La llegada a la playa

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Con el rey Halk a la cabeza, la gran flota de los Tumulus había llegado a la costa, preparada para llevar a cabo la invasión. Los barcos, imponentes en su tamaño y número, se alineaban en las aguas frente a la playa, listos para desembarcar a las tropas y lanzar el ataque contra Saldaea.

En la playa, el sonido de las olas rompiendo contra la costa se mezclaba con la tensión palpable en el aire. Los soldados Tumulus aguardaban en los barcos, sus armaduras brillando a la luz del sol mientras se preparaban para desembarcar y enfrentarse a la resistencia saldaeana.

El rey Halk, de pie en la proa de su nave principal, observaba con determinación la costa que se extendía ante él. Sus ojos reflejaban la firmeza de su propósito y la voluntad de llevar a cabo la justicia que consideraba necesaria para su pueblo.

Mientras la flota Tumulus aguardaba el momento de la invasión, en la ciudad de Saldaea, las defensas se preparaban para el inminente asalto.

Con una voz firme y decidida, el rey Halk dio sus órdenes a sus tropas, instándolas a actuar con determinación y sin piedad:

Rey Halk: "¡Ataquen la playa! ¡Maten a todo soldado que se encuentre en los fuertes y capturen a todos los aldeanos! No quiero que se reparta la noticia de nuestra presencia aquí."

Las palabras del rey resonaron a lo largo de la flota, infundiendo un nuevo ímpetu en los corazones de los soldados Tumulus. Con un rugido de guerra, las embarcaciones se dirigieron hacia la costa, mientras los guerreros se preparaban para desembarcar y cumplir las órdenes de su líder.

En la playa, el caos estalló cuando los soldados Tumulus desembarcaron con ferocidad, avanzando hacia los fuertes y las aldeas costeras. El sonido de las espadas chocando y los gritos de batalla llenaron el aire, mientras los Tumulus luchaban por tomar el control de la playa y asegurar su avance hacia el interior de Saldaea.

Mientras tanto, en la ciudad, los habitantes se preparaban para enfrentar el embate enemigo, sin saber qué destino les aguardaba en medio del conflicto. La batalla por Saldaea había comenzado, y el destino de la ciudad pendería de un hilo mientras las fuerzas rivales se enfrentaban en una lucha despiadada por el control de la costa.

Una semana después de la invasión inicial, los Tumulus habían logrado fortificar la playa, convirtiéndola en una posición casi impenetrable. Utilizando la astucia y la ingeniería militar, los soldados Tumulus construyeron barricadas, empalizadas y torres de vigilancia para proteger su avance y asegurar su posición en la costa.

Las defensas se extendían a lo largo de la playa, formando una línea de fortificaciones que bloqueaban cualquier intento de contraataque desde el mar. Los fuertes y bastiones recién construidos se alzaban como guardianes imponentes, vigilando la costa y protegiendo a las tropas Tumulus de los embates enemigos.

Con estas nuevas defensas en su lugar, los Tumulus consolidaron su control sobre la playa y prepararon su avance hacia el interior de Saldaea. La fortificación de la costa marcaba un hito en la campaña militar, asegurando una base sólida desde la cual continuar su avance hacia la ciudad y, eventualmente, reclamarla como suya.

Mientras tanto, en Saldaea, los líderes y defensores de la ciudad observaban con creciente preocupación las nuevas fortificaciones enemigas, conscientes de que enfrentaban un desafío aún mayor para expulsar a los invasores de sus tierras.

En la sala del trono de Saldaea, el rey se encontraba visiblemente enfadado por las acciones de su hijo, Akenra, y la consecuencia de sus decisiones. La tensión en la sala era palpable mientras el rey expresaba su frustración por la situación en la que se encontraba su reino.

Rey de Saldaea: "¡Akenra ha cometido un acto de total imprudencia al traer a Elena a nuestras tierras! Sus acciones irresponsables han puesto en peligro no solo a nuestra familia, sino también a todo el reino de Saldaea."

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