla siento que me odian o me están regañando.

EL SÉPTIMO DÍA DE FEBRERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora