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Seis años.

Roier agarró la mano temblorosa de su hermano y la estrechó.

Quackity se inclinó un poco sobre él y miró fijamente escaleras abajo, con los ojos muy abiertos y sin parpadear, dejando salir un fuerte suspiro.

Ellos estaban peleando de nuevo, y esta vez parecía peor, porque era en voz alta.

"Shh." dijo Roier suavemente, pellizcando la rodilla de Quackity.

Éste sacudió su cabeza y adelantó su cuerpo, colocando su pie un escalón más arriba para que su estómago descansara contra sus muslos.

"¿Por qué están gritando?" Preguntó Quackity, llevando la manga de su camiseta hasta su nariz, ahogando un sollozo.

"¿Qué está pasando?"

"Nada." Mintió Roier.

"Nada." Repitió. "Está bien."

Roier mantuvo a su hermano muy cerca. Ambos se asustaron cuando escucharon un portazo.

":Vas a despertar a los niños!" Gritó Ari, su madre.

"No menciones a los niños ahora!" gritó de vuelta su padre.

"Siempre lo haces cuando peleamos."

"Nunca estás en casa!"

Quackity arrimó con violencia su cara contra el cuello de Roier.

"Haz que se detengan."

Roier abrazó a Quackity con fuerza, sin saber cómo lograrlo.

Cerró los ojos y dijo: "Solo cierra los ojos, como mamá decía. No más monstruos."

"Los escucho." Susurró Quackity, con los ojos todavía abiertos.

"No tengo razones para estar en casa, vos lo sabés." dijo su padre
en voz alta y severa.

"Trabajo largas horas para que no tengas que
hacerlo vos."

"¡Yo me encargo de criar a nuestros hijos!" Ari se rindió. "Hago mucho mas de lo que crees, Leo, y lo sabrías si tan siquiera te tomaras la molestia de hablarme o preguntarme qué hago o cómo me siento."

"Lo haré." contestó él fríamente. "Si dejás de humillar mi trasero por cada pequeña cosa, Ari. Por Dios."

"¿Cuándo ocurrió eso?" El tono de ella había perdido su furia.

"¿Cuándo dejaste de estar presente para mí, para los niños... para
nuestra familia?"

Leo se mantuvo unos segundos en silencio.

"No lo sé." Ari suspiró profundamente.

"No esperaba esa respuesta".

Quackity curvó los dedos de sus pies contra el duro escalón y miró, con ojos abiertos de sobremanera, las piernas de su padre que estaban a la vista. Unos zapatos fueron calzados, al igual que una chaqueta fue puesta. Él llevaba una maleta.

"A dónde se va papá?" preguntó Quackity.

Roier miró también. Sabía que su padre les estaba dejando.

"A ningún lado." respondió, abrazando a Quackity. "Nadie se está yendo."

"¿Cuándo vas a regresar, Leo?" Preguntó Ari en voz alta.

Leo colgó su maleta sobre su hombro, sin ver los niños arriba de las escaleras que le estaban mirando fijamente, uno sollozando y el otro observándole con ojos furiosos, ardientes y los puños cerrados con furia.

No le digas a mamá- SpiderduckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora