Sol, paletas y arcoíris

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Sonic es un erizo que se encuentra fascinado luego de conocer a Tails, un zorro que corresponde a sus sentimientos desde pequeño, aunque sus respectivos hermanos mayores no están de acuerdo.

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Había sido una mañana llena de comentarios de desprecio y burlas hirientes que lo intimidaron durante las primeras horas de clases, era en aquel entonces un menor que por primera vez acababa de ir a un jardín de niños luego de que sus padres aceptaran matricularlo por recomendación de un familiar lejano.

No había sido una sabia decisión, las primeras reacciones al verlo fueron risas mal disimuladas y niños que quería jalar su cola extra para fastidiarlo. Al no haber recibido una instrucción sobre qué hacer en estos casos, Tails buscó a su madre entre el grupo de profesoras que contenía a los menores revoltosos que buscaban usar brillantina y pintura para sus dibujos.

Como se esperaba, Rosemary Prower no estaba y, en casa, miraba la ventana con ojos preocupados, esperando que fuese una buena experiencia para su menor hijo.

Nadie quería juntarse con Tails a menos que el objetivo fuese molestarlo, una docente se enojó con él cuando una de sus colas la hizo tropezar y le gritó que ese era un defecto que debieron solucionar apenas nació. Ahora los compañeros que lo acompañarían en el aula por el resto del año lo veían como un fenómeno, le pedían que se ponga de pie, que intente volar, que golpee a alguien.

La hora de ir al patio de recreo llegó y el único estudiante que no estaba emocionado por eso era Tails. Una maestra de mayor edad que supervisaba el primer día de clases lo vio convertirse en un balón de felpa al enrollarse en sí mismo, ella había sido quien enseñó a sus padres hace muchos años y reconoció a un Prower tan fácilmente luego de haber lidiado con estos por más de una década.

Lo llevó de la mano hasta que el menor se aferró a un columpio, conversó con una docente sobre la atención por igual que se debería prestar para no volver a dejar a un estudiante solo en un salón y procedió a retirarse para continuar las inspecciones. Tails abrazó sus colas, caminó en medio de pequeños que se empujaban y gritaban entre risas entusiastas, pero, por su parte, arrastró sus pasos con miedo e inseguridad hasta que pasó por debajo de la rampa de un tobogán.

Estaban cerca de un árbol, podía oír muchos de los pasos en la plataforma arriba de él y la diversión al deslizarse. Sonrió al imaginar que él podría ser uno de esos niños, tomó una ramita que había a su costado y la empleó para dibujar en la arena en la superficie, su imaginación voló a creer que, de hecho, él podría sorprenderlos y ganarse su aprecio. Creyó que un avión podría lograrlo y empezó a trazar figuras para hacerlo.

Antes de colocar el nombre que escogería para la avioneta, recibió un jalón en una de sus colas que provocó que golpeara una de las columnas que sostenía el tobogán. Tails se puso de pie sin sentir el dolor en su mejilla de inmediato, el cual se intensificó conforme pasaron los minutos y ocasionó que comenzara a sollozar, una niña a sus espaldas se acercó corriendo para tirar de una de sus colas de nuevo, nada lo tocó más.

—¡Atrás!

El menor imaginó que se lo gritaron a él para que se apartara de los niños a quienes sí querían cuidar y tenían el pleno derecho de disfrutar su tiempo libre, se acarició la mejilla con diminutas lágrimas que seguían el río en su rostro, pero antes de que se retirara, vio que alguien pasó rápidamente por delante al darse cuenta de que volverían a fastidiar al zorro.

Esta nueva persona se aproximó a Tails para tomarlo de la mano y jugar con él en otra zona del patio, hizo un breve discurso heroico sobre no permitir que le volvieran a hacer daño y le invitó parte de su merienda.

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